Su primer día como directora en el nuevo Polo Educativo María Elena Walsh está por terminar, y antes de que toque el timbre recorre la escuela mostrando con fascinación los nuevos espacios donde aprenderán sus alumnos: hay pantallas de última generación, paneles solares en la terraza, aulas interconectadas con paredes móviles, pasillos interactivos y salas de robótica y programación. La luz entra por todas partes, y en contraste con las paredes blancas resaltan los colores intensos de las sillas ergonómicas de los pupitres.
Parece la escuela del futuro. Pero no está en un campus y su imponente estructura de tres pisos y grandes ventanales contrasta con la precariedad del entorno. Es la primera institución pública y de jornada completa que anteayer abrió las puertas dentro de la villa 31 , en un predio donde también se construye la nueva sede del Ministerio de Educación de la Ciudad, en una obra de 26.000 m2 totales.
Rosana Ursino, de 57 años, es la flamante directora de la escuela y está entusiasmada. El escenario al que se sube no es un terreno desconocido. Su último paso fue por el Polo Educativo Lugano, como directora de la escuela Hermanos Latinoamericanos, a la que iban 900 alumnos de la villa 20. “Era una escuela de jornada simple, y teníamos siete primeros grados a la mañana y otros siete a la tarde. Pero el vínculo con los alumnos era muy bueno, y la puerta de la dirección siempre estaba abierta. Ahora acá me falta el puf -dice mientras señala el espacio al lado de su escritorio reservado para ese asiento informal-, porque cuando una maestra los manda a la dirección me gusta tener un momento para que juguemos o leamos algo juntos, y de a poco indagar qué es lo que le puede estar pasando a ese pibe para que haya tenido determinada conducta o reacción”.
Desafíos y batallas
Según la experiencia de Ursino, en lugares con un entramado urbanístico precarizado y de desigualdad social como la villa 31, la apertura de la escuela es una noticia auspiciosa. También sabe que son varias las batallas por delante. ¿Cuál es el mayor desafío? “El primero es que los chicos vengan. Después, hay que lograr retenerlos, por eso lo más importantes es motivarlos con proyectos que a ellos les gusten. Así logramos que menos alumnos abandonen la escuela en Lugano. Más de una vez les pedía a los padres que me autorizaran a dejar a sus hijos a contraturno y nos quedábamos pegando venecitas en los murales que hacíamos en el patio”.
Por eso, la propuesta de la Walsh, intensificada en nuevas tecnologías, con espacios de trabajo interdisciplinarios y flexibles en el turno tarde, es uno de los ejes más interesantes. “Además de las características innovadoras del edificio, la intención era cambiar el esquema de trabajo que tiene una escuela de jornada completa. La tarde rompe con la estructura tradicional, y los programas abordan de una manera transversal los contenidos de las distintas áreas. Los chicos trabajan en equipos y se agrupan por ciclos, de 1º a 3º grado, y de 4º a 7º, y el diálogo es más rico entre las distintas edades, como sucede en la vida real. Hay cinco comunidades de aprendizaje con distintos ejes: juegos matemáticos; cantar, contar y actuar; story time [intensificado en idioma]; ciencia y tecnología, y la estación de robótica y programación”, detalla la asesora pedagógica, Adriana Sabella.
En sus más de 35 años de docencia, Ursino sabe que siempre es más difícil conquistar a los más grandes que a los alumnos del primer ciclo, que llegan a la escuela con más entusiasmo. “Sexto y séptimo grado son los más complicados, donde la asistencia es más irregular y hay más chances de que los chicos abandonen. El aprendizaje se resiente en esta etapa y si hay repitencia es muy difícil que un alumno quiera continuar. Ya no quiere estar dentro de la escuela, y eso es lo que hay que evitar a toda costa”.
“Los voy a buscar a la casa”
En todos estos años, cada vez que Ursino debió enfrentarse a un caso de ausentismo crónico, la estrategia suele ser la misma: “Primero citamos a los padres, y luego avisamos a los promotores de educación que trabajan dentro de las villas. Si nada de eso funciona voy hasta la casa en persona y hablo con la familia. Los voy a buscar directamente. ‘Hola, directora, qué hace por acá ‘”, dice Ursino mientras gesticula.
Anteayer, 150 alumnos fueron por primera vez a la Escuela María Elena Walsh, aunque la capacidad para la primaria es de 210 estudiantes. “Todavía hay gente del barrio que no sabe que la escuela está abierta. También hay varios chicos que tienen familia en el norte del país o en Bolivia, Paraguay o Perú, y están por regresar en estos meses. Muchos se reincorporan en abril, y acá vamos a estar esperándolos. La escuela es su lugar”.
FUENTE: www.lanacion.com.ar