Parecían perdidos los sillones Safari, nacidos de los trazos del mismo autor del hall donde debían lucir. Un dato aportó la primera pista de su recorrido. Por fin se detectó una última escala en muy buenas manos que, conocedoras del destino para el que se los pretendía, dieron el sí inmediato para que pronto lleguen en modo de donación a la Casa sobre el Arroyo, reconocida como una de las joyas de la arquitectura moderna y en última etapa de profunda y minuciosa restauración para que pueda abrir sus puertas al público, ya como museo y con la imagen más parecida y auténtica posible a la de sus primeros y mejores días.
Así de minucioso y casi fundamentalista se presenta este proceso de recuperación y puesta en valor de la obra del arquitecto Amancio Williams junto a su esposa, Delfina Gálvez Bunge, emprendida hace poco más de dos años y en instancias finales, con la pretensión más que ambiciosa de tenerla terminada antes de fin de año.
El proyecto en ejecución se juramentó que lo original que no estaba allí vuelva a estar en su lugar. Que lo que quedó en pie, a pesar de actos de vandalismo y desidia durante más de dos décadas, se recomponga al límite posible con la perfección. Y lo que haya que reponer, en la medida de posibilidades con idénticos materiales y técnicas aplicados hace más de 70 años, sea casi un calco.
Valga como ejemplo el caso de los pisos del amplio y luminoso living que tiene su más extenso ventanal hacia el frente norte, dominados en sus transparencias por los verdes del paisaje arbolado que lo rodea. Allí resultaba difícil reponer los tacos de algarrobo colorado de no más de diez centímetros por lado en la cara a la vista que, unos contra otros como casilleros de un tablero de ajedrez, componen el piso. La imaginación salió al rescate para utilizar como cantera los mismos que lucían quemados, tras varios incendios que sufrió el inmueble: los extrajeron y cortaron para reencontrarse a mitad de su largo con la madera bruta. Pulida con los que sobrevivieron al fuego, lucirá a la brevedad como una superficie uniforme bien parecida a la que Williams y Gálvez Bunge empezaron a pisar y disfrutar previo al inicio de la segunda mitad del siglo pasado.
“A pesar de las complicaciones que impuso la pandemia en el ritmo de obra, podemos decir que estamos muy avanzados en el trabajo y enfocados en terminar la restauración edilicia hacia fines de este año”, comentó a LA NACION la arquitecta Mariana Quiroga, directora de Proyectos Específicos del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, organismo que está a cargo de los trabajos y su financiamiento.
La Casa sobre el Arroyo se construyó entre 1943 y 1945 y su propietario fue el músico Alberto Williams, padre de uno de los dos diseñadores del inmueble. Su planta principal, construida íntegramente en hormigón, apoya sobre un arco de similar material bajo el cual corre un tramo del Arroyo las Chacras. Por su valor arquitectónico fue declarada Monumento Artístico Histórico Nacional y tiene amplio reconocimiento internacional como uno de los paradigmas del movimiento moderno que primó desde mediados del siglo XX.
Ese brillo contrasta con el maltrato sufrido durante largo tiempo. Williams la disfrutó poco menos de una década, hasta su muerte. Su esposa la vendió en 1968 y durante la década del 70, con nuevo dueño, funcionó como estudio de una radio local hasta que la dictadura militar clausuró esa emisora.
Su propietario la mantuvo hasta su fallecimiento, a comienzos de los 90, y desde entonces el inmueble atravesó su peor pesadilla. Destrozos, grafitis e incendios arrasaron con parte de sus instalaciones. Incluido el piano de Williams, que durante largo tiempo permaneció carbonizado en el rincón elegido para su estudio.
Gestiones de autoridades comunales consiguieron que, en 2012, el Estado nacional dispusiera fondos para comprar la propiedad e incorporarla al patrimonio de General Pueyrredon, que como primer paso buscó preservarla y recién hace menos de tres años encaminó el proyecto de restauración que, con un presupuesto inicial de casi 50 millones de pesos, avanza a través de la Dirección de Gestión de Obras del ministerio que encabeza Gabriel Katopodis.
uiroga destacó la minuciosa investigación previa, con planos originales e imágenes del Archivo Williams y fotos de época de la fotógrafa Grete Stern, para avanzar en el proceso de recuperación del inmueble y su equipamiento. “Esos estudios previos son necesarios para comprender composición de materiales, colores y texturas, datos claves para definir la intervención”, explicó.
