omo diría Liev Nikoláievich “León” Tolstói, el genial escritor ruso: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. La ciudad de Rosario tiene el placer de tener a uno de los grandes artistas, pintores y muralistas como Jorge Molina. El arte urbano y las intervenciones artísticas están en todos los países del mundo y nuestra ciudad no es la excepción.
Sin esperar nada a cambio, Jorge Molina trabaja con sus herramientas regalándonos su arte callejero, Mirador Provincial se entrevistó con el artista para conocer sus comienzos, su vida íntima y qué es el arte para él.
-¿Cuándo te empezó a interesar la pintura como práctica?
-Si bien había estudiado en la Esc. Provincial y también en la facultad, durante algunos años me dediqué al diseño gráfico y a la publicidad que eran terrenos más seguros en lo económico. El nacimiento de mi hija causó un verdadero tembladeral y me hizo replantear integralmente mi vida. Ahí supe que la única forma de ser un buen padre sería intentando ser feliz siguiendo mi verdadera pasión, que es sin dudas la pintura.
-¿Cómo fueron tus comienzos con el muralismo, en qué momento de tu recorrido decidiste probar pintar en la calle, en los muros, en la vía pública?
-El muralismo apareció cuando comencé a sentir la necesidad de “llegar” a más gente, y de “llegar” a cualquier tipo de personas sin que se interponga ninguna barrera, ni material, ni simbólica, como por ejemplo pagar un ticket, abrir una puerta o romper un prejuicio. Desde hace muchísimo tiempo se ha instalado un sistema realmente sectario en la circulación de las obras de arte que parece pertenecer sólo a un sector socio-cultura-económico, y el arte en la calle simplemente está ahí, al paso de todos.
-Cuando nace un proyecto para la elaboración de un mural, ¿cómo elegís la temática para la obra?
-Desde que comencé a pintar murales en Rosario, los organizo como series temáticas anuales. Me refiero a los murales que son mis obras callejeras, auto gestionadas y que responden a mi proyecto artístico. Estas series se van encadenando año tras año, y a la vez, en las paredes se van interconectando. Imagino que cada serie funciona como un coro de murales que resuenan en distintos barrios a la vez, con el paso del tiempo, estos coros se van sumando y las melodías se complejizan….
Paralelamente a esto están los murales pagos, que son encargues de instituciones o particulares… poco a poco voy logrando que varios de estos encargue sean coincidentes con mi proyecto del momento. “Pintá lo que quieras” son las palabras mágicas que siempre espero me diga cualquier cliente.
-¿Cuál crees que el regalo que el muralismo deja como obsequio a la ciudad y a sus calles?
-De base, el muralismo le da color a las calles, genera una acción que se renueva permanentemente y para mucha gente, esto comienza a ser un fenómeno que merece ser tenido en cuenta. Creo que a la vez, pintar un mural en la calle implica asumir una responsabilidad que no se puede desdeñar. La calle es de todos, y este todos merece respeto, tener en cuenta que la obra que uno pinta tiene que ser de alta calidad artística y sensibilidad por lo social, por lo colectivo. El arte callejero no es igual al arte en tu taller. En general, las obras que pintás en la calle no te las pide nadie, y los transeúntes no son prevenidos de que se encontrarán con obras de arte en su camino. Esas personas merecen calidad y consideración, no se puede hacer arte callejero sin pensar en los otros.
-¿Qué sucesos se dan entre la obra y el observador, el transeúnte?
-El intercambio es constante y apasionante, la gente agradece, pregunta, se alegra… a veces te traen algo para comer, o tomar… siempre desde el agradecimiento por la idea de “darle color a estas calles tan grises” (es lo que dijo una vez un vecino de Ludueña). Disfruto muchísimo este contacto permanente con las personas, con los vecinos, es hermoso y enriquecedor.
-¿Cuál fue la experiencia más movilizadora que tuviste como muralista?
-Recuerdo dos experiencias movilizadoras muy fuertes. La primera durante coordinación y realización de un mural participativo en un barrio pobre de una ciudad no muy lejos de París en 2012. Hubo serios problemas para concretarlo por las trabas que puso el poder político de turno, y los empresarios propietarios de ese barrio, y sin embargo, a pesar de todo, y gracias a la unión y solidaridad de los vecinos ese mural se pintó conjuntamente con unas 60 personas habitantes del barrio y durante un mes de trabajo la plaza fue una fiesta permanente.
