En Villa Devoto hay un nuevo habitante que marca un cisma. Uno fomentado por los Gobiernos de la Ciudad y otros distritos. Promovido por los comerciantes organizados del barrio. Aprovechado por sus desarrolladores. Resistido por otros vecinos, que ven en este plan y en el boom gastronómico de la zona una amenaza para el tranquilo estilo de vida del llamado “jardín de Buenos Aires”. Ese nuevo habitante es el Distrito del Vino.
Dentro de sus límites, emprendedores relacionados con la industria del vino pueden postularse para recibir beneficios impositivos. El área abarca parte de los barrios de Devoto, Villa del Parque y Paternal, sobre todo la avenida San Martín, donde décadas atrás funcionaron embotelladoras de esta bebida, hasta que la ley 23.149 de 1984 obligó al envasado en zona de origen.
El nuevo plan trajo aplausos pero también malestar, que dio forma a un colectivo “que trabaja para que el Distrito del Vino no invada las zonas residenciales”, según estos mismos vecinos destacan. Mantienen sus nombres en reserva, pero mencionan su usuario en redes, @distritodelvinoc11. Y ya reunieron casi 900 firmas en contra en el sitio Change.org.
Para ellos, la ley del Distrito “no respeta la democracia participativa y representativa ni el Consejo Consultivo que dispone la Constitución porteña”, y ”fomenta un proceso de destrucción y degradación de identidad barrial y de espacios verdes”. Por eso, expresaron sus quejas en una reunión de cercanía con el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, y también ante el jefe comunal Nicolás Mainieri.
Además de la exención de ciertos impuestos, el plan incluye la construcción de un museo de la bebida y también, según se especula, el uso de parte del palacio Ceci como espacio de exhibición. Por ahora esto es solo un rumor, pero que circula fuertemente y que obligó al Gobierno porteño a desmentirlo, al menos de momento. Con todo, ese supuesto nuevo destino ya cosechó también voces en contra.
Algunas de ellas se hicieron oír el miércoles 2, de boca de vecinos y docentes de la escuela para sordos N° 28 Bartolomé Ayrolo, que queda en el mismo predio que el palacio. Abrazaron el Ceci mientras se oficializaba la transferencia de uso del edificio desde el Ministerio de Educación porteño hacia el de Desarrollo Económico, cartera que impulsa el Distrito del Vino. “Al colocar palos de hierro para hacer la división, ya le quitaron terreno del patio a la escuela”, denuncia Daniela (38), vecina de Devoto.
Barrio chico, disenso grande
“Devoto es chico, por eso todo repercute mucho más, incluso las opiniones a favor y en contra. Va a ser difícil conformar a todos y quizás sea un empate”, opina Esteban (42), que no se llama Esteban pero prefiere cambiar su identidad para preservarla. Vive hace 15 años en el barrio. Y observa: ”A 200 metros de la plaza hay 40 bares, pero te alejás dos cuadras más y ya no hay nadie”.
“No me gusta el crecimiento gastronómico del barrio, pero sé que no es un fenómeno aislado. Devoto como tal está desapareciendo hace rato”, opina Alejo Gómez (35), arquitecto y vecino. Recuerda con nostalgia el lugar donde vivía una compañera de colegio, cerca de Pareja y Sanabria: “Amaba esa casa: bien años setenta, ladrillera, con madera, ojos de buey como ventanas. La demolieron en 2012 para hacer un edificio de cinco pisos”.
En los ochenta y noventa hubo varios intentos de densificar el barrio, de los que son prueba las torres aquí y allá, que no siguieron multiplicándose por presión de los vecinos. Pero la resistencia se debilita no solo porque envejece sino porque también lo hacen los primeros o segundos habitantes de esas viviendas, que ahora les quedan demasiado grandes y caras de mantener. Muchos hijos o nietos buscan algo más “moderno” sin salir del barrio.
Lo que antes pasaba con los dúplex ahora ocurre entonces en vertical: de las casonas se pasa a los departamentos. “Para terminar de cerrar el círculo, quienes se mudan a esos desarrollos también son de Devoto -observa Gómez-. Conozco al menos cuatro casos de familias que vendieron la casa y se mudaron a edificios de cuatro o cinco pisos: hijos en uno, padres en otro”.
Muchos desarrolladores aquí son vecinos. Dos de los más importantes son los de los estudios PEa y MMCV, que edificaron y edifican gran parte de lo nuevo que rodea a la plaza Arenales, en el corazón de Devoto. “Más del 60% de nuestros clientes ya nos compró una vez. No desarrollamos en otros barrios porque no tenemos el mismo valor de venta que acá, donde ya hicimos 40 edificios”, explica el arquitecto Juan Pablo Erriquenz, de PEa.
Además de viviendas, MMCV construyó varios de los nuevos restaurantes del barrio. Este estudio fue cofundado por el ex futbolista Damián Manusovich, que hace un mes donó el tomógrafo que Rodríguez Larreta inauguró en el hospital Zubizarreta.
¿Cambiar (a gastronomía) para que nada cambie?
Pablo Del Valle (50) es socio del Sushi Club de la avenida Chivilcoy y vecino del barrio desde los 11 años, “cuando cerca de la plaza solo había una heladería y una panadería”. Hoy observa cómo las mansiones se transforman en gran escala en restaurantes. “Los emprendimientos no pueden construirse en casonas, entonces los gastronómicos mantienen la fachada y remodelan por dentro. Ya no quedan locales y eso sube los precios”, explica.
Según fuentes del sector, alquilar un local en el barrio cuesta hasta $ 500.000 por mes. Excepcionalmente, un millón, como ocurre con la casona de Bahía Blanca y Salvador María del Carril, que cuenta con protección patrimonial cautelar por su pertenencia al Área de Protección Histórica (APH) 36. Esta abarca el entorno de la plaza Arenales y la estación Devoto.
”Los ciclos económicos, los cambios en la forma de vida, las tendencias del mercado inmobiliario y la evolución de la oferta comercial modifican las dinámicas barriales. Esto no pasa solo en Devoto: ocurre en toda la Ciudad, con la gastronomía como rubro referente”, resalta Jorge Mesturini, presidente del Círculo de Comerