En una urbanización tan llena de historia como la Ciudad de Buenos Aires, centenares de edificios antiguos actúan de testigos y cuentan su historia de vida. En Retiro, dentro de la zona de la Plaza San Martín, se encuentra una esquina reconocida por los vecinos porteños. Se trata de la intersección de las calles Arroyo y Suipacha, donde desde este 14 de octubre hasta el 20 de noviembre abrirá sus puertas Casa FOA 2022, el célebre evento de arquitectura y decoración que este año realiza su 38ava edición. Pero no es la única noticia sobre el inmueble porque a principios del año que viene el edificio atravesará una serie de refacciones y construcciones que revalorizará la arquitectura y las calles que lo rodean.
Se trata de uno de los inmuebles históricos más distinguidos de la ciudad, propiedad del arzobispado de Buenos Aires, dependiente de la Parroquia Mater Admirabilis. Si bien no está claro su origen, sí es certero el hecho de que para 1920 era conocida como la “Casa de Arroyo”. En el pasado, fue utilizado como Taller-Escuela para niñas de bajos recursos, asilo, comedor, taller de bordado, jardín de infantes y hogar de mujeres. El predio también se completó con una capilla de mayor dimensión, aulas, espacios comunes y un jardín lindero con el Museo Isaac Fernández Blanco.
El proyecto denominado Arroyo se encuentra en una ubicación privilegiada, a media cuadra de Avenida del Libertador y la 9 de Julio, y tendrá 4500 m² totales. Según el relevamiento de Reporte Inmobiliario, el metro cuadrado de venta en la zona promedia los US$3175, aunque en las cuadras linderas asciende hasta US$3968.
Cómo será el proyecto
“El diseño de este nuevo emprendimiento, que tiene como objetivo la puesta en valor del edificio y la generación de una renta para el bien común, estará compuesto por espacios residenciales, comerciales y de coworking”, resume Rafael de Elizalde, Socio y Director de PIX Desarrollos Inmobiliarios, empresa a cargo de su desarrollo.
El 17 de marzo de 1992 el edificio sufrió el atentado de la Embajada de Israel, acontecimiento que cambió su fisonomía y uso. “La Casa Parroquial, también destruida por la explosión, se reconstruyó en otro sector del edificio que quedó en pie. A raíz de la demolición de parte del pensionado se concibió un amplio atrio que brindó al templo y al colegio un nuevo y espacioso acceso”, detalla.
A partir de una inversión que estima que será de US$4,5 millones, se refaccionarán los espacios existentes y se ampliará el edificio dos o tres pisos más en altura, según la demanda del mercado. Mientras tanto, la fachada permanecerá intacta dada la protección histórica que preserva al edificio.
De los 4500 m² que terminará teniendo el edificio, 3500 m² van a ser los comercializables. Por ahora, las mentes a cargo del proyecto se encuentran evaluando cómo serán exactamente los metros finales y qué función les asignarán, aunque De Elizalde aclara que esto dependerá “de la impronta que se le quiera dar con los inversores que nos acompañen”.
También agrega que “es una esquina muy emblemática de la ciudad y queremos que lo comercial y la gastronomía estén en primer lugar. Los departamentos van a ser de entre 35 y 50 m² y se destinarán al alquiler temporario, para un público turístico de alto poder adquisitivo que permita rentabilizar el alquiler para que funcione lo suficiente para el bien común. Los espacios de coworking serían AAA, ya que es una zona boutique con muchas oficinas pequeñas de alto nivel, ocupadas por ejemplo por fondos de inversión o pequeños estudios de abogados”.
Si bien la mayoría de los metros se destinará a los usos ya mencionados, De Elizalde aclara que el proyecto prevé ceder un salón que lo pueda usar la parroquia en caso de necesitarlo. En el subsuelo habrá más de 20 cocheras individuales para proveer estacionamiento al edificio. Estima que la obra comenzará en marzo del año que viene y no debería prolongarse por más de 15 a 18 meses.
Para complementar los espacios donde vivirán los compradores finales, el nuevo edificio contará con un sky bar, terrazas y jardines que permitirán disfrutar de la zona en donde se encuentra embebido el edificio.
El dinero que inviertan los interesados “tiene doble objetivo: por un lado, para el inversor genera un beneficio; por el otro, la renta es para el bien común, por lo que tiene un componente social importante. El inversor que ponga plata para la construcción o desarrollo va a tener el retorno de una renta en dólares del 90% de lo que invierta y el 10% restante iría para el bien común. Por ejemplo, la parroquia El Socorro ayuda a la Villa 31 y brinda hogar a la gente de la calle”, sintetiza de Elizalde. Entonces, los inversores no serían propietarios de las unidades sino que su dinero se destinaría al desarrollo y les sería retribuido con una renta durante los 30 años que dure la concesión -período que depende del tamaño final de la inversión-.
Según De Elizalde, el socio de PIX Desarrollos Inmobiliarios, al momento ya se presentaron varios interesados en el proyecto: “Nos están llamando un montón, hemos comenzado a visitar inversores y recibirlos desde mediados de este año”.
FUENTE: Mercedes Soriano – www.lanacion.com.ar