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El palacio Barolo cumple 95 años y sus “bisnietos” le armaron un homenaje con entrada gratis

29 junio, 2018
in Patrimonio
El palacio Barolo cumple 95 años y sus “bisnietos” le armaron un homenaje con entrada gratis

Cúpulas aquí y allá, como en un cuento, y una línea tajante: el Río de la Plata. Ésa y casi cualquier postal desde el tope del Palacio Barolo, en Avenida de Mayo 1370, es soñada: se trata de panorámicas de Capital desde cien metros de altura.

En realidad, todo en el Barolo encanta y, muchas veces, intriga. Lo construyó el arquitecto italiano Mario Palanti (1885-1979) entre 1919 y 1923 por encargo de su compatriota y empresario textil Luis Barolo (1869-1922). Combinó tradiciones occidentales –mármol de Carrara y la pasión neogótica por las alturas– y orientales –las curvas del templo indio Rajarani Bhubaneshvar, siglos XI- XII, en la cúpula–, con novedades de aquellos años, como el hormigón armado.

Y, para algunos investigadores, Palanti se basó en laDivina Comediade Dante Alighieri (1265-1321). Es que hay coincidencias entre el edificio y ese gran poema: 100 metros de altura, 100 cantos de la Divina Comedia. 22 pisos, 22 estrofas en ciertos cantos. 11 balcones, 11 estrofas en otros cantos… “Se cuenta que, como el Dante, Palanti y Barolo eran miembros de una logia, ‘Fede Santa’, vinculada a los Templarios. Y que por eso, y por temor a lo que pudiera pasar con los restos del Dante si se desataba una nueva guerra –Palanti venía de pelear en la Primera Mundial y volvería a Europa a apoyar, desde otro lugar, al fascista Benito Mussolini–, decidieron que se inspirara en la Divina Comedia y, llegado el caso, se convirtiera en mausoleo del poeta”, explicó a Clarín Miqueas Thärigen, quien organiza, junto a su hermano Tomás, las recorridas guiadas de Palacio Barolo Tours.

La simbología del lugar parece infinita. En esas visitas desde el “infierno”, es decir, la planta baja, hasta el “paraíso”, el faro, los guías señalan, por ejemplo, que las flores de los mosaicos de la planta baja podrían ser “círculos de bronce que representan el fuego” y la cuadrícula en blanco y negro del piso en torno a los ascensores, una alusión “al bien y al mal en clave masónica”. No es casualidad que el historiador de la arquitectura Carlos Hilger definiera al Barolo como el gran ejemplo local de la “arquitectura esotérica” de principios del siglo XX.

Pero, para Miqueas (36) y Tomás (33), el Barolo y su faro exceden todo esto. Lo conocieron cuando eran chiquitos, cuando tendrían siete y cuatro años, y había mucho para arreglar, óxido y murciélagos. “¡Vamos al faro de Batman!”, les proponía su tío, Roberto Campbell, administrador del edificio. Ojo: los Thärigen no son sólo aquellos sobrinos; los Thärigen son los “bisnietos” del Barolo, ya que su bisabuelo, el contador y notario Carlos Jorio, fue uno de los primeros inquilinos en 1926.

“Te lo cuentan los consorcistas más antiguos: desde el principio, mi bisabuelo decía que el Barolo era una joya a difundir”, recordó Miqueas. Y según Tomás, Campbell, quien impulsaba las restauraciones, solía comentar: “No administro un edificio; administro una leyenda”.

Los hermanos Thäringen tomaron la posta en 2004, cuando empezaron con las visitas guiadas. El 6 de julio, a las 19, celebrarán los 95 años del Barolo -”se conmemora el día que lo bendijo monseñor Juan Beda, aunque esta vez será por adelantado, dado que fue el 7 de ese mes ”, aclaran- con tango y brindis, y entrada libre y gratuita.

En este GPS, como anticipo de ese festejo, van espacios imperdibles del Barolo según sus “bisnietos”. Y otro adelanto para quien se tiente con los recorridos guiados (pagos): a medida que los 144 escalones que llevan al faro se angostan y hay que agacharse más y más para no golpearse la cabeza, te convencés de que la experiencia resume perfectamente la idea del arduo camino al paraíso. Y el Barolo termina de maravillarte, igual que un poema inmenso.

Posible recorrido:

1) De la India con amor. El Barolo exhibe una influencia oriental clave: su cúpula tiene aires de la gran torre del templo Rajarani Bhubaneshvar, construido en los siglo XI-XII en Orisha, al este de India. Consagrado al dios hinduísta Shiva, se lo llama “templo del amor” y contiene maravillosos relieves que muestran escenas eróticas. Por eso, quienes adhieren a la idea de que el arquitecto Palanti se inspiró en la Divina Comedia para diseñar el Barolo aseguran que este espacio es parte fundamental del homenaje del Dante a Beatrice, su amor.

2) Cenizas. El arquitecto Palanti creó en 1919 -tras la Primera Guerra Mundial, en la que peleó-, en Trieste, Italia, una escultura que representaba un águila, en teoría, para preservar las cenizas Dante Alighieri ante una nueva contienda. Se dice que, para lo mismo, la trajo a Buenos Aires, a su gran palacio porteño. Pero el original de esa pieza fue robado en los años ’90. Amelia, la abuela de los Thärigen, trabajó durante años en crear una réplica y, desde 2010, se expone en la planta baja, justo en el centro del pasaje entre Avenida de Mayo e Hipólito Irigoyen, donde la luz cae como un manto.

3) El quiosco. Abrió con el edificio, en 1923. Desde los años ’60, pertenece a un mismo dueño, quien prefiere no dar su nombre. Pero sí cuenta que lo conoció desde antes: empezó a trabajar en el Barolo de cadete cuando tenía 17 años -tiene 91- y, con esfuerzo, llegó a comprarlo. Recuerda que ahí mismo, en la planta baja, hubo un bazar gigante, pionero de las tiendas de “todo por dos pesos”, pero que la loza fina se mostraba acá. También fue de golosinas, de cigarrillos y de diarios. Hoy se entregan los tickets para visitas guiadas.

4) La oficina de Jorio. De Carlos Jorio, notario y contador, bisabuelo de los hermanos Thärigen, quien la alquiló en 1926 y luego la compró. Para invitar a “viajar” a esa época, el lugar tiene muebles de esos años, una caja fuerte de más de un metro de alto, un viejo teléfono negro, sombreros de fieltro -como los que usaba Jorio-, pipas y sellos. También, fotos sepias. Es la 166, en el piso 7.

5) Faro. El Barolo fue el edificio más alto de América latina hasta 1935, cuando lo reemplazó el Kavanagh. Hay que subir 114 escalones, que se van angostando, para llegar al faro, y sus 300 mil bujías, y ver otros hits del Barolo: vistas Buenos Aires a cien metros del piso, como soñando.

FUENTE: clarin.com

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