La casa de la avenida Luis María Campos 1126 resiste con heroísmo el vertiginoso crecimiento de la Ciudad de Buenos Aires. Construido en 1926, este palacete de Belgrano quedó como un rastro de lo que fue el barrio a principios del siglo XX, cuando el país soñaba con mantener su lugar de privilegio en el economía mundial.
Ahora, un nuevo proyecto inmobiliario tiene la novedad de incluir en vez de demoler la casona construida por el arquitecto César Ligueri. Se trata de la única casona que queda en la parte alta de la barranca que daba al río en la zona. Hasta las primeras décadas del siglo XX, todo el barrio era de este tipo de casas.
Idas y vueltas del proyecto
Julio Lapadula, titular del fideicomiso que se hizo cargo del proyecto, le contó a LA NACION cómo fueron los vaivenes para concretar la construcción. “Antes de comprar el terreno hicimos todos los trámites en la Dirección de Urbanismo de la Ciudad para saber si podíamos construir. Nuestra idea desde el principio era conservar la casa. Nos parecía que eran metros cuadrados construidos que se podían aprovechar. Y de hecho lo hicimos”, aseguró.
En el 2008, el caso del palacete fue tratado en el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales (CAAP). Este organismo no le dio a la propiedad el status de patrimonio cultural. Pero el gobierno de la Ciudad negoció con los constructores para que se preservara y se diera visibilidad a la casona.
Lapadula explicó que “se dejaron dos pisos sin construir para que la casa se vea desde la vereda. Y se va a hacer todo un trabajo de restauración e iluminación para que disfruten de la vista todos los vecinos del barrio”.
En el 2012, cuando ya estaba el acuerdo para comenzar las obras, llegó un amparo interpuesto en la justicia porteña por la ONG Basta de Demoler. El trámite demoró unos tres años hasta que se resolvió en forma favorable para la constructora. “La dilaciones eran por el tiempo que tarda siempre en contestar el Gobierno de la Ciudad -recordó Lapadula-. Pero finalmente se resolvió y en el 2015 pudimos empezar la obra”.
Desde Basta de Demoler admitieron que el proyecto tiene la luz verde de la Justicia porteña para avanzar. En diálogo con La Nación, María Carmen Usandivaras, presidenta de la ONG, lamentó que “no se preservara una de las pocas barrancas que quedan junto con la de la plaza de enfrente de la estación Belgrano C”.
El primer trabajo realizado fue un gran pozo debajo de la casa para construir tres subsuelos con unas 40 cocheras. “Se removieron unos 9.000 metros cúbicos de tierra con apuntalamiento para evitar problemas -explicó el arquitecto Hugo Bustamante, director de la obra-. Tenemos la napa de agua muy cerca en esta zona. Por eso tuvimos que hacer una obra de ingeniería con impermeabilización y con unas 9 bombas de agua para poder construir. Son 11 metros hacia abajo en un trabajo para el que tardamos unos 2 años. No sufrió daño ni la casa, ni ninguna propiedad lindera”.
Las últimas habitantes del palacete
Pese a que en algunos sitios de Internet esta casa figura como la vivienda del escritor José Hernández en su infancia, se trata de un mito que corrió por el barrio. El creador del Martín Fierro nació en 1834 y la casa fue construida 1926.
Las últimas habitantes de la casa fueron las hermanas japonesas Norma y Orlanda Yokohama. Antes de vender su hogar a la constructora, en 2008, las hermanas hicieron una última ceremonia del té, como habían aprendido en Japón. Lapadula recordó que “eran dos ancianas adorables, pero la casa ya les quedaba demasiado grande.
La casa de Luis María Campos había sido comprada por su padre, Kenkichi Yokohama, al emigrar a la Argentina al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Kenkichi fue el primer presidente de la Asociación Urasenke en Argentina, una institución que se encarga de divulgar la cultura japonesa en nuestro país.
Yokoham padre murió en 1978 y su hija Norma ocupó su lugar en la institución. Desde allí impulsó la llegada del arte y la cultura japonesa a argentina. En aquella época el palacete de Luis María Campos lucía repleto de biombos, esculturas y piezas de arte niponas.
Norma cedió todos sus tesoros al Museo de Arte Oriental, del cual era directora. Pero siguió con sus ceremonias de té en su casa. La mujer murió en el 2017, pero en una nota del 2003 dejó sus definiciones sobre los rituales japoneses. “En la ceremonia del té no se puede hablar ni de política ni de religión. Está prohibido cualquier tema que produzca irritación porque se trata de lograr la tranquilidad que nos conduzca al dominio de nuestro yo, al autocontrol. Los temas corrientes son los relacionados con la pintura, la filosofía y la poesía”.
Nueva vida a la casona
El palacete será preservado en su exterior y convertido en cinco estudios profesionales más una zona de uso común para el edificio que se construye. En una recorrida por el interior se puede observar la imponente escalera de mármol, pisos de madera preservados y una cúpula vidriada que le da luz natural en forma casi permanente.
Toda la obra estará terminada para junio del 2019, según los proyectos de los constructores. El edificio tendrá ocho pisos con tres departamentos cada uno. “Ya está todo vendido hasta el tercero -se entusiasmó Lapadula-. Creo que la casona es una linda chance para tener un estudio profesional y además, le da prestigio a todo la construcción”.
Así, el palacete encontrará una nueva vida moderna a casi 100 años de su construcción, rodeado de los nuevos edificios porteños que no lograron doblegar su historia ni su belleza.
FUENTE: lanacion.com.ar