Vientos de renovación en el Círculo Italiano. En el año de su 150 aniversario, esta asociación civil se encuentra frente a múltiples desafíos: el de la preservación de la residencia que es su sede histórica, la difusión de las diversas actividades gratuitas que se llevan a cabo en el lugar y la puesta en marcha de un nuevo emprendimiento que, además de revalidar el imbatible amor por la cocina italiana de los porteños, pondrá a esta propiedad en el foco del circuito gastronómico.
El 16 de mayo, el Círculo Italiano cumplió 150 años: ese día, pero de 1873, fue la fundación oficial de esta asociación civil que representa al colectivo de inmigrantes más importante en el país. Y en pocos meses asistirán a otro aniversario, el de su propia casa: en 2024 se cumplen 80 años de la adquisición definitiva de esta residencia -el Palacio Leloir, en Libertad 1264, Retiro-, obra que lleva la firma del célebre arquitecto noruego Alejandro Christophersen.
Junto con estas fechas, el Círculo Italiano y su sede se preparan para acoger un nuevo emprendimiento gastronómico que llega precedido por la fama de dos de sus inversionistas, quienes forman parte de Presidente Bar, rankeado entre los mejores bares del mundo por una organización internacional. Aquí el proyecto llevará el nombre de “Bravo Sinfonía Sensorial” y se espera que se inaugure en septiembre.
Sobre la historia del Círculo, Clarín charló con uno de los integrantes del Tribunal de Honor, Horacio Savoia. “Antes del Círculo se fundaron Unione e Benevolenza, la Nazionale Italiana, Reduci dalle Patrie Bataglie, entre otras; pero funcionaban como sociedades de socorros mutuos, que daban asistencia a los socios en caso de enfermedades, invalidez o muerte. Pero en 1873 nace el Círculo con un fin netamente social”, explicó. Estas instituciones nacen durante las décadas en las que se inicia la enorme migración italiana; sobre todo la del primer período, comprendido entre los años 1850 y 1915.
Historias de mudanzas
A lo largo de estos 150 años el Círculo pasó por varias sedes hasta recalar en esta residencia: exactamente por siete espacios. En el Círculo, a todos les gusta vincular esta cantidad con las famosas siete colinas que rodean a la ciudad italiana de Roma.
Cuatro sedes fueron alquiladas, una cedida, dos fueron propias. Y tuvieron particularidades: una de ellas funcionó en Victoria al 600, lo que hoy es Hipólito Yrigoyen; una calle histórica en la fundación de la Ciudad, el nombre “Victoria” era un homenaje a los que vencieron a las tropas inglesas durante las invasiones de principios del 1800. También tuvieron una propiedad muy importante que facilitaron Antonio y Bartolomé Devoto, empresarios italianos, ubicada en Florida 8.
Hasta que lograron construir una casa propia en Florida al 300: “Tenía 12 pisos, tres ascensores y en la terraza había un observatorio para información meteorológica; departamentos para huéspedes, salas de billar, biblioteca. A la inauguración asistió Marcelo T. de Alvear, presidente de la Nación”, contó Savoia.
Pero la aventura duró poco; entre la crisis económica del país y la que atravesó la institución, tuvieron que vender la propiedad. Pero la búsqueda fue rápida y certera. Así llegaron hasta la residencia que perteneció al matrimonio de Francisco Leloir y Adela Unzué. Ya viuda, Unzué le vendió la residencia a la asociación.
Como ocurre habitualmente en este tipo de propiedades, el mantenimiento es un desafío enorme; además de costoso. Este edificio está incluido dentro del listado de Inmuebles Catalogados de la Ciudad, con Protección Estructural: son “inmuebles de carácter singular”, principalmente por sus características arquitectónicas, y con “valores histórico-culturales y urbanos”. Con autorización, se pueden hacer modificaciones interiores y tareas de mantenimiento.
Uno de los puntos más destacados de la residencia es sin dudas su fachada y su marquesina. Justamente el emprendimiento gastronómico prevé expandirse hacia el frente, en lo que originalmente era el Patio de Honor de la residencia.
Además, aprovechará el magnífico parque de la residencia, que conserva especies arbóreas añejas; una de ellas podría ser histórica. ¿Mito urbano o realidad? Hay un plátano enorme, frondoso, sobre el que circulan algunas versiones: que tiene 200 años y que fue plantado por Domingo Faustino Sarmiento. Por un lado, Sarmiento hubiera sido un niño al momento de plantarlo; por el otro, al prócer se le reconoce haber fomentado la plantación masiva de plátanos. Un funcionario del gobierno porteño, experto en árboles, le dijo a Clarín: “Es un axioma, todo plátano lo plantó Sarmiento y todo parque o plaza la diseñó Carlos Thays”.