Primeros pasos
El primer paso fue despejar la propiedad de elementos no originales, en su mayoría instalaciones que quedaron de los tiempos en que allí funcionó la radio. En la denominada quinta fachada se retiró la membrana asfáltica para recomponer la cubierta original, con solados de cemento con componente de piedra pómez en baldosas de 0,60×0,60 que se habían perdido y hacían al aislamiento térmico del inmueble.
Puertas adentro se camina sobre placas de madera y paños de nylon para proteger la obra avanzada. Ya hay primeras pruebas de pulido del piso de madera recuperado Se restaura mobiliario fijo en cedro con cantos de nogal sobre el corredor que da al sur, donde está el dormitorio. Se repusieron herrajes, ventilaciones y se ordenaron réplicas de elementos faltantes.
os responsables de obra destacan la buena calidad de trabajo de los equipos de restauración así como de los materiales obtenidos para recuperar o reemplazar elementos dañados, tanto en la estructura como en el equipamiento interior.
De la fachada principal desaparecieron evidencias de pintadas y otras agresiones de aquel período de desidia nefasto. Las lesiones más profundas que tenía el hormigón, destacado por una particular textura propia de un proceso de martelinado, se atendieron con cemento y los mismos tres tipos de piedras que Williams había elegido cuando construyó la casa.
Así como el Estado nacional se encargó de la obra edilicia, el municipio encara la reposición de equipamiento. “Conseguimos aquí cerca una cocina idéntica que mandamos a restaurar al igual que el horno prusiano que había quedado en la casa”, indicó Magalí Marazzo, directora en la Secretaría de Obras municipal, a cargo aquí de la gestión de puesta en valor de Casa sobre el Arroyo y actual vocal en la Comisión Nacional de Monumentos, entidad que tiene obligación de asesorar y seguir este proceso de preservación.
Desde ambas estructuras estatales reconocen el difícil desafío que representa hacerse de algunas piezas o materiales que se utilizaron en el diseño y armado original de la casa. Lo mismo con la mano de obra para aplicar similares técnicas, muchas de ellas artesanales, ya casi perdidas por el paso del tiempo y nuevas tecnologías.
Por eso, para cada intervención, se solicitan varias muestras que se prueban, ajustan y rechazan hasta encontrar lo que más se asimile a los registros fotográficos existentes. Desde muebles hasta lámparas. “La gente lo va a poder disfrutar cuando esta casa abra sus puertas, íntegramente restaurada”, anticipó Marazzo, que con colaboradores ya trabaja en el armado museológico de este foco de atención para especializados en arquitectura y público en general.
Durante el desarrollo de este proceso de restauración pasan por allí, de manera periódica, grupos de estudiantes, docentes y apasionados por el patrimonio cultural. Las recorridas siempre son puertas afuera y con una reseña histórica que Marazzo les transmite con notoria pasión.
Aún no hay certezas que para esta temporada puedan estar dadas las condiciones para que esas visitas sean puertas adentros. El objetivo es ese y desde la gestión del intendente Guillermo Montenegro aseguran que harán todo lo posible para esté disponible cuando llegue la próxima ola de veraneantes.
Los trabajos de recuperación también alcanzan la casa de los caseros, construida en dos volúmenes. También allí se retiraron materiales y piezas que no eran originales y se intervino para recuperar fachadas y cubiertas.
La Casa sobre el Arroyo se construyó sobre un muy amplio predio que se forestó con robles europeos. En la operación inmobiliaria el municipio adquirió el edificio con parte de ese parque. Ese vendedor es titular del resto de los otros casi 10.000 m². “La casa y el entorno son una unidad indisoluble”, remarca Marazzo.
Según pudo confirmar LA NACION, hay expectativas de alcanzar algún acuerdo para que el conjunto multipatrimonial gane esa oferta adicional de espacio para desarrollar otras actividades culturales al aire libre. La dificultad siempre es la falta de recursos. Pero el proyecto de compra de la Casa sobre el Arroyo caminó durante décadas por los caminos de lo imposible y hoy es realidad. Por qué no soñar.
FUENTE: Darío Palavecino – www.lanacion.com.ar