La emisión de dióxido de carbono (CO2) en China duplicó a la del resto del mundo en 2018, y representó 25% del total mundial. La República Popular es el principal emisor de CO2 del planeta.
La política china sobre el “cambio climático” no está centrada en el impulso a una fuente de energía determinada (por ejemplo, las “renovables”), presentada como alternativa a los combustibles fósiles derivados del petróleo.
Tampoco en la sustitución sistemática del carbón —que representa más de 60% de su oferta energética— por el gas natural importado de EE.UU. (“shale gas”), sino en un hecho estructural de otra naturaleza, que es la modificación de la matriz productiva, revelada en la reducción progresiva de la intensidad energética por unidad de producto, sinónimo de la nueva revolución industrial.
La nueva revolución industrial, que es la cuarta en la historia del capitalismo, se funda en el conocimiento y en el “capital humano”, y ha dejado atrás, como factores accesorios y crecientemente irrelevantes, al capital y el trabajo; y se despliega en China a partir de 2011/2013, cuando se hizo cargo del poder la 5ta. Generación del Partido y el Estado, encabezada por Xi Jinping.
Desde entonces, la República Popular ha logrado reducir en más de 40% su intensidad energética por unidad de producto; y este logro formidable es sinónimo de expansión sistemática de la economía digital, que ascendía a 38% del producto en 2018 y treparía a más de 40% en 2020.
La economía digital china —por la que transcurre la nueva revolución industrial— crece 12,2% por año en la última década, el doble del PBI nominal (+6,2% anual en 2019); y superaría 50% del producto en 2023, para abarcar a prácticamente la totalidad del PBI (93% / 95%) en 2030.
El despliegue de la economía digital hace que el auge del PBI per cápita (+8,1% por año / US$10.000 anuales en 2019) esté en relación inversa a la caída de la intensidad energética y ocasione en forma correlativa una drástica disminución de la emisión de dióxido de carbono (CO2).
El resultado es que la emisión de CO2 por unidad de producto ha disminuido 40% / 45% entre 2005 y 2020; y ahora lo previsible es que este ritmo se mantendría en la próxima década. De ahí que China, principal responsable de la emisión de CO2 en el mundo, sea también la mayor reducidora de intensidad energética del planeta.
En ese papel benéfico la continúa Canadá y luego EE.UU., la mayor economía del mundo (US$21.9 billones / 25% del PBI global), que la precedió en el liderazgo polucionador hasta 2005.
A este ritmo, China alcanzaría el pico de intensidad energética en 2025, mientras que en la situación existente hasta 2011/2013, en que se hace cargo del poder la 5ta. Generación, el pico máximo se revelaría sólo en 2050.
El cálculo del gobierno chino es que la intensidad de carbón (emisión de CO2 por unidad de producto) disminuyó 4% en 2018, que equivale a una declinación acumulada de 45,8% comparada con los niveles de 2005. Es una reducción de este indicador estratégicamente decisivo de 5.260 millones de toneladas de dióxido de carbono en ese periodo.
Este logro fundamental ha sucedido cuando la polución prácticamente ha desaparecido en los grandes centros urbanos, ante todo en el Norte del país, encabezados por Beijing, sumergidos en una crisis ecológica de características catastróficas en la etapa previa a 2011/2013.
El cambio estructural de la economía china, guiado por la acelerada disminución de la intensidad energética, se manifiesta en la industria terciaria (servicios), que representó 53,3% del PBI en 2018, y fue 13,6% más elevada ese año que la actividad manufacturera, e implicó más de 60% de aumento del producto, con un alza en los ingresos de 11,4% y 6,5% en las ganancias.
El PBI de la República Popular es hoy más liviano, consume menos energía y materias primas y dispone de una superior capacidad de creación de valor y de empleo que hace 10 años, cuando la industria manufacturera era todavía el impulso fundamental de expansión.
EE.UU., la otra y principal superpotencia del sistema global, es el único país avanzado que ha disminuido significativamente la emisión de dióxido de carbono (CO2) en la última década (-0,5% en 2018) y esto ha ocurrido por tercer año consecutivo, con un efecto acumulado de casi 2 puntos.
El descuento (secuestro) de CO2 ha superado 4.810 millones de toneladas en este periodo; y esto ha ocurrido sumado a un alza récord del crecimiento de la energía renovable, que ya cubre 17% del total de la demanda.
La regla en el capitalismo desde la primera revolución industrial es que —dice Marx— “…la humanidad sólo se plantea problemas que puede resolver”; y si el “cambio climático” es una cuestión crucial hoy es porque la cuarta revolución industrial permite solucionarlo.
La historia es un fenómeno hondamente anti-utópico que ofrece en el presente siempre la solución de sus grandes desafíos. Todo consiste en no desesperar.
FUENTE: Jorge Castro – www.clarin.com