Sobre Bravo, Mariano Maciel y Germán Pereira -dos de los inversionistas- contaron a Clarín que el emprendimiento promete “generar una experiencia gastronómica donde se conjugan los sabores, aromas y sentidos. Además del restaurante, habrá un bar que se extenderá entre el Patio de Honor y el jardín, que es maravilloso; invita a disfrutar las pérgolas el plátano”.
“El proyecto es ambicioso en su conjunto, porque una de las premisas es resaltar la arquitectura de los salones, el hall principal y el Patio de Honor”, expresaron.
Inmigrantes
Volviendo al Círculo y a su origen, y para conocer datos sobre la migración italiana en Argentina, Clarín habló con Marcelo Huernos, investigador y productor de contenidos del MUNTREF, el Museo de la Inmigración de la Universidad Nacional de Tres de Febrero: “Se estima que en el período comprendido entre 1850 y 1950 llegaron a la Argentina 3 millones de italianos. Para tener una referencia, en este mismo período llegaron 2 millones de españoles”, detalló.
Cuenta Huernos que el 48% de los inmigrantes italianos regresaron a su país de origen: “Aquellas migraciones se dieron en diferentes etapas históricas. Una primera etapa se da entre 1850 y 1915. La segunda ola se da en la década del 20. Y hay un tercer período, el último, que es el posterior a la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos viajaron siendo niños; muchos de ellos aún continúan con vida, son nuestros abuelos y bisabuelos”.
La mayoría de los inmigrantes llegaron prácticamente con nada entre sus pertenencias, sólo con lo que llevaban puesto. “Pero muchos otros venían a expandir los negocios que tenían en aquella Europa en guerra. También ocurrió que los que llegaron con nada lograron crecer económicamente. Pasó de todo, porque la migración se dio en diferentes etapas y circunstancias”.
Esto se refleja en la creación de las instituciones y clubes italianos. Muchas eran un lugar de asistencia a estos inmigrantes, se los conocía como de ayuda mutua. El aspecto social -vinculado a la salud, a la vivienda y al trabajo- era lo central. “Pero también había instituciones, básicamente masculinas, que podríamos comparar con el Jockey Club. La masa societaria era de elite y se vinculaban con empresarios, presidentes, políticos y hombres de influencia”, contó Huernos.
En este sentido, Francisco Tosi -actual vicepresidente del Círculo y vice también de la Cámara de Comercio Italiana- coincide con la comparación: “El Círculo estaba integrado por profesionales, empresarios y políticos, entre otras figuras de la sociedad. Y por otro lado hubo coincidencias geográficas entre ambas instituciones: pocos metros separaban al Jockey Club del Círculo en la calle Florida a principios del 1900 y, muchas décadas después, volvimos a coincidir en el mismo barrio, Retiro”. La Cámara también es una institución centenaria, fundada en 1884.
¿Palacio, residencia, petit hotel?
“Se nos ha dado por rebautizar este tipo de construcciones y ahora brotaron los palacios por todos lados”, ironiza Fabio Grementieri, arquitecto, historiador y experto en patrimonio, autor del libro “Grandes Residencias de Buenos Aires: la influencia francesa”.
Grementieri explica que desde el punto de vista tipológico eran residencias, petit hotel o hotel particulier. “Palacio era la denominación que se utilizaba para las residencias de los monarcas, de la realeza. Acá se comenzó a llamar palacios a las grandes residencias, como el Palacio Paz o el actual Palacio San Martín, porque la presencia urbana era muy importante, equivalente a un edificio municipal”, explicó.
Sobre Alejandro Christophersen -autor de decenas de edificios que configuran una época de Buenos Aires, entre muchos otros: el Palacio San Martín, el Café Tortoni, la Basílica de Santa Rosa de Lima y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires- Grementieri lo destacó además como artista: “Amaba pintar, sobre todo aguafuertes y acuarelas. Se tomaba años sabáticos y estudiaba pintura”.
Actividades
Aunque se encuentra en plena obra de refuncionalización para recibir al nuevo restaurante, las actividades continúan. Entre otras, clases de baile de salón, de daiki -un entrenamiento articular, que imparte la escuela Shiatsu Argentina-, charlas de arte -“Pioneras de la Vanguardia 1870 – 1950”, por la licenciada en curaduría y gestión del arte, Gabriela Jurevicius- y un debate que promete polémica, sobre “Dante Alighieri y el Palacio Barolo”, ¿es verdad que el arquitecto Mario Palanti se inspiró en la Divina Comedia para construir el edificio? Y por supuesto, en el Círculo también se puede estudiar italiano. Parte de la agenda se puede consultar en www.circuloitaliano.com.ar
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com