Recientemente terminaron las obras de restauración de la Casa sobre el Arroyo. Un trabajo inteligente y creativo realizado desde la Dirección Nacional de Gestión de Obras. Desde su inauguración, la casa construida entre 1943 y 1946, según proyecto de Amancio Williams y Delfina Gálvez Bunge, ocupó un lugar excepcional en el horizonte de la arquitectura moderna argentina.
Entre las razones del reconocimiento se cuentan la particular interpretación del Movimiento Moderno que hicieron sus autores y el prestigio de Williams, tanto en el país como en el exterior, en parte gracias a sus vínculos con los medios editoriales especializados, y en parte por la extraordinaria calidad y creatividad de sus proyectos, de los cuales lamentablemente muy pocos fueron construidos.
La casa permaneció en manos de la familia Williams hasta 1968 y posteriormente fue ocupada por una emisora radial.
Para esta época comienza un lento declive que se va a acelerar hacia principios de la década de 1990 cuando es abandonada, vandalizada e incendiada. La restauración de la casa Williams era absolutamente imprescindible ya que es una de las piezas claves de la arquitectura moderna argentina.
Las experiencias más novedosas de la época
Dos años después de la inauguración de la casa Williams, para alentar un nuevo loteo fuera de la ciudad, en playa La Serena y sobre el camino costero hacia Miramar, se construye el Parador Ariston, según proyecto de Marcel Breuer, Eduardo Catalano y Carlos Coire.
Breuer había sido estudiante, primero, y profesor, después, en la Bauhaus. En 1937, radicado en Estados Unidos, impartió clases en la Universidad de Harvard y, asociado con Walter Gropius, se dedicó a la práctica profesional. En 1941 disolvió su asociación con Gropius, para abrir posteriormente su propio estudio en Nueva York.
Hacia fines de la década estuvo en Buenos Aires, vinculado, entre otros, a Catalano y Coire, enrolados ambos en las experiencias más novedosas de la época. Catalano, graduado por la Universidad de Buenos Aires en 1945; y becado por las universidades de Pennsylvania y Harvard, en 1951 se radicó en Estados Unidos donde desarrolló una extensa obra.
Coire, graduado por la Universidad de Buenos Aires en 1940, fue decano de su Facultad de Arquitectura y Urbanismo entre 1958 y 1962; y su práctica profesional se orientó a los campos de la vivienda social y la industria.
El proyecto conjunto de Breuer, Catalano y Coire resultó una pieza de notable ajuste entre el código moderno y la invención formal. Sin embargo -posiblemente debido al poco éxito del loteo- se fue degradando rápidamente pasando de parador a boite, de boite a parrilla y de parrilla a mercado, con todos los lamentables agregados que los cambios programáticos implicaban.
Finalmente fue abandonado, acelerándose su destrucción con descuido y vandalizaciones, conservándose únicamente las dos losas correspondientes al entrepiso y el techo.
Si bien el Parador Ariston está registrado en la historiografía argentina -e, incluso, estadounidense- como una pieza significativa desde su construcción, durante décadas, las mismas en las que lentamente se iba degradando, nunca tuvo demasiada relevancia ni en el ámbito disciplinar, ni mucho menos en el público general.
Hará más o menos 10 años, y al calor de la difusión de los productos Bauhaus en los medios sofisticados sobre arquitectura y diseño de divulgación popular, el Ariston tomó una dimensión que superó las fronteras del ámbito disciplinar.
Aunque la ligazón del parador con la Bauhaus es inexistente, se lo mencionó reiterada y erróneamente como la “única obra Bauhaus en Sudamérica”. Sin embargo, lo cierto es que, para bien, se hizo pública la existencia del Ariston, tuvo una declaratoria, y muchas personas trabajaron y trabajan para su recuperación. Sí, salvemos también al Ariston.
El paisaje marplatense
Sin embargo, a esta altura cabe destacar la diferencia entre estas dos piezas y lo que podríamos llamar el “paisaje marplatense”, es decir el que bordea la costa desde La Perla al Golf Club en Playa Grande, la avenida Colón, los barrios residenciales -en sus orígenes, exclusivamente de veraneo- y el centro: el patrimonio marplatense.
Es importante diferenciar, entonces, la recuperación de piezas claves de la arquitectura, estén donde estén, y lo que se podría definir como el patrimonio urbano y arquitectónico de una ciudad. Para decirlo de una vez, el patrimonio marplatense no está asegurado con la restauración de la casa Williams ni la del parador Ariston.
Por supuesto, una ciudad no puede, ni debe, congelarse; pero sí hay muchas cosas que deben conservarse, aunque no tengan el protagonismo de las grandes piezas. Sobre la línea costera quedan algunos chalets de diferentes épocas. No caben dudas sobre su conservación, incluso tienen protección.
Sin embargo, así y todo, en los últimos años fueron demolidos el chalet San José proyectado por Alula Baldassarini -para construir el edificio Acuarela, de Clorindo Testa asociado con el estudio Mariani-Pérez Maraviglia-Cañadas
y el de Corina Smith, un diseño de Auro Tiribelli como anexo a la residencia principal que había sido proyectada también por Baldassarini y que ya había pasado por la picota algunas décadas atrás.
Las obras perdidas en Mar del Plata
Con estas demoliciones se perdieron dos obras sobre la costanera de dos de los más representativos arquitectos de Mar del Plata. A estas pérdidas hay que sumar otros chalets -el modelo residencial marplatense- que se abandonan y se vandalizan; o se reforman sin ningún tipo de protección sobre sus fachadas.
También, sobre la costa se perdieron el Hotel Explanada, que podría haberse conservado como basamento de las actuales torres proyectadas desde Estados Unidos por el estudio Pelli-Clarke con una adocenada planta baja de accesos;
y el Hurlingham Hotel, que había sido, a fines de la década de 1930, la primera experiencia de arquitectura Yacht Style sobre la costa marplatense y definía el perfil de la playa Varese.
Además, se recortó y modificó brutalmente la rambla La Perla de Testa y muy recientemente se demolió el cine San Martín, sobre la avenida Independencia, una excelente y rara pieza pintoresquista. No es fácil sostener el patrimonio marplatense, pero es completamente necesario hacerlo.
La única posibilidad es la negociación entre el estudio disciplinar, la política urbana, la operación inmobiliaria y la inteligencia proyectual.
FUENTE: Norberto Feal – www.clarin.com