El misterio envuelve a una de las esquinas más curiosas que tiene la Ciudad, la de avenida Alvear y Rodríguez Peña, en el barrio de Recoleta. Aquí confluyen tres construcciones de gran valor patrimonial y arquitectónico: la sede de la Casa de las Academias Nacionales -construida por Alejandro Bustillo en 1925-, el Palacio Casey -en donde funciona una parte del Ministerio de Cultura-, y la antigua residencia Hume. Pero es esta última la más singular de todas, porque es la única de estas dimensiones que continúa siendo privada. Y que además se encuentra habitada.
A estas tres construcciones se suman otros dos palacios: el Duhau, en donde funciona el hotel Park Hyatt, y el Fernández Anchorena, actual sede de la Nunciatura Apostólica. Todos juntos conforman un corredor patrimonial y son Monumento Histórico Nacional (MHN). Se protegió así a la única cuadra completa de Avenida Alvear que se mantiene como “la calle de las grandes residencias”.
Volviendo a la residencia Hume, se sabe que tiene una única heredera: María Susana Maguire Duhau de Biocca. La propiedad, también conocida como “residencia Maguire”, fue cambiando de dueños en sus más de 130 años de existencia. Algunos dicen que la dueña actual vive entre los Estados Unidos, sus campos en provincia de Buenos Aires y esta casona.
No se conoce que en estos años haya hablado con la prensa, o que haya otorgado “permisos” para ingresar a la residencia. Incluso no ha tenido contacto con las autoridades del Ministerio de Cultura. Pero sí se sabe que son muchos los vecinos, turistas e interesados en conocerla y saber algo más sobre la historia de la propiedad y sus detalles constructivos.
La residencia parece abandonada por fuera, pero claramente no lo está. Tiene cámaras de seguridad en el contorno de la línea municipal y un mantenimiento exterior limitado. Hacia el frente de la avenida Alvear y la calle Rodríguez Peña, la fachada se encuentra muy percudida y las plantas crecen con algo de caos. Hay una fachada trasera, que no se puede ver desde la calle, pero que se encuentra en mejor estado. El perímetro de árboles impide que le llegue el smog de autos y colectivos y no se ve tan sucia. De este lado oculto a la vista de los vecinos, el césped se ve perfectamente cuidado.
Las rejas, las veredas y dos gomeros gigantes forman parte de un entorno único. Los árboles despliegan una suerte de techo sobre el cruce de ambas calles. Tocan con sus ramas al Palacio Casey y la Casa de las Academias Nacionales.
Según informó el Gobierno porteño a Clarín, la residencia Hume no posee exención impositiva del ABL, aunque su dueña podría solicitarla para mantener la fachada, por ejemplo. Y si bien no hay denuncias sobre el arbolado, la Comuna sigue de cerca la evolución de las ramas de un gomero que pueden convertirse en un problema de seguridad.
“La Ciudad interviene en el mantenimiento del arbolado público. En este caso, se trata de un gomero que tiene un dueño, que está plantado en el interior de la casa, cuyos dueños deben hacerse cargo del mantenimiento”, aclararon desde el Gobierno porteño.
Teresa de Anchorena es la presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y Bienes Históricos y conoce mucho de la historia de esta residencia. Fue su bisabuelo materno quien encargó su construcción, Alexander Hume.
De origen británico (nació en Shooting Hill, Londres, en 1844), Hume fue un ingeniero que llegó a la Argentina en 1868. Fundó una empresa para la construcción de ramales ferroviarios y en 1887 adquirió el Ferrocarril Central Norte, que unía Córdoba con Tucumán. Para 1918, su firma había tendido 3.000 kilómetros de vías férreas en todo el país.
La residencia fue construida en 1890. “La casa, levantada en lo alto de la barranca, tenía vistas al Río de la Plata en sus primeros años. Está compuesta de dos niveles principales, piano nobile y primer piso destinado a los dormitorios, más un semi-sótano y el piso de la mansarda, ocupada por habitaciones de servicio”, cuenta de Anchorena.
Y da más detalles: “El tratamiento de las fachadas alterna fajas de revoque y ladrillo visto. Se destaca la ornamentación; había también figuras de gárgolas, que se perdieron. Como tradición oral de la familia, se dice que todos los materiales utilizados en la construcción se trajeron de Escocia”. El padre de Hume era escocés.
En el interior de la residencia hay un gran espacio central, con un hall en doble altura, alrededor del que se van organizando los otros espacios del edificio.
“Una característica totalmente atípica para la época es la incorporación de una pileta de natación -describe de Anchorena-. ‘Baño de Natación’ indica un plano original. Si bien da al jardín, está adosada a la casa. Es algo que debe haber dado que hablar en la Buenos Aires de fines del siglo XIX, en cierto modo asociable a la excentricidad británica”.
La piscina se ve aún, con un revestimiento de azulejos verdes, debajo de una galería.
¿Quién es la persona, o las personas, que viven allí? Se conoce el nombre de la dueña, pero poco más. En diálogo con Clarín, alguien del entorno contó brevemente: “El interior de la casa es maravilloso y se encuentra en perfecto estado. La propietaria es una persona de bajo perfil y esta residencia es su tesoro. El hotel intentó comprársela, pero ella dijo que no. Tampoco accedió a desprenderse del parque trasero”, reveló.
¿Alguna vez pensó en permitir el acceso al público? ¿Organizar una visita, como ocurre en otros edificios patrimoniales? ¿Está orgullosa de vivir en un Monumento Histórico Nacional? “Pero claro, está muy orgullosa y ama esta residencia. Quizás en el futuro puede ocurrir, pero ahora no está previsto que se abra la casa al público”, explicó la misma fuente.
La Comisión Nacional de Monumentos ejerce la superintendencia sobre todos los bienes declarados. Y es necesaria su aprobación ante cualquier intervención que se proponga sobre ellos. Brinda además asesoramiento para garantizar la mejor forma de conservación y restauración de los bienes tutelados. También asesora al Congreso de la Nación sobre los proyectos de ley de declaratoria de monumentos nacionales.
En el caso de los monumentos que están en manos privadas, la Comisión en general busca acordar con los propietarios la forma cooperativa de asegurarlos. En el caso de esta vivienda, jamás tuvieron contacto con la propietaria, ni acceso al parque y menos aún, al interior de la vivienda.
En los alrededores, vecinos y vecinas siempre están pendientes de los movimientos de esta casa. Quién les quita la ilusión de pensar que alguna vez podrán recorrer la residencia que, desde hace décadas, admiran desde las veredas y a través de las rejas.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com