El casco histórico porteño mantiene esa mirada romántica de la Buenos Aires colonial. Transitar por las calles y los pasajes de San Telmo, San Nicolás y Monserrat puede resultar un viaje al pasado. Son esas mismas calles adoquinadas con esas piedras que llegaron desde la isla Martín García, donde circularon, hace siglos, carruajes y caballos. Pero la experiencia es diferente a kilómetros de allí, en barrios donde el empedrado se convierte en una trampa para vehículos y peatones por su deterioro y falta de mantenimiento.
En Villa Urquiza, por ejemplo, la avenida Triunvirato cuenta con una colección de baches, ondulaciones y piezas sueltas que alteran la circulación de los automóviles, particulares y taxis, y también de los colectivos. Al mal estado general se suman las secuelas que dejan las obras en el espacio público y el tendido de servicios, aunque estas situaciones quedarán ocultas bajo el asfalto, como ocurrirá en la avenida Triunvirato, y en más de 1700 calles adoquinadas de la ciudad.
Todas ellas serán, tarde o temprano, pavimentadas al no formar parte del catálogo definitivo de calles preservadas como patrimonio cultural de la ciudad, tal cual lo estableció la ley 4806, aprobada el año pasado en la Legislatura. La norma dispuso nuevas reglas para el tratamiento del empedrado porteño, un tema sensible y que atravesó varias etapas de conflicto entre el gobierno y agrupaciones que promueven y defienden el patrimonio, hasta llegar a instancias judiciales.
Aunque la ley se aprobó hace varios meses, hasta el momento se desconocía el registro de calles con protección histórica al que tuvo acceso LA NACION.
De las 26.000 calles porteñas son 3681 las adoquinadas, según fuentes del Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño. De todas ellas, 1966 tienen protección histórica, según lo establecieron las 15 juntas comunales sobre la base de las áreas de protección histórica de cada barrio, la arquitectura especial, los sitios o lugares históricos y los distritos de urbanización y parque (espacios verdes), por lo que no serán asfaltadas. Las restantes 1715 podrán ser tapadas por el asfalto, lo que ya está ocurriendo en barrios como Villa del Parque, Villa Devoto y Núñez.
Las disputas provocaron una deficiencia en el mantenimiento del empedrado que provocó la lenta agonía de los adoquines. Antes de aprobarse la nueva ley, las calles contaban con una protección estricta que impedía ejecutar los planes oficiales. El gobierno pretendía asfaltar las que se encontraban en mal estado o retirar parte de las piezas. Los intentos chocaron con la resistencia vecinal y, en varios casos, las obras se frenaron por amparos judiciales, como ocurrió en 2013, cuando se impidió levantar el empedrado de Carlos Calvo, entre Paseo Colón y Balcarce, y en Balcarce, entre Pasaje Giuffra y Estados Unidos, en San Telmo.
Con los cambios, la Comisión de Preservación del Patrimonio Histórico Cultural puede actualizar el catálogo de protección. De aquellas donde se retire el adoquín, las piedras recuperadas podrán ser utilizadas en la construcción de nuevos senderos peatonales, itinerarios de plazas y parques, diseño de plazas secas, o en las vías del subterráneo o premetro.
“Con dolor veo cómo las máquinas asfaltadoras ‘atacan’ las calles adoquinadas, en el corazón del barrio. A muchos nos incomoda esta situación, pero otros no le dan mucha importancia porque quieren asfalto para que el auto no rebote. El patrimonio histórico y cultural no interesa mucho”, planteó Eduardo Bisognin, un vecino de Villa del Parque.
El tema suele dividir opiniones entre los que están a favor de la protección y quienes plantean una convivencia difícil con estas calles, sobre todo los automovilistas. “Creo que se debería mantener el adoquinado en el casco histórico, pero no en el resto de la ciudad, que evolucionó y plantea otras normas de transitabilidad y movimiento. El empedrado en mal estado destruye los autos”, dijo Marcelo Argal, de Villa Urquiza.
Asfaltar una cuadra completa puede demorar una hora y media, como ocurrió en la calle 11 de Septiembre, en Núñez, donde las máquinas ya pasaron y taparon los adoquines. Para hacerlo, primero se aplicó una mezcla de arena con cemento asfáltico que empareja los desniveles de los adoquines; luego se colocó una carpeta de mezcla asfáltica, compuesta de piedra, arena y cemento asfáltico. Entre las dos capas se colocó una emulsión y luego una aplanadora le dio la terminación. Al final, un rodillo neumático selló el pavimento.
“Nunca se entendió el valor paisajístico del adoquinado en la conformación de la imagen de las calles porteñas, en especial las de sus barrios. Se están asfaltando calles con escaso tránsito y está claro que tapar o reemplazar los adoquines con asfalto no es hacer mantenimiento. Eso está indicado en las recomendaciones internacionales de conservación de los paisajes urbanos históricos”, sostuvo el arquitecto Marcelo Magadán, especialista en conservación del patrimonio.
La solución planteada desde la sanción de la ley es, para muchos, darle la espalda a la historia de las calles porteñas. Durante años las trabas vecinales y judiciales lo impidieron, pero ahora parece que el asfalto ganará la batalla.
FUENTE: lanacion.com.ar