En 1887 Rosario tenía apenas 51 mil habitantes y pocas cuadras en su radio urbano. Sin embargo, en 1910 su población se multiplicó por cuatro. Ese acelerado crecimiento puso en debate lo poco que la ciudad tenía para ofrecer en infraestructura, transporte o espacios públicos y promovió el primer plan regulador de la ciudad. La propuesta lleva la firma de Angel Guido, autor del proyecto del Monumento a la Bandera, Carlos Della Paolera y Adolfo Farengo, que en 1935 bosquejaron una ciudad para los siguientes 30 años. Entre otras iniciativas, los mapas de esa ciudad del futuro incluían grandes espacios verdes en cada uno de los distritos, una red de subterráneos para complementar el sistema ferroviario, un gran espacio recreativo en la isla El Espinillo y el desarrollo de barrios de viviendas sociales.
Rosario tiene una larga tradición en el desarrollo de grandes proyectos urbanos que intentaron delinear la ciudad ideal. Desde los dibujos de Guido hasta los planos de Autocad del Plan Urbano 5+5 se disparan múltiples miradas sobre los procesos que acompañan el crecimiento de la ciudad. La biblioteca de la Facultad de Arquitectura recuperó y facilitó el acceso digital a esos primeros bocetos que, advierten arquitectos y urbanistas, aún tienen cosas que decir para analizar los problemas y los desafíos que aún atraviesa Rosario, quizás agravados por la crisis sanitaria.
El primer plan urbano de la ciudad nació, justamente, después de una epidemia. A principios del siglo XX, la peste bubónica castigó a los rosarinos y uno de los principales focos de la enfermedad fue el puerto, ubicado por entonces en el área central de la ciudad. El malestar de los vecinos por las condiciones de salubridad del centro, entre otras problemáticas, advirtieron sobre la necesidad de concretar una planificación urbana organizada.
“Lo que se busca en ese plan regulador es el ordenamiento del ámbito municipal, el planeamiento del uso del suelo del territorio municipal. Por eso en la primera parte hace un diagnóstico, una caracterización del territorio y a su vez plantea una transformación deseada de la ciudad”, señala Cecilia Galimberti, doctora en Arquitectura e investigadora del Centro Universitario Rosario de Investigaciones Urbanas y Regionales del CONICET-UNR y docente del área de Teoría y Técnica Urbanística de la Facultad de Arquitectura de la UNR.
Las transformaciones
El plan fue pensado en 1928 y presentado en 1935. La propuesta presenta alternativas frente a las diversas problemáticas presentes en la ciudad. Por ejemplo, la necesidad de reorganizar el sistema ferroportuario, revertir la escasez de espacios verdes, mejorar la conectividad y el transporte y liberar el frente costero, articular la ciudad con el río y facilitar el acceso a la vivienda de sectores trabajadores.
“Rosario crecía y se desarrollaba vertiginosamente a partir de la actividad del puerto y del sistema ferroviario. Los ferrocarriles tenían distintos concesionarios, ramales, patios de maniobras y estaciones y no había una mirada previa sobre cómo iba a desarrollarse esa red de infraestructura. Era una ciudad poco higiénica, con sectores que permanecían encerrados por las vías”, describe Galimberti.
Por eso, la propuesta plantea la unificación del sistema ferroviario con una única red troncal y estación de pasajeros. Y, por otra parte, liberar el área central del puerto y consolidar dos embarcaderos, uno al sur y otro al norte de la ciudad.
En todos estos sectores recuperados para la ciudad, se plantea la creación de grandes espacios verdes. En el norte se extiende sobre la ribera, hasta el camino de Celulosa en Capitán Bermúdez. Hacia el oeste se proyecta un área verde en la cuenca del arroyo Ludueña, contemplando la canalización y entubamiento del arroyo. En el sur, se plantea un parque en los márgenes del arroyo Saladillo.
Y en área central se propone la recuperación de espacios públicos en la ribera que incluso incorporan, mediante un puente, a la isla del Espinillo donde también se proyecta el “aeródromo nacional”.
Pero quizás lo más arriesgado fue la planificación de una red de subterráneos, que cruzaban la ciudad de norte a sur y de este a oeste, proyectada para satisfacer las necesidades de Rosario en un plazo de 30 años, facilitando la comunicación rápida y descongestión de las zonas céntricas.
Si bien las propuestas fueron premiadas en congresos de urbanismo y aprobadas por el Concejo Municipal, nunca llegaron a plasmarse completamente. Algunos de sus postulados, como la apertura de la ciudad al río, se retomaron recién varias décadas después.
Modelo para armar
“Algunos de los problemas que se plantean aún persisten en la ciudad y son muy vigentes, como la creación de espacios públicos o la relación con las islas. Hacen un análisis muy detallado de la poca cantidad de espacios verdes por habitante que existen en Rosario en relación con ciudades como Buenos Aires o La Plata, o metrópolis como Berlín o Nueva York, y también plantea el tratamiento recreativo y parquizado con un una mirada ambiental de los arroyos Saladillo y Ludueña”, señala la investigadora.
De todas formas, destaca, no todas las soluciones propuestas son extrapolables al presente. “Cuando uno mira el detalle del proyecto, ve que se corresponde a otra época, otra mirada. Por ejemplo, el concepto de espacio público tiene una mirada higienista, diferente al actual, más contemplativo de la diversidad de acciones que se realizan en este espacio”.
Lo mismo sucede con el planteo de una red de subterráneos para dar respuesta a la problemática del transporte dentro de la ciudad, pensada “para una ciudad de 1960 con una población de dos millones de habitantes que hacía factible sostener esa red”.
Sin embargo, concluye, “el tema de los espacios públicos o el problema del transporte y la necesidad de dar una respuesta sobre cómo resolverlo, hoy están más vigentes que nunca”.
FUENTE: Carina Bazzoni – lacapital.com.ar