Hacia finales del siglo diecinueve y principios del veinte, Buenos Aires comenzaba a abandonar definitivamente su fisonomía de gran aldea gracias a la proliferación de nuevas construcciones y la definición de un perfil urbano con características europeas que sumaban a la arquitectura colonial la influencia proveniente de las escuelas de Francia e Italia. En consonancia con la consolidación de la Argentina como país agroexportador, para la época del Centenario la ciudad de Buenos Aires había sumado a su perfil urbano una cantidad de filiales de empresas británicas y estadounidenses, edificios hijos dilectos de la revolución industrial cuya arquitectura se caracterizaba por el uso del ladrillo rojo y piedra labrada. Muchos de ellos se mantienen en pie, aunque con una impronta renovada.
Uno de esos edificios se ubica sobre la Avenida Montes de Oca al 100 y es el que albergó a la fábrica de Hesperidina, dulces y galletitas M. S. Bagley y Cía. Ltda. Originalmente ubicado en el centro porteño, la factoría mudó su sede al barrio de Barracas en 1892, gracias a los loteos que prometían grandes terrenos a bajo precio.
El nuevo edificio de estilo inglés -idea del empresario estadounidense Melville Sewell Bagley- poco a poco fue ocupando una manzana completa. Primero con frente de impronta ladrillera sobre la Avenida Montes de Oca, tenía un jardín geométrico en su frente que aprovechaba la barranca, con una gran verja marcando el límite con la calle. La fábrica de dulces, licor y galletitas fue creciendo por etapas, logrando una progresiva ocupación del suelo.
En el año 1910 amplía sus instalaciones construyendo un nuevo pabellón sobre la Avenida General Hornos, completando la manzana, también de ladrillo visto pero con una imagen menos señorial y más ligada a la revolución industrial.
Desde el punto de vista arquitectónico, la imagen de la fábrica de galletitas Bagley se fue modificando con el paso de las décadas, hasta dejar de funcionar en 2004, cuando pasó a manos de la multinacional Danone, que mudó su producción a la ciudad puntana de Villa Mercedes.
A partir de 2005, de la mano de la firma Copelle S.A. y el estudio Lopatin Arquitectos se desarrolló un proyecto de refuncionalización de la mítica factoría, que se convirtió en un volumen compacto de marcada horizontalidad.
El resultado es el Edificio Moca, conformado por cinco pisos con 224 departamentos (monoambientes y unidades de uno, dos y tres dormitorios, cada uno con una altura de 4,10 m), con dos piscinas semiolímpicas, solarium, spa, área de relax, gym, café y restó, biblioteca y auditorio con microcine. Un subsuelo con dos niveles de cocheras y locales comerciales en planta baja completan el programa.
Edificio Lezama. En el vértice que une Barracas con La Boca y San Telmo se implanta frente al Parque Lezama otro testimonio del pasado industrial porteño y Patrimonio Histórico de la Ciudad: la fábrica de bizcochos y galletitas Canale. La gran fábrica fue el resultado del crecimiento sucesivo del negocio de venta de dulces y galletitas que había importado un inmigrante genovés llamado José Canale.
Tal fue el éxito de esta “sustitución de importaciones” (por entonces hasta las galletitas se importaban de Francia e Inglaterra), que en Hacia 1915 el negocio familiar se había transformado en un gran proyecto industrial que requería el desarrollo de un espacio de gran escala, superior incluso a la planta de mediana escala ubicada en la calle Patagones, un paso intermedio entre la primera panadería familiar y la gran fábrica. El nuevo edificio de 100 metros de largo por 70 de profundidad, ubicado sobre la Avenida Martín García, fue pensado por los tres hijos de Canale: Amadeo, Julio y Humberto, este último ingeniero civil.
Durante el siglo veinte, el negocio fue sufriendo los embates de la economía, con cambio de dueños -SOCMA y Nabisco fueron los últimos propietarios del predio- y hasta un incendio que, años antes -en 1985-, dañó parte de las instalaciones. Finalmente, Nabisco trasladó la producción al Brasil, con lo que el edificio quedó en estado de abandono desde 2004 hasta que fue adquirido por un grupo privado, primero, y luego por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que procedió a la mayor intervención edilicia y revitalización urbana de la zona sur.
El estudio Mc Cormack -con dirección de obra de la arquitecta Emilce Argüello y la participación de diversos asesores y la constructora Lumi- fue el encargado del reciclaje y la refuncionalización de los espacios interiores. Con su fachada tradicional intacta, el proyecto general se basó en un partido de planta libre y dobles alturas con transparencias, accesibilidad y legibilidad. Finalizada en 2016, el Palacio Lezama hoy es la sede de los Ministerios de Desarrollo Urbano y Transporte y de Ambiente y Espacio Público, además de la Sindicatura General del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Silos de Dorrego El origen del actual conjunto de lofts que funciona en la Avenida Dorrego 1639 se remonta a la década de 1921, cuando en el barrio de Colegiales -aun sin traza urbana, con la sola presencia de las vías del ferrocarril, que transportaba las mercancías- se instala el Molino Minetti. Primero, con una estructura ladrillera que luego fue acompañada por una batería de silos; y años más tarde con un segundo volumen de similares características, también acompañado por otra estructura tubular destinada al acopio de granos.
El complejo funcionó hasta fines de la década de 1980, cuando cayó en el abandono hasta principios de la década de 1990, cuando los estudios Dujovne-Hirsch + M/SG/S/S/S desarrollaron conjuntamente el proyecto de recuperación y refuncionalización de las estructuras para alojar viviendas tipo loft y oficinas. Así se propuso un conjunto formado por dos cuerpos adosados, con grandes plantas continuas de 30 por 80. Las fachadas se mantuvieron, aunque se generó un tajo longitudinal para generar un patio-calle. La estructura original de cinco pisos de altura es atravesada por puentes, vigas, columnas y escaleras de metal que recrean y fortalecen la impronta de la construcción original.
Conformado a partir de un uso puramente fabril, los vacíos disponibles dieron por resultado espacios no uniformes y, en algunos casos, la construcción de entre pisos. En el caso de los silos fue necesaria la perforación de la piel pero sin alterar la imagen, destinando los espacios intersilos a las canalizaciones y sanitarios. El programa se completó con un conjunto de amenities compuesto por un jardín, piscina y un signo de esos tiempos: las canchas de paddle.
FUENTE: www.clarin.com