Las cúpulas rojas de Avenida de Mayo son una postal de la Ciudad. Y no sólo por el color que las identifica, que por otra parte es totalmente inusual. Sino porque ambas le otorgan al extremo oeste de esta avenida una grandilocuencia que pudo no haber sido tal. Treinta años atrás, una tormenta y un rayo fulminante casi se cobran la existencia de una de ellas, la que se encuentra ubicada en la esquina de Sáenz Peña; justo frente a la otra gran postal porteña, la cúpula verde y monumental del Palacio del Congreso.
Hoy aquella tormenta que hizo estragos forma parte de los archivos; y las imágenes del cupulín -o linterna, el extremo de la cúpula-, colgando a casi 70 metros de altura, impactan y sirven como documento para tomar dimensión sobre lo que pudo haber significado
para el barrio de Monserrat, y para el entorno de la plaza, la pérdida de esta obra del arquitecto italiano Luis Broggi.
Las crónicas de Clarín de aquellos años dan cuenta de los trabajos de apuntalamiento para que la linterna no se desbarrancara; durante más de 20 días estuvo sostenida con lingas de aceros, sogas y cables. Así se mantuvo hasta que la ex Municipalidad organizó el operativo para bajarla. Con una grúa gigante, decenas de operarios y vecinos y vecinas que siguieron de cerca la maniobra, los trabajos demandaron más de 14 horas.
Fue trasladada a un depósito de Pompeya y luego rescatada por Edward Shaw, un norteamericano que vivió muchos años en Argentina y fue reconocido como gestor cultural, coleccionista de arte y, entre otras cosas, uno de los fundadores del Centro Cultural Borges. Shaw adquirió el departamento y logró recuperar la cúpula; luego vendió la propiedad a los dueños actuales.
Las cúpulas rojas coronan los extremos del edificio “La Inmobiliaria”, en Avenida de Mayo al 1400. El edificio ocupa todo el frente, entre las calles San José y Luis Saenz Peña, y fue inaugurado el 25 de mayo de 1910, durante los festejos por el Centenario de la Revolución. Clarín pudo ingresar a una de ellas; para recorrerla por dentro y para conocer parte de la historia de este edificio cuya fachada impacta.
Ambas cúpulas están en pleno uso, la que se encuentra en la esquina de San José se alquila para eventos y tiene una restauración pendiente. Mientras que la que mira hacia la Plaza del Congreso fue recientemente restaurada y luce impecable. Si bien se alquila a turistas, también se usa para eventos; y, en el caso de que apareciera algún interesado, se encuentra a la venta.
Su propietaria contó que durante muchos años fue la vivienda familiar. La cúpula tiene seis niveles, con habitaciones, escritorio, espacios de estar y baño. Están unidos a través de una escalera metálica original, que se conserva y se encuentra restaurada, como los pisos de pinotea y muchos de los cerramientos originales.
También fueron restaurados los vitrales; algunos son sencillamente extraordinarios, como uno que se encuentra ubicado en la cocina, con motivos florales y de forma redonda. Y otro que se encuentra en un baño (más precisamente en la ducha) y que se puede adivinar desde el exterior, porque da hacia la Avenida de Mayo; es el escudo nacional y tiene formal ojival.
En 2021 la cúpula fue nuevamente restaurada; se repararon las fachadas -fisuras y grietas- y los ornamentos existentes. Se retiró material flojo, se realizó un hidrolavado de las superficies, se repusieron ménsulas y se realizó un tratamiento anticorrosivo de los elementos metálicos, relató la propietaria.
¿A qué se debe el color de ambas cúpulas? Originalmente eran negras. Pero entre las décadas del 60 y el 70 la falta de mantenimiento se cobró el revestimiento de pizarra, típico en tantas cúpulas de la Ciudad. Debieron ser removidas porque comenzaron a desprenderse. Esto terminó revelando el zinc que había debajo de las pizarras. Este zinc se pintó de rojo y así se transformaron en un sello distintivo.
Es dificil observar desde la planta baja, pero el cupulín (o linterna), conserva el zinc original. El material es tan dúctil -y evidentemente duradero- que parece increíble que detalles ornamentales tan delicados, como las figuras botánicas que decoran el punto más extremo de la linterna, estén confeccionados en zinc.
Desde este punto la cúpula oeste de La Inmobiliaria se transforma en un faro. Muy cerquita se puede ver la cúpula monumental del Congreso, el brillo de la Confitería del Molino y los autómatas del reloj del Palacio Biol (sede de la Auditoria General de la Nación). Y otra decena de cúpulas; hacia le 9 de Julio, la del Palacio Barolo y unos metros más allá, la del Hotel Chile, que se destruyó después de un incendio y fue reconstruida por los Dörfler, una familia de origen alemán, expertos pizarreros y constructores de muchos de los techos, manzardas y cúpulas que se ven en la Ciudad.
Luis Broggi, el arquitecto detrás del edificio
Además de La Inmobiliaria, este italiano construyó la parroquia (o iglesia) de San Agustín, ubicada sobre avenida Las Heras al 2500. Se trata de una exponente del neogótico italiano. Fue inaugurada casi al mismo tiempo que La Inmobiliaria, en 1910. En aquellas épocas muchas iglesias y basílicas eran encargadas por las familias más adineradas del país; en este caso, fue un homenaje de Mercedes Baudrix de Unzué, a su esposo Mariano Unzué.
Además construyó una decenas de petit hoteles hoy desaparecidos, muchos de ellos en el barrio de Recoleta. Su vivienda, ubicada en lo que se conoce como “cinco esquinas” -la confluencia de las calles, Juncal, Libertad y Quintana-, sobrevive, aunque cercenada.
La Inmobiliaria fue un clásico edificio de rentas de categoría y con departamentos muy amplios. Por ejemplo, el de la cúpula tiene 150 metros cuadrados. Tiene cuatro ingresos diferentes, pero todos pertenecen al mismo edificio. La construcción fue encargada por la familia Heinlein, que en la planta baja instaló el local comercial de la compañía, importadora de artículos de electricidad, sanitarios y muebles. Por este motivo también fue conocido como Palacio Heinlein.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com