El célebre arquitecto Carlos Ott, que tiene entre sus creaciones más notables la Ópera de la Bastilla en París, el hotel siete estrellas Burj Al Arab (La Vela) y el National Bank de Dubái, visitó Buenos Aires para supervisar los proyectos que llevan su firma en tierras argentinas y LA NACION accedió a un mano a mano exclusivo.
Es uruguayo y luego de obtener su título de grado en Montevideo, Ott emigró a estudiar a los Estados Unidos y se radicó en Toronto, Canadá, donde en 1983 montó su propio estudio. Desde entonces diseñó proyectos icónicos en las principales ciudades de Europa, Oriente Medio, Asia y América.
En un breve recorrido por sus actuales desafíos internacionales están Waldorf Astoria Residences, un complejo hotelero siete estrellas y de viviendas de lujo que con sus 99 pisos será el más alto de Miami. También cuenta con proyectos en Denver y en el sureste de los Estados Unidos, y otros en Brasil, Colombia, Perú, México y Uruguay.
Galardonado con varios premios internacionales y obras emblemáticas que conceptualizó en destinos tan diversos como Abu Dhabi, París, Manila, Hangzhou y Miami, entre otros destinos, el arquitecto tiene fuertes lazos con la Argentina.
En el Dique 1 de Puerto Madero, dentro del complejo de usos mixtos Madero Harbour, avanza la construcción de Harbour Tower, un proyecto diseñado por el propio Ott cuya altura, geometría irregular, fachada completamente vidriada y exclusivas residencias promete distinguirse en el skyline porteño.
“Es una torre alta y con una piel diferente. Sabíamos que iba a ser un proyecto caro de construir porque la relación entre metros cuadrados y fachada es muy alta. Además, al ser un diseño con tantas esquinas lo hace más complicado. Hay mucha superficie de fachada exterior y complejas conexiones pero esto permite vistas de 90°, 180º y 360° así que el costo del edificio también supone una mejor calidad”, describe Ott.
Además, agrega que como “el lugar es único y una gran torre podía ser un pivote en la zona, tenía que pensar una arquitectura que sea exclusiva. Cada departamento es diferente, tiene su propia personalidad y los compradores pueden elegir qué vista, orientación o desarrollo de planta prefieren”.
Pero ese no es el único emprendimiento que lleva su sello, fuera de la ciudad de Buenos Aires, se desarrollan otros diseños con su firma: Unkanny, una torre ubicada en la ciudad de Mar del Plata, un barrio privado en Mar Chiquita, y Fisherton Park, en el noroeste de Rosario.
Hacia adelante, se encuentra negociando “algunos otros proyectos que aún son confidenciales”, aclara y se dispone con amabilidad y gran locuacidad a la charla con LA NACION.
-Usted diseño proyectos en los Emiratos Árabes, ¿cómo es el mercado inmobiliario en ese país?
-En Dubái hay mucha gente de todo el mundo y con mucho dinero. En este momento hay numerosos rusos y siempre hay ciudadanos de Europa, de Asia (de Japón, Singapur, China e India) y de los países limítrofes de Medio Oriente. El mercado inmobiliario de Dubái es enorme y hay mucho inversor extranjero. Por ejemplo, estoy con un proyecto grande haciendo casas flotantes en varias islas dentro del Golfo. Generalmente ese tipo de inversores son de los Emiratos pero también hay extranjeros asociados. Hasta hace poco tiempo en los Emiratos Árabes se requería tener un socio local para hacer una inversión pero en Dubái (no en el resto) se permite hacer un proyecto propio, sin asociarse a un local. ¡Es excepcional! Esto es nuevo y hace que haya grupos extranjeros que se decidan a participar en el boom que vive esa ciudad.
-En función de su experiencia internacional, ¿el real estate sigue siendo un resguardo de valor?
-Por supuesto que es una muy buena inversión porque las tasas y las acciones suben y bajan en una crisis y la piedra o el ladrillo siempre es un refugio. No hay duda de que el metro cuadrado de tierra es un commodity que no se incrementa, la tierra es limitada y por eso creo en salvaguardarla.
-¿Hay un antes y un después de la pandemia?
-Sin ninguna duda. Sé que el departamento que te diseñe tendrá que contar con un espacio multiuso para comer y trabajar, además de grandes balcones. Y en las oficinas habrá que incluir espacios abiertos.
-¿Y cómo impacta la evolución tecnológica?
-Tenemos que proyectar el departamento y el edificio para incorporarles tecnologías que hoy no conocemos. La flexibilidad es muy importante para poder adaptarse a cosas que hasta dentro de 10 años no sabemos cómo serán.
-Durante la pandemia la gente se mudaba hacia los suburbios, ¿las ciudades recuperarán protagonismo y la gente volverá de los countries?
-Si. Tenemos que respetar el verde. Cada vez la población es mayor y necesitamos comida, por lo que hay que ir hacia un proceso de densificación. Ciudades de 200 kilómetros de largo como Los Ángeles, son un absurdo.
Todas las ciudades del mundo están creciendo en altura. En Nueva York se están haciendo edificios de 100 pisos. Lo mismo pasa en Singapur, en Hong Kong, en Dubái, y en ciudades chinas como Shanghai o Beijing, y sucederá también en Buenos Aires. Por eso Harbour Tower tiene mucha lógica.
La construcción de torres es un fenómeno que se hará realidad y ya se ve en Dubái. Hay cada vez torres más altas. Aparte, si por ejemplo en Bombay todos vivieran en countries, se ocuparía toda la India.
-¿Se puede revertir el vaciamiento de los centros urbanos de las ciudades?
-Sí, creo que la gente volverá a trabajar en las oficinas. Puede ser que uno o dos días por semana les interese hacerlo desde su casa pero se necesita ver a la persona y la intercomunicación. Creo en el híbrido. Además, las oficinas cambiaron.
-¿Le ve potencial al microcentro porteño?
El microcentro de Buenos Aires es exclusivamente comercial pero podría volver a tener residencias. Hay lugares fabulosos, como la Plaza San Martín que es una belleza y los edificios de los alrededores, por avenida Santa Fe, Esmeralda, Juncal y Arenales, que son espectaculares.
-¿Y cómo imagina que serán los centros comerciales?
-Con la llegada de Mercado Libre y de Amazon, la gente muchas veces compra desde su casa y no va al centro comercial. Hoy los shoppings ya no son los típicos establecimientos cerrados y con aire acondicionado, sino abiertos como Bal Harbour, que pasó a ser un ejemplo a seguir. Y las tiendas ya no son grandes porque tú vas a ver el producto pero no lo compras ahí, después lo adquirís desde tu celular.
Evolución con sello propio
-Sus proyectos tienen una fuerte identidad, ¿cómo definiría su impronta?
-No me gusta repetirme, me parece absurdo abrir el cajón y sacar un proyecto de un edificio que no se hizo antes para volverlo a usar. Además, en arquitectura tienes que estudiar el lugar, lo que en latín se llama genius loci: el genio o la lógica del lugar.
-Si tuviera que armar un Top Five de los proyectos suyos que más le gustan, ¿cuáles elegiría para integrarlo?
-La respuesta es muy fácil: el próximo, el que está en la mesa de dibujo.
-¿Por qué?
-Yo siempre admiré a Pablo Picasso porque -a diferencia de muchos otros pintores- cambiaba de estilo, tenía períodos y nos asombraba continuamente con su evolución, lo cual creo que es muy lógico porque nació en el siglo XIX pero vivió todo el siglo XX, con dos guerras y la caída de los imperios coloniales. Después de la bomba de Hiroshima y Nagasaki él no podía volver al mismo estilo. El mundo había cambiado muchísimo y él también lo hacía.
Ahora sucede lo mismo. La pandemia nos ha transformado mucho y esta guerra estúpida del siglo XXI (N. de R.: entre Ucrania y Rusia) también nos obligará a cambiar.
-¿Cómo refleja estos cambios en los proyectos arquitectónicos?
-Buscamos que las unidades tengan mucho sol, naturaleza y poder abrir ventanas para tener ventilación cruzada. En un momento hicimos torres herméticas porque era más fácil controlar la temperatura y el aire acondicionado, pero ahora -pospandemia- nos damos cuenta de que eso es absurdo. También hubo cambios después del ataque a las Torres Gemelas del 9-11: nos enseñó, por ejemplo, que no podíamos evacuar un edificio por las escaleras. Aprendimos que tenemos que presurizar ascensores y usarlos para descender porque es la forma más rápida de hacerlo. En el 9-11 los bomberos subían mientras la gente quería bajar y fue trágico. Son cambios que nos obligan a repensar todo.
Creo que lo que se hizo en el siglo XX no se puede repetir en esta primera, segunda y tercera década del XXI. Se va a otro tipo de producto, con materiales diferentes y con una visión -hasta ética- distinta, como los proyectos que minimizan el impacto negativo en la ecología.
Visión urbana
-¿Qué valores o qué conceptos busca transmitir por medio de sus proyectos? ¿Qué lo motiva?
-La adaptación, imaginar cómo será el futuro para poder preverlo y tener flexibilidad para incorporar lo que en la actualidad no sabemos. Estamos obligados a hacer edificios que se adapten a cambios desconocidos. Entonces, repetir lo que ya hicimos es absurdo.
-¿Cómo ve la arquitectura actual de Buenos Aires?
