Un litoral, literalmente, es un área de transición entre ecosistemas. Terrestres y acuáticos, pero también artísticos y literarios, museísticos y barriales. Un litoral sería una zona donde confluyen, mutuamente se nutren y se potencian: un área limítrofe, híbrida, permeable y sustanciosa, de encuentro y de intercambio. El 2018 puede pensarse a grosso modo como un año de creación de esos litorales.
La región Litoral incluye la Mesopotamia argentina y las costas de los ríos de la Cuenca del Plata. El gesto de señalar hacia el nordeste desde Rosario, provincia de Santa Fe, y recordar que Entre Ríos y Chaco también existen, estuvo presente en publicaciones y muestras del 2018. Que no casualmente fueron también “litorales” en el otro sentido, el de la confluencia de lenguajes y sociabilidades. Un hilo sutil se tiende entre la nouvelle Cinco días en Colón (Iván Rosado, 2018), de la artista plástica, galerista y docente de taller Pauline Fondevila, y la exposición Traducir el desborde, de Julieta Hanono, que puede visitarse todavía a comienzos de este verano en el Museo de la Memoria. Son dos artistas escritoras, dos migrantes, dos mujeres que dejan atrás su lengua materna: Julieta, rosarina, escribe en francés en París; Pauline, francesa, adoptó el castellano de Rosario. Leen las huellas de otros éxodos: Fondevila descubre o inventa un pintor en Entre Ríos, topónimo del “entre”, la interzona, el litoral; Hanono convocó la fauna del monte chaqueño junto a los maestros artesanos de la comunidad qom, en un diálogo entre culturas que incorporó la lengua qomlaqtaq a su Babel sonora y plástica.
En otra publicación de Iván Rosado, Niño del río (2018), Inés Marcó se dirige a Paraná en busca del hermano mellizo (herido por el agua) del Muchacho del Paraná de Lucio Fontana. También es un texto entre el arte y la poesía, el hoy y la niñez. Estas artistas que escriben logran abrir el texto al nomadismo de un asombro desterritorializado.
El pintor rosarino Lázaro Diacovich se reveló como novelista en Oro brujo (2018, Gato grillé), donde narra sus propios procesos creativos y convierte en personajes a dos colegas suyos: Eduardo Contissa y Rodolfo Perassi. Contissa y Perassi, junto con Eduardo Piccione y muchos otros, crecieron en los ’80 con una obra (injustamente ignorada más allá de la ciudad) que sigue teniendo mucho de literario: la distopía en Contissa, la alegoría en Piccione, la cita en Carlos Andreozzi, las visiones de Emilio Torti, la mirada mesiánica de Daniel Scheimberg, la deconstrucción del autor en Perassi. Ellos siguen produciendo y son Aquellos bárbaros, que con curaduría de Silvina Buffone y María Elena Lucero (curadora también de Traducir el desborde), fueron la exposición más bella del Museo Castagnino, donde también se lucieron las revisiones de la colección con motivo del centenario de la primera adquisición patrimonial.
En la sede MACRO se destacó Traidores los días que huyeron, antológica de Roberto Jacoby que dio apasionante cátedra sobre la interzona litoral entre lenguajes, espacios y prácticas que signó el año. Ahí nomás, San Cristóbal Seguros le regaló a la ciudad dos obras de Marta Minujin. El Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estevez festejó sus 50 años con muy buenas muestras en su sala de la calle San Lorenzo y un inesperado regalo: la recuperación de un valioso Murillo robado. Dos museos provinciales, el Histórico Julio Marc en Rosario y el de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez en Santa Fe, profundizaron las políticas culturales inclusivas, innovadoras y convocantes que sus respectivos directores vienen sosteniendo desde hace un par de años. Pablo Montini transformó la sala de armas del Marc en un espacio de arte contemporáneo que se inauguró con las flores tejidas por Román Vitali (hubo una tendencia de artistas hombres pintando flores: Mario Godoy en Ribuar, Daniel García en Estudio Galassi) y un cuento de Julio Cortázar le sirvió a Analía Solomonoff como disparador para Museo tomado, la megamuestra que incluyó entre sus activaciones al revolucionario Trueque con la Vecinal Villa del Parque, de la mano del colectivo Barrio sin Plaza.
Una gigantesca instalación cerámica itinerante por Nushi Muntaabski en la fuente de las obras de Lola Mora, en el Monumento a la Bandera, coincidió con la multitudinaria marcha del 8M y con una exposición sobre la historia del Monumento (y la del truncado proyecto de Lola Mora) en el Centro Cultural Parque de España, cuya nueva directora es Fernanda González Cortiñas. Clarisa Appendino relevó a Lila Siegrist en Cultura. Noemí Escandell recibió el Gran Premio a la Trayectoria que por primera vez otorgó el Salón Nacional de Buenos Aires. Mariana Tellería representará a la Argentina en la Bienal de Venecia. Todos merecidos reconocimientos a mujeres artistas y gestoras culturales.
En octubre, la capital provincial alojó la IV Reunión de Arte Contemporáneo, que puso en el centro de la escena regional a los géneros estrella de la neovanguardia internacional: performance e intervención urbana. El temprano adiós, a fines del 2017, a la artista rosarina Graciela Sacco, puso en marcha las acciones grupales de lucha en el espacio público de un colectivo de mujeres creado hace un año. Nosotras proponemos salió a la calle y a los museos el 8M, Día Internacional de la Mujer, con un eficaz repertorio reivindicante. Las pioneras intervenciones urbanas de Graciela Sacco fueron recreadas por toda su ciudad en un homenaje cuyo epicentro fue el CCPE y que cubrió las dos fachadas de su alma mater, la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario, que inauguró un muy activo espacio de arte en su nuevo edificio. Este se suma a las también activas salas del ECU o Espacio Cultural Universitario, donde se vieron muestras excelentes, como el homenaje a Rodolfo Elizalde.
El espacio OSDE presentó magníficas muestras de pintura de artistas en plena producción, como Juan Balaguer, y de figuras históricas como Estanislao Mijalichen o Lino E. Spilimbergo. Desplegaron agendas intensas el Museo Municipal de Bellas Artes Urbano Poggi de Rafaela y el Centro Experimental del Color (CEC) en la ciudad de Santa Fe. La Biblioteca Vigil restauró su fachada, obra de Rubén Naranjo y equipo.
Militantes del arte, así es como habría que definir a lxs galeristas de Rosario y Santa Fe en el 2018. Diego Obligado publicó un libro magnífico de la fotógrafa y artista Andrea Ostera, y Gabelich Contemporáneo estrena casa nueva en el 2019. Ambos transformaron sus espacios para cada exposición. Subsuelo, en Balcarce al 200, es un ámbito reciente de gran calidad artística y gran calidez humana. CRUDO, junto con Thigra y el PAC, lideraron la afianzada tendencia de la formación artística entre pares, a través de residencias en lugares no centrales como la isla o el barrio. Ámbitos “litorales” como Laguna y Oficina 26 en los altos del Pasaje Pan, el efímero El Castillo, El Bucle en barrio Arroyito de Rosario, o FUGA en la galería Sol Garden de Santa Fe (por nombrar un puñado), combinaron arte contemporáneo y poesía como lugares de encuentro y resistencia cultural. La solidaridad entre galeristas de arte contemporáneo floreció durante la Semana del Arte expandida a Quincena y se expresó con éxito en la propuesta GIRO, genial traducción al rosarigasino con Cynar de los vertiginosos recorridos cordobeses de Mercado del Arte.
FUENTE: Beatriz Vignoli – www.pagina12.com.ar