Una infancia de vacaciones en la montaña, campamentos, vida al aire libre y una profesora de geografía de secundaria que lo hizo conocer las problemáticas ambientales. Algo de todo eso hizo que a, la hora de pensar qué carrera estudiar, José Fonrouge se interesara por juntar la ciencia con la naturaleza. Pero en 1993 no existía nada similar en el país, por lo que se anotó en Ingeniería industrial, en la Universidad Católica. Aburrido y a poco de comenzar partió a Estados Unidos, donde conoció la ingeniería ambiental, y volvió a su facultad para pedir: “hagan algo con esto”. Dos años después, en 1994, abrió en esa institución la primera facultad de ingeniería ambiental del país. José fue parte de la primera camada que egresó en la UCA.
Hoy es el director de medioambiente de Ternium, una empresa siderúrgica del grupo Techint. Su trabajo consiste en velar por el cumplimiento normativo de las operaciones de la compañía: asegurarse de que cumplan con los estándares regulatorios y aplicar mejores prácticas ambientales. “Hacer las cosas mejor”, explica.
Fonrouge considera que, más que una carrera del futuro, la ingeniería en ambiente es una carrera del presente: hay una demanda insatisfecha y lo que antes fue mal llamado una moda de la sustentabilidad hoy ya está mucho más instalado en una sociedad que maduró y exige cuidados ambientales.
Según explica Carlos Alberto Sacavini, director actual de la carrera, las empresas productoras de bienes y servicios de todos los rubros demandan, de manera sostenida, estudiantes e ingenieros ambientales, en particular por dos razones esenciales. “En primera instancia, los titulares de los procesos deben cumplir con las obligaciones que devienen del Derecho Ambiental positivo (regulaciones) y, además, el ejercicio de las buenas prácticas de gestión ambiental conduce virtuosamente a mejorar la eficiencia (reducción de pérdidas), lo cual deviene en ahorros y mejora de la competitividad”.
Para el ingeniero, el requerimiento de ingenieros ambientales se verá incrementado dado que las exigencias legales y la vigilancia por parte de las autoridades de aplicación son, siempre, crecientes.
“Los perfiles de medioambiente son demandables”, explica Ignacio Gabancho, director de Spring Professional, consultora de RRHH especializada en ejecutivos, mandos medios y directivos. Y que donde haya una fábrica debería haber un ingeniero en ambiente. Gabancho cree que es una tendencia que va a ir creciendo: “Argentina es un país que debe perfilarse productivamente, creo que va a tener una demanda constante, las compañías van a seguir necesitando la ingería medioambiental”.
De 1999 a hoy, surgieron unas diez facultades que ofrecen la carrera de grado. Cinco son estatales y otras cinco privadas, y están distribuidas entre CABA, Buenos Aires, Córdoba, Río Negro y Santa Fe. Si en 1999 entre todas las facultades sumaban 319 estudiantes, en el 2016 – último dato disponible- fueron más de dos mil. Muchas otras facultades ofrecen maestrías en gestión ambiental.
Es el caso del Instituto Tecnológico de Buenis Aires (ITBA), donde funciona un Centro de ingeniería en medio ambiente. Allí docentes, investigadores, e incluso alumnos trabajan en proyectos especialmente enfocados en estudiar la contaminación del agua. Uno de los más recientes elaboró el primer mapa colaborativo de contaminación del agua con arsénico del país.
Sociedades que exigen
“Hoy la sociedad está más informada y se pone cada vez más exigente. Muchas industrias que nacieron en zonas que no estaban pobladas de pronto lo están, y los vecinos exigen, piden información, reclaman. Muchas hoy optan por irse a parques industriales. Hay en las empresas una creciente preocupación real, económica y hasta marketinera por el medioambiente”, explica Julio Abel Sola, ingeniero y coordinador de la carrera en la UNTREF.
Cuenta que en esa facultad la carrera surgió en el 2007 como una necesidad de dar respuestas a una demanda que existía: hasta ese momento la mayoría de las carreras eran principalmente de gestión ambiental y faltaban ingenierías. Hoy sucede que las industrias van tomando estudiantes avanzados de ingeniería, y eso hace que los alumnos demoren el egreso. “Después del tercer año ya se empiezan a ubicar en alguna empresa”.
Desde un pequeño kiosko a una megaminera
Existen tres posibles salidas laborales para los ingenieros ambientales: el trabajo en empresas , donde las más habituales son petroleras y siderúrgicas; en organismos del estado, donde desarrollan políticas destinadas a controlar el uso y aprovechamiento de los recursos naturales, y en consultoras de medioambiente, que ayudan a las industrias a desarrollar programas que mejoren su desempeño ambiental: evaluar las condiciones de higiene, seguridad y contaminación de ambientes laborales, urbanos e industriales. También pueden desempeñarse como docentes, investigadores o peritos auxiliando a la justicia en la determinación de hechos puedan haber afectado al medio ambiente.
“Desde un pequeño kiosko que en la ciudad de Buenos Aires que necesita tener su certificado de aptitud ambiental a una megaminera, el abanico laboral es muy grande”, grafica Agustina Belogi, de 26 años, que trabaja como responsable de proyectos regulatorios en Chaer, una consultora de medioambiente ubicada en Villa Urquiza. Una de las cosas que más disfruta de su trabajo es la variedad de rubros con los que puede interactuar.
Egresada de la UNTREF, cuenta que cuando salió de la facultad no le fue difícil conseguir trabajo, pese a que muchas empresas buscan estudiantes recibidos con muchos años de experiencia laboral, algo difícil de asegurar. Piensa que es esperable que la demanda laboral continue avanzando progresivamente. “A medida que avanza la sociedad, y al irse cada vez especializándose más en el cuidado del ambiente es lógico que haya que ir adoptando prácticas más sustentables”.
Más allá de su trabajo privado, Agustina participa de un proyecto de la UNTREF en el que instalan termotanques solares en barrios carenciados. Es un ida y vuelta que cree que corresponde prestar en retribución a la educación pública que recibió. “En agradecimiento a todos, los ingenieros en medioambiente egresados de la universidad pública hoy trabajamos por el medioambiente”.
“Hay mucho por hacer”
Florencia Gonzalez Otharan es directora en ejecutiva en Elm, una consultora que brinda asesoramiento en gestión ambiental e higiene y seguridad en empresas. Divide sus días entre un espacio de coworking en Pilar con visitas a plantas de las empresas a las que asesora. Antes trabajó en el estado, donde cuenta entusiasmada se puede trabajar en el desarrollo de políticas públicas que tienen impacto en la población (desde mediciones de aire y agua hasta mapas de ruido y movilidad sustentable).
Lo que más disfruta de su profesión es que fusiona mucho lo técnico con lo social. Cuenta que de a poco se va imponiendo mas la preocupación por el medioambiente en las empresas argentinas. “Las más proactivas, tal vez las empresas grandes, van ocupándose más y ponen el foco mas allá de netamente cumplir con la ley, y después están las que solo quieren las certificaciones. Hay mucho por hacer”.
FUENTE: lanacion.com.ar