Los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal ganaron ayer el Pritzker, considerado el principal premio arquitectónico mundial, en su edición correspondiente al año en curso. Con este fallo, el Pritzker -auspiciado por la familia homónima, una de las grandes fortunas de Estados Unidos- reconoce el valor de una arquitectura de clara vocación social, extraordinariamente apreciada por sus usuarios y merecedora del aplauso mayoritario en el colectivo profesional. “La buena arquitectura -indica Lacaton en el comunicado del premio- está abierta a la vida, a reforzar la libertad de las personas y permitirles que hagan en ella lo que necesitan hacer. No debería avasallar ni imponer, sino ser algo familiar, útil y hermoso”.
Un proyecto que ejemplifica el quehacer de Lacaton y Vassal es la transformación de la Torre Bois-Le-Prêtre, un bloque de 17 plantas y 96 viviendas, construido al norte de París en los años 60, y que ellos renovaron entre 2005 y 2011, junto a Frédéric Druot. Cuando la política oficial apostaba por la demolición de este tipo de construcciones y su sustitución por otras de nueva planta, Lacaton y Vassal propusieron un plan de ampliación mediante la eliminación de la fachada de hormigón y el añadido de galerías de tres metros de ancho, que agrandan la superficie del piso y mejoran sus condiciones de aireación e insolación, a un precio muy inferior al requerido por derribos y construcciones.
Este deseo de dar el máximo rendimiento con el mínimo presupuesto tiene su origen remoto en la estancia que tras acabar los estudios de arquitectura realizó Vassal en Níger –acompañado en ocasiones por Lacaton-. “Allí todo se manifiesta -indicó el galardonado a este diario en 2016- de modo muy claro. Las cosas son directas, el clima es duro, como el paisaje, siempre horizontal y desnudo. Allí cada gesto responde al afán de supervivencia. Cuando hace mucho calor, uno busca instintivamente una sombra, una corriente de aire. La inventiva de la gente con muy pocos recursos para escapar a los rigores del clima es sorprendente”.
La habilidad de Lacaton y Vassal para trasladar a Europa lo aprendido en África ha sido clave en el desarrollo de su modelo arquitectónico, que busca el ahorro económico, pero también la mayor calidad de espacio, aire y luz para los usuarios de sus obras, a menudo personas con recursos limitados, y busca hacerlo con materiales y sistemas constructivos que aportan innovación a sus proyectos.
La primera muestra de esta línea de trabajo la dieron en la Casa Latapie (1991-93) en Floriac, Burdeos, donde respondieron al bajo presupuesto disponible con materiales propios de las construcciones industriales, y otros usados en invernaderos. Este empleo de elementos industrializados se combina con una declaración de amor a la naturaleza en la Casa en Lège-Cap Ferret (1996-98), en la bahía de Arcachon, construida en una parcela boscosa respetando todos sus árboles, empezando por los que quedaron englobados dentro de la construcción.
Además de viviendas colectivas o particulares, Lacaton y Vassal han construido también, entre otras tipologías, edificios universitarios como la Escuela de Arquitectura en Nantes (2003-08), bodegas, teatros como la sala Le grand Sud (2009-13) en Lille, o espacios museísticos como la transformación del Palais de Tokyo (2001-2012) en París, un equipamiento para el arte contemporáneo realizado con un presupuesto mínimo, que en su primera fase no llegó a los 400.000 euros.
En el 2019, ganaron el premio Mies van der Rohe con sus tres bloques de 530 viviendas en el Grand Parc de Burdeos, firmados con Druot y Christophe Hutin. Como en Bois-Le-Prêtre, la estrategia consistió aquí en añadir a la fachada de los bloques preexistentes un nuevo cuerpo, de casi cuatro metros de anchura, proporcionando a las viviendas galerías vidriadas, a las que se accedía por las antiguas ventanas, convertidas en aperturas mayores. Las obras se realizaron sin necesidad de desplazar a los usuarios ni aumentarles el alquiler. El coste de la intervención fue de 365 euros por metro cuadrado, mucho más barata que demoler y construir, y procurando a sus inquilinos mejores condiciones de vida. La cartera de pedidos de los laureados, muy centrada en Francia, cuenta ya con obras en otros países, como el hotel que están construyendo en Dakar, en Senegal.
“Este año, más que nunca, hemos sentido que debíamos formar parte de la Humanidad en su conjunto -ha declarado Alejandro Aravena, ganador del Pritzker en 2016 y ahora presidente de su jurado-. Ya sea por razones sanitarias, políticas o sociales, es necesario construir un sentido de colectividad. Como en cualquier sistema interconectado, ser amable con el medio ambiente y la Humanidad significa ser amable con la próxima generación. Lacaton y Vassal son radicales en su delicadeza y osados en su sutileza, equilibrando una aproximación respetuosa y decidida a nuestro entorno construido”.
Lacaton (Saint-Pardoux, 1955) y Vassal (Casablanca, Marruecos, 1954) se conocieron en la Escuela de Arquitectura de Burdeos y abrieron su estudio en París en 1987, donde residen cuando no dan clase en otras ciudades. Lacaton fue investida doctora honoris causa en Barcelona, por la Universitat Ramon Llull, en febrero del año pasado. “Nuestra gran virtud como equipo de trabajo -indicó Vassal a este diario- es la complementariedad. Trabajamos siempre juntos y a veces se da cierta diferencia de ritmo. Pero no hay desacuerdos serios entre nosotros. Así es como progresamos, avanzando primero un pie, luego el otro, luego el otro”. Hasta el Pritzker.
Lacaton y Vassal en cinco ideas: “Elegimos el gesto mínimo que da un servicio máximo”
El ideario de los ganadores del Pritzker 2021 se sitúa en las antípodas del de los grandes arquitectos estrella que producen edificios de formas espectaculares y alto presupuesto, abundantes en el palmarés de este galardón. Su actitud no es reactiva, sino el fruto de una convicción personal y profesional que guía su trayectoria desde que fundaron su estudio, ilustrada con las cinco ideas siguientes, recogidas por “La Vanguardia” en distintos encuentros de Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, que tuvieron lugar en 2016, 2019 y 2020.
Sencillez. “El arquitecto debe reconsiderar con toda sencillez lo que significa producir espacio para los habitantes de sus obras. Nosotros elegimos el gesto mínimo que da un servicio máximo, haciendo habitable ese espacio.”
Reconstrucción. “No nos gusta derribar ni suprimir, sino reciclar y añadir (…) El parque de viviendas puede evolucionar, no hace falta demolerlo y construir de nuevo: se puede reconstruir. El derecho a la vivienda digna antecede a los objetivos arquitectónicos formales.”
Control del gasto. “Cada euro gastado en la renovación debe revertir en la calidad del espacio de habitación. No buscamos sólo un cambio de imagen (…) Creemos que ser sostenible significa gastar menos y mejor”.
Elementos naturales. “Nuestro planteamiento nos lleva a interesarnos por el ahorro económico, pero también a ambicionar la mayor calidad de habitación. Hay que jugar con el aire, la luz, los elementos naturales, en lugar de aislarse de ellos”.
Honestidad. “¿La arquitectura del futuro? Es mejor hablar del presente. Tratamos de ser honestos, de hacer coincidir lo que hacemos con lo que pensamos y decimos. Se habla mucho del futuro cuando se hace poco en el presente.”
FUENTE: Llátzer Moix – www.lavanguardia.com