Gran parte del país se encuentra bajo la primera ola de calor del 2024, con temperaturas que rozan los 40 grados y alertas que tiñen el mapa con advertencias de nivel rojo, amarillo y naranja. Pero no se trata de un fenómeno exclusivo de este año, el verano pasado fue uno de los más calurosos de la historia argentina, ni exclusivo de esta latitud: es una situación cada vez más frecuente en todo el mundo.
Actualmente, “más de 200 millones de personas que viven en más de 350 ciudades enfrentan temperaturas extremas, el 14% de la población urbana mundial”, contó a Página|12 Rolf Rosenkranz, del Grupo de Liderazgo Climático C40 Cities, una red de alcaldes de casi 100 grandes ciudades del mundo que buscan tomar medidas urgentes para enfrentar la crisis climática.
Se trata de una nueva normalidad climática. “Estamos viviendo cada vez más eventos extremos, más frecuentes y más intensos”, señalaron desde la la ONG ambiental FARN.
Pero además, “de los eventos extremos, las olas de calor son las que más muertes generan, muertes silenciosas”, aseguró María Victoria Boix, directora del programa Ciudades de CIPPEC. Sus palabras resuenan 10 años después de una de las peores olas de calor que azotaron al país y dejó, solo en CABA, 544 muertes en 2013.
La problemática se multiplica en la mayoría de las grandes urbes del mundo, donde se produce el denominado efecto de “islas de calor”, por el que la temperatura en las ciudades puede llegar a ser hasta 10 grados más alta que en las áreas periurbanas, según CIPPEC. La cementación, asfaltos y edificios absorben el calor más rápido de lo que lo liberan durante la noche, y es por eso que distintos actores replantean la forma de pensar a las ciudades para volverlas más resilientes.
Soluciones e iniciativas concretas para enfrentar el cambio climático en las ciudades
Más allá de disminuir las emisiones de carbono producidas principalmente por el transporte, robustecer el sistema de servicio eléctrico para evitar los cortes de luz y contar con buena refrigeración artificial y acceso al agua, hay otras soluciones concretas que tienen que ver con cómo están construidas y cómo funcionan las ciudades.
Infraestructura verde
Aunque hay múltiples iniciativas que pueden implementarse, para reducir el calor en las urbes “lo más eficiente”, según Boix, son las vinculadas a la “infraestructura verde”. No hay mucha vuelta: se necesitan más árboles, más vegetación y más espacios verdes en más lugares. Es decir, soluciones basadas en la naturaleza.
En ello se incluyen parques, espacios de césped, jardines comunitarios y hasta huertas. Las plantas y árboles, además de producir sombra, reducen la temperatura ambiente por el proceso denominado “evapotranspiración”, donde la vegetación impactada por el sol libera el agua que tiene dentro a través de la evaporación.
Hay casos en otras ciudades en donde se avanzó en propuestas innovadoras. Boix señala el ejemplo de Medellín, Colombia, donde se crearon 30 corredores verdes que redujeron hasta en cuatro grados la temperatura en “zonas relegadas” y en donde la “clave” es la “vegetación nativa, que es de fácil mantenimiento”.
También los denominados “bosques de bolsillo”, como los que se están probando en Santiago de Chile. La directora del programa Ciudades los describió como “pequeños ecosistemas accesibles, en lugares clave y de por ejemplo de 100 metros cuadrados”.
Estas soluciones y microintervenciones en la trama urbana, tanto para la experta de CIPPEC como para el sociólogo de la UBA y especialista en urbanismo Fernando Bercovich, se pueden implementar en ciudades como Buenos Aires. De hecho hay algunas experiencias en barrios populares, como en el Barrio 20 de Villa Lugano.
Bercovich, también consultor de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), contó que en Barcelona y otras ciudades europeas “se cerraron al tránsito vehicular varias arterias”, se unieron nueve manzanas y se crearon las llamadas “supermanzanas” con “espacios públicos hacia adentro”.
“Pienso también en parques metropolitanos, cordones verdes en los márgenes de la ciudad”, sumó el urbanista en diálogo con Página|12. La General Paz “en sus inicios se había pensado en ese sentido y después se convirtió en autopista”, dijo.
En los últimos años creció la cantidad de “techos verdes”, en los que se cubre el techo de una casa o edificio con una capa de vegetación. Sobre esto, Rosenkranz mencionó la posibilidad de implementar “techos fríos”, otra alternativa que no está basada en soluciones naturales.
Reflectividad, sombreado, vientos y agua
Los “techos fríos” forman parte de otro tipo de iniciativas en las que no se usa infraestructura verde pero sí se reduce el calor, ya que al pintarse de blanco u otros colores o tejas de mayor reflectividad, “reducen el uso de energía del edificio hasta en un 20%”, según el portavoz de C40 Cities.
En el mismo sentido van los “pavimentos fríos”, de colores más claros o con hormigón permeable o asfalto poroso. Rosenkranz menciona “métodos alternativos de sombreado”, como toldos o marquesinas, que son una forma eficaz de evitar la radiación solar directa.
