Fernando Molnar es director de cine, pero creció rodeado de ingenieros y arquitectos. Cuando era chico recorría las obras de tíos y abuelos extasiado por las grandes máquinas y los cientos de obreros.
Pero Fernando quería ser director de cine y lo logró. Claro que el destino también juega sus cartas. Su último documental cuenta una historia secreta, la de la influencia invisible de los ingenieros y arquitectos alemanes en el país.
Konstruktion Argentina es la puerta que abrió Molnar para que sepamos que La Plata es casi una ciudad germana, que el Banco Nación de Plaza de Mayo tiene inspiración nazi o que la pelea política de los diseñadores del Automóvil Club de Avenida del Libertador hizo que el edificio tuviera dos partes totalmente distintas.
La historia familiar de Molnar se despertó durante un seminario sobre la Bauhaus dictado por el arquitecto Fabio Grementieri. Esa mítica escuela de diseño, arte y arquitectura inventó todo lo moderno a principios del siglo XX. Superficies limpias, formas puras, racionalidad constructiva y funcionalidad fueron sus premisas revolucionarias. Hoy parecen moneda corriente pero, a principios del siglo pasado, mientras la Bauhaus desarrollaba sus ideas, en nuestras tierras se hacían edificios de estilo, llenos de molduras y ornamentos.
El año que viene se cumplirán 100 años de la fundación de esa escuela en Weimar, Alemania, y Molnar quiso recordar que su fundador, el arquitecto Walter Gropius, visitó la Argentina en 1968 para diseñar el edificio de la embajada de ese país, que nunca se construyó.
La película empieza con la excusa de seguir los rastros de Walter Gropius en la Argentina, pero en el camino descubre la influencia alemana en edificios de los más variados.
En base a una historia desconocida, o por lo menos olvidada, Molnar consiguió el apoyo del INCAA, de la Embajada de la República Federal Alemana en la Argentina, de la empresa Knauf Argentina, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, de la Cancillería Argentina y del Fondo Nacional de las Artes.
La historia oficial concede que siempre hubo influencia francesa en los grandes palacios de nuestra oligarquía, obvia herencia española en la construcción colonial y hasta un ADN italiano en las casas chorizo y sus frentes ornamentados. Molnar nos muestra otra historia.
Los datos asombran. Un caso es el de la ciudad de La Plata, una obra gigantesca de ingeniería y urbanismo que se realizó en tiempo récord a partir de l886. Para construir los edificios gubernamentales de la provincia de Buenos Aires, y los más importantes de lo que sería su capital, se llamó a concurso internacional del que llegaron casi treinta proyectos de todo el mundo. A pesar de eso, de los cinco concursos, tres fueron declarados desiertos y el de la Legislatura y la Municipalidad fueron ganados por arquitectos alemanes de la ciudad de Hannover.
A uno de estos ganadores se le pidió el proyecto de la actual Catedral de La Plata y, en el proyecto de la Casa de Justicia, intervino el ingeniero Adolfo Büttner, un arquitecto argentino que se especializó en Alemania.
Pero la película de Molnar descubre más. Basada en las investigaciones de Fabio Grementieri y Claudia Schmidt, la película desmenuza la influencia que pudo tener la arquitectura del Tercer Reich en el proyecto del Banco Nación del arquitecto Alejandro Bustillo. Y encuentra coincidencias estremecedoras con el sistema jerárquico que fascinaba a Hitler.
En tiempo en que el mundo se dividía entre partidarios de los Aliados o del Eje, la disputa política también alcanzó a los arquitectos.
En el edificio del Automóvil Club Argentino, el de Avenida del Libertador, la grieta se hizo patente. En esa mole de aspecto moderno y monumental a la vez, se expresa el conflicto político. Su diseño estuvo a cargo de un gran equipo de arquitectos, algunos embanderados con la prédica moderna y otros, apegados a la tradición, el estilo y la tendencia monumental.
Lo cierto es que el grupo se partió en dos, por un lados los simpatizantes del Eje y, por el otro, los funcionalistas de cuño Bauhaus.
Según Grementieri y Schmidt, la disputa se resolvió dividiendo el edificio en dos. El frente monumental lo hizo el equipo del Eje, la parte posterior, industrial y semicilíndrica, el equipo cercano a la Bauhaus.
FUENTE: www.clarin.com – Miguel Jurado