La segunda experiencia fue en Rosario, cuando cierto tiempo después de haber pintado un mural de una contrabajista en actitud desafiante, con el arco levantado, supe que algunos días después pasaba por ahí la Directora de la Orquesta infanto-juvenil del barrio Triángulo, que además es contrabajista. Ese día, después de una reunión frustrante había decidido abandonar su cargo debido a las enormes dificultades y trabas que sufría, era 2018 y se habían desfinanciado las orquestas barriales, no había cargos para los profes, etc. En concreto, al pasar frente al mural, angustiada por su decisión, vio a esa otra contrabajista pintada en la pared que de alguna manera le decía que tenía que seguir adelante, con su gesto, con su actitud… Así fue como cambió de idea, y sigue a cargo de esa orquesta tan significativa para la ciudad y las barriadas pobres. Cuando me contó su historia, (no la conocía hasta entonces) decidí cambiar la temática de los murales que tenía planeados y comencé a pintar “La Orquesta del Tri de papel” una serie de 64 paste-ups con los recorrí varias ciudades de España y Francia dejando varias obras en sus calles para finalmente instalar muchos de esos niños y niñas con sus instrumentos en las calles de Rosario y especialmente en el barrio Triángulo.
-¿Crees que hay una identidad o estilo particular del muralismo en Rosario?
-Creo que el muralismo callejero crece y se afianza, hay algunos artistas con estéticas singulares que poco a poco le van dando a las calles de la ciudad un color y una sensibilidad particulares y tengo la impresión que quizá las temáticas vinculadas con la protección de los humedales, y las causas ecológicas vinculadas con las causas sociales y de derechos humanos, pueden darle al arte urbano en Rosario algunas particularidades distintivas. Quizá dentro de algún tiempo podamos hablar de “la trova de muralistas rosarinos”.
-¿Cuál es el mensaje que buscás transmitir con tu arte?
-Aspiro a que mis murales generen en un primer momento un freno al paso acelerado de las personas. Un mural que hace que detengas tu camino, que te hace ver, mirar, y que te deje una sensación que te seguirá un ratito cuando retomes tu marcha… Esos segundos en los que cambia tu tiempo son suficientes para dejarte pensando, sintiendo, sospechando, intuyendo, reconociendo algunas señales que el mural contiene, quizá te haga pensar en tu infancia, en tu barrio, en la alegría que ocultan las calles, en esos barrios de fantasía que proponen los murales, o lo que ocultan las miradas de los rostros, o porqué un pez gigante contiene casitas y es conducido por una chica… mi objetivo es sensibilizar y dejar pensando.
-¿Cuál creés que es la importancia del arte en el espacio público?
-Lo más importante es su poder comunicacional y su pertenencia absoluta al arte popular. Su inigualable capacidad de contactar, de “tocar” a todas las personas sin ningún tipo de distinción o pertenencia.
El arte es política
-¿Creés que es posible separar el arte de la política?
-No, el arte es esencialmente político. La idea instalada y extendida enormemente que nos hace creer y decir “yo no sé nada de arte”, es producto de un proceso dirigido y sostenido ideológica y políticamente desde hace años. Socavar y minar nuestras capacidades, hacernos sentir tan insignificantes como para auto-convencernos de que no sabemos nada de arte es resultado de un proyecto ideológico, que va de la mano con la desvalorización de cualquier realización o producción cultural popular, obviamente, la otra parte de esta ecuación es proponer como arte producciones absolutamente elitistas e “incomprensibles salvo para algunas sectas o grupos minoritarios de iniciados. Pintar murales artísticos en las calles es un acto político, sin dudas-
-¿Cuáles son tus próximos pasos, proyectos?
-Comencé hace unos días a pintar una nueva serie de murales que llamé “barrio-pez”. Son enormes peces que contienen pequeños barrios y que nadan en fondos de agua ocres y marrones. Cada nuevo mural tendrá una pequeña escena montada sobre el pez: una chica que lo guía tomada de unas banderas en un caso, un personaje que lee libros gigantescos en otro caso, un joven astrónomo que intenta ubicarse en una (nuestra) galaxia de agua… Esta serie está basada en una serie de acuarelas que vengo desarrollando desde los meses y también tendrá su versión en “papeles-mural”, que comienzo a preparar para viajar a Francia en octubre del 2022, donde voy a organizar algunos taller de murales sobre papel y a instalar una veintena de estas obras en Albi, Clermont-Ferrant y París.
“Desde hace muchísimo tiempo se ha instalado un sistema realmente sectario en la circulación de las obras de arte que parece pertenecer sólo a un sector socio-cultura-económico, y el arte en la calle simplemente está ahí, al paso de todos”.
“El arte es esencialmente político. La idea instalada y extendida enormemente que nos hace creer y decir “yo no sé nada de arte”, es producto de un proceso dirigido y sostenido ideológica y políticamente desde hace años”.
FUENTE: Gisela Mesa – www.miradorprovincial.com