Fue sede de parte de un convento hace cuatro siglos y de un depósito aduanero hace dos. Contra sus paredes de ladrillos a la vista rebotó el tango desde fines de los sesenta hasta entrado este milenio. Tras décadas, el género más porteño volverá a escucharse y verse este martes en el nuevo Michelangelo, en pleno Casco Histórico.
Por la casa de tango de Balcarce 433 pasaron figuras populares como Sandro y Mirtha, Moria y Susana, Porcel y Olmedo. Consagrados al compás del dos por cuatro como Juan D’Arienzo, Libertad Lamarque, Raúl Lavié, Astor Piazzolla. Símbolos de la canción como Alberto Cortez, Juan Manuel Serrat, María Martha Serra Lima. Y artistas internacionales como Liza Minnelli y Madonna.
Desde este martes Michelangelo será otra vez sede de espectáculos. En el primer piso, inaugurará una sala teatral de 320 asientos, por cuyo escenario pasarán orquestas y bailarines de tango nacionales e internacionales.
Al lado de la sala hay un bar y, en la planta baja, un restaurante de cinco salones y 200 lugares, donde la carne será protagonista.
“Se podrá pedir a la carta o servirse bajo el sistema buffet, a partir de las 19.30. Y a las 21.30 suben todos al teatro”, explica el gerente Tony Peró, que ya venía cumpliendo el mismo rol en el complejo tanguero contiguo, La Ventana, en Balcarce 425. Todo queda en familia, incluso entre los socios: los nuevos dueños son Luis Machi y sus hijos Alan y Luciano, chef y parte del área comercial respectivamente.
El marco es único: la tanguería se emplaza en una edificación histórica construida entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX, y sobre el terreno que desde 1606 ocupó la orden de Santo Domingo, cuyo convento está en la misma manzana. Por eso es que, para esta reinauguración, hubo que recurrir a arquitectos expertos en restauración.
El elegido fue Pablo Veliz, que cuidó que se mantuvieran los ladrillos originales, restauró puertas y vitrales, y sumó ascensores. El resto del mobiliario se diseñó al estilo de la época de esplendor del tango, poco menos de un siglo atrás.
Capas de historia
En Michelangelo, la historia se superpone como si fuera de capas geológicas, hechas de usos y cultura en lugar de corteza y núcleo. Como el edificio estaba justo frente a la vieja Aduana porteña, se instaló allí un depósito aduanero. Y en el mismo predio, en el lote contiguo a Michelangelo, funcionó la destilería de la familia Huergo.
Las obras para el depósito aduanero arrancaron en 1752, cuando se demolió la iglesia del convento. Pasaron varios arquitectos hasta que en 1849 llegó el inglés Edward Taylor y terminó el edificio, excepto su fachada, finalizada casi medio siglo después.
Allí es donde luego se hallaron viejos frascos de medicamentos, utensilios, vasijas, vajilla, monedas y botellas. Fue durante las excavaciones del arqueólogo Daniel Schávelzon y equipo en 1989 y 1990. Fueron encargadas por el dueño de Michelangelo de entonces, que iba a reabrir la tanguería y sabía que el edificio tenía valor histórico, pero no quién lo había construido ni cuándo.
“Hasta las espinas de los pescados y los huesos de las aves que comían los dominicos en el convento encontramos. Esas y otras evidencias nos permitieron saber que tenían una dieta más variada que el resto de la sociedad de la época”, cuenta a este diario Schávelzon, que coescribió el libro Excavaciones en Michelangelo (1998).
“En los ochenta el piso tenía una losa de hormigón exageradamente grande. Cuando la levantamos, vimos los pozos de dos metros de diámetro de la cocina de los dominicos. También se encontró la basura que descartaban los obreros que trabajaban en la parte delantera”, explica el arqueólogo.
as excavaciones dejaron al descubierto incluso parte de los arcos más antiguos sobre los que descansa el edificio. También, cómo se construía sobre las barrancas que bajaban hacia el río, mucho más cercano entonces: es por eso que hay diferencia de alturas entre la actual entrada principal de Balcarce y la de 5 de Julio. Como resultado de esa investigación, se supo entonces que la fachada original era la del pasaje y no la del ingreso de Michelangelo.
Incluso hay sótanos, que siguen la traza de los túneles excavados bajo los cimientos. Se cree que servían para escapar de ataques de pobladores originarios y de piratas. Otros dicen que allí se almacenaban mercaderías que entraban y salían con la complicidad de virreyes y cortesanos. Por ellos se asoma una abertura profunda que todavía recibe las aguas del río.
Mucho tiempo después, a fines de los sesenta, en esos mismos túneles tocarían Piazzolla, Susana Rinaldi y Osvaldo Piro, y arrancaría la historia de Michelangelo. Pero en 1807, cuando la tanguería no era ni proyecto y el edificio todavía se unía al convento, en su huerta fueron enterrados soldados británicos y argentinos sobre el final de la Segunda Invasión Inglesa. Es que ese templo fue el último lugar en el que se atrincheraron las tropas invasoras.
Esos restos fueron removidos y trasladados a cementerios durante la expropiación de la huerta en 1822 y la posterior construcción de la calle 5 de Julio, que dividió el convento en dos. Tendrían que pasar tres décadas para que comenzara a funcionar allí un depósito aduanero. Y un siglo y medio para que el lugar fuera remodelado y convertido en el salón de espectáculos que reabre sus puertas este martes.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com