Existen por otra parte medidas vinculadas a la “infraestructura azul”, asociadas al uso del agua, con corredores fluviales, fuentes, bebederos en plazas o los “parques de rocío” que rescata Rosenkranz.
También hay soluciones en función del viento. En la zona de Vallecas, en Madrid, España, se modificó la inclinación de algunas calles para adaptarlas a los vientos dominantes. Para el caso porteño, Bercovich planteó por ejemplo que se debería “recuperar el frente ribereño, que está muy dejado de lado” para “aprovechar los vientos del Río de la Plata”.
Cambios en la planificación y hábitos de las personas
Así como se puede pensar en cómo adaptar a las ciudades al calor extremo, se puede pensar en cómo adaptar a las personas que viven en ellas. Por ejemplo, adecuando los horarios de ingreso y salida de las escuelas, fechas de inicio y finalización de los ciclos lectivos. “Es vital, porque en general no tenemos estas olas de calor en marzo, entonces las escuelas no estaban tan preparadas para el calor”, opinó Boix.
“En muchas ciudades del país siempre estuvo institucionalizado el horario de siesta y eso es una buena práctica. Porque lo que hace, por ejemplo, es tener el comercio cerrado en los horarios de mayor calor. Esto se podría extender y protocolizar”, propuso la especialista de CIPPEC.
También contó que “en algunos lugares se están viendo protocolos para las personas que trabajan al aire libre y están más expuestas que el resto, con medidas de descanso, hidratación cada tanto tiempo”.
Por su parte, Bercovich propuso “recuperar los clubes de barrio y pensar en polideportivos municipales para que haya piletas públicas o a un precio accesible, sobre todo para los chicos”.
A su vez se debe garantizar una respuesta adecuada ante estos eventos cada vez más repetitivos de olas de calor, lo que desde CIPPEC llaman “gestión de riesgos”. “Todos los primeros respondedores deben estar bien capacitados. Hay que protocolizar estas cuestiones, qué hacer, cómo preparar a los equipos, a los bomberos y personal de salud”, precisó Boix.
¿Cómo deberían adaptarse las ciudades de América Latina?
Según las investigaciones de C40 Cities, “regiones que actualmente tienen pocas ciudades que lidian con el calor extremo, como América Latina, verán como la exposición aumentará drásticamente por el aumento de su población urbana en los próximos 30 años”, alertó Rosenkranz.
Pero la experiencia local no es la misma que en el resto del mundo. “Es importante que las ciudades tengan en cuenta el contexto local, ya que las soluciones que pueden funcionar en una pueden no funcionar en otra”, afirmó Amy Buitenhuis, senior manager de calor urbano de C40 Cities.
“Vemos que hay grandes soluciones a nivel global que parecen bastante inaccesibles para nosotros. Estamos buscando entre todos soluciones más acordes a nuestra realidad local”, contó por su parte Boix.
En contrapartida, Bercovich consideró que “los recursos están, pero no se suelen volcar a este tipo de iniciativas” y aseguró que “generar espacio público no es algo demasiado caro”. “Se privilegia el desarrollo inmobiliario por sobre el espacio público de calidad, que suele verse como una prioridad de segundo orden”, agregó.
La importancia de atender a los focos vulnerables: niños, adultos mayores y embarazadas
Como plantea CIPPEC , “el calor no le pega a todos igual”. La directora del programa Ciudades precisó que afecta “principalmente a los niños y niñas, adultos mayores, personas que tienen alguna inmunosupresión y embarazadas”.
Pero además, el calor extremo produce un especial perjuicio en hogares y familias de bajos recursos. “Si vas a cualquier villa o asentamiento de la ciudad vas a sentir un calor mucho mayor”, explicó Boix. En estos lugares suele haber menos vegetación, más hacinamiento y problemas o falta de conexión a servicios esenciales como el agua o electricidad.
Por eso el think tank de políticas públicas desarrolló un Índice de Vulnerabilidad Social ante Desastres, donde se mapeó “manzana por manzana” el grado de vulnerabilidad ante la aparición de eventos extremos como estos.
Respecto a esto, desde la ONG FARN subrayaron que “los impactos del cambio climático exacerban las inequidades que ya existen en nuestras sociedades”. Además, aclararon que la adaptación de las ciudades “es una parte de cómo lidiar con el cambio climático, pero si no se toman medidas de mitigación” de emisiones de carbono, “no necesariamente va a ser exitosa”.
El problema del calor extremo en las grandes ciudades no es menor. Según consignó Rosenkranz, de C40 Cities, la población urbana del planeta llegará a 3.500 millones de personas en 2050 y un 45% de ella (1.600 millones) “vivirá bajo estas condiciones de calor”, lo que significa “un aumento de ocho veces en el número de residentes urbanos que enfrentan estrés por calor sostenido”.
FUENTE: Franco Pistone – www.pagina12.com.ar