-Yo siempre admiré la arquitectura histórica de Buenos Aires. Es una ciudad muy rara, europea pero en el extremo de América del Sur. Ahora veo a colegas jóvenes que hacen cosas magníficas con poco costo. En la Argentina en general, hay edificios de departamentos realmente con mucho diseño, con mucha imaginación e inventiva siempre. Se ve no solo a nivel residencial sino también comercial y en pequeñas tiendas. Es mucho más complejo hacer lindos proyectos con presupuesto limitado, así que les admiro eso. Creo que es una ventaja, no es lo mismo que trabajar con presupuestos ilimitados como los de Dubái, por ejemplo.
-¿Cómo es su mirada sobre el modelo de “ciudad de 15 minutos” que los urbanistas proponen?
-Estamos en un momento donde necesitamos adaptarnos a cambios que ni pensábamos. Creo que el Covid nos tomó a todos sin estar preparados y también después del 9-11, la seguridad pasó a ser importantísima.
No hay una única solución, existen diferentes necesidades por lo que hay que dar diferentes usos. Creo que el modelo de multiusos es bastante lógico. Jane Jacobs escribió hace tiempo el libro The death and life of great american cities (La muerte y la vida de las grandes ciudades americanas) donde sostiene que las ciudades al estilo de Le Corbusier donde se hace un área de viviendas, otra de deportes y otra de trabajo, resultó en que viernes, sábados y domingos los centros de las ciudades estaban vacíos.
En contraste, ella citaba el ejemplo de París donde en la planta baja están los comercios, en el primer piso los servicios profesionales (como el dentista y el abogado) y arriba, las residencias. Pero eso lo vamos aprendiendo poco a poco. Es un momento donde estamos probando diferentes opciones y creo que todas son válidas.
-¿Cómo se perfilan las ciudades y la arquitectura del futuro en el resto del mundo?
-Cambia en todos lados pero yo creo en la densificación, la gente busca volver al contacto entre ellos. Creo que la extensión en countries es limitada. Hay que proteger la tierra fértil, no podemos pavimentar por todos lados. Por lo tanto pienso que -si bien en algunos lugares hay que hacer countries- en muchos otros vamos a tener que seguir con modelos de densificación, aunque estoy seguro de que no mucha gente estará de acuerdo conmigo.
-¿Se refiere a densificar mediante la construcción de más torres?
-Por supuesto que no, densificación significa más personas por metro cuadrado pero eso de tener las torres más altas es un infantilismo. Densificar no necesariamente implica mucha altura, París es una ciudad densa y los edificios tienen solo ocho o nueve pisos.
Creo que hay que ir al modelo multiusos. La solución corbuseriana es un absurdo, si hubiesen dejado a Le Corbusier hubiese tirado todo París abajo y hubiese hecho una ciudad con torres gigantescas.
-En su carrera diseñó la arquitectura de museos, óperas, teatros, hoteles, residencias, bancos, oficinas, centros comerciales e industrias, aeropuertos y hasta un centro de salud, ¿qué es lo que más le gusta?
-Todo porque todo es interesante. No tengo una fórmula (para proyectar); si la tuviese, sería un genio. Me ha tocado hacer todo tipo de tipologías en todo tipo de ciudades y es muy diferente hacer proyectos en cada país ¡e incluso en el mismo país! No es lo mismo construir en Mar de Plata que en Buenos Aires o en Rosario.
Así que aprendí que sería un petulante y absurdo si yo llegara a algún lado y dijera conocer la solución. Por eso, mi modus operandi, la forma en que trabajo, es que me asocio con arquitectos locales que conocen muy bien la zona y con ingenieros y expertos de esa ciudad.
-La última, ¿cuál es el proyecto que aún no realizó y sueña poder hacer?
-Me quedan muchos de todo tipo por hacer. En este momento estamos intentando realizar un proyecto de vivienda económica en Uruguay, que es algo que me interesa mucho.
También me apasiona la arquitectura totalmente prefabricada. Creo que, tarde o temprano, tendremos que ir hacia ella. Nosotros seguimos construyendo como se hacía en la Mesopotamia, edificios únicos, ladrillo sobre ladrillo y no repetitivos, pero estamos atrasados.
No hay que trabajar en la obra, hay que hacerlo en las fábricas que es donde el trabajador se desempeña mucho mejor, mejora el producto y luego se instala en el terreno, sin tener que ir a colar hormigón bajo la lluvia, con viento o con -30° C.
Creo que esa parte es muy apasionante y que, poco a poco, llegaremos a eso porque podríamos bajar el costo de la unidad y subiría drásticamente la calidad y eficiencia del producto, como sucede con la fabricación de los automóviles, de los teléfonos celulares o de los aviones.
FUENTE: María Eugenia Usatinsky – www.lanacion.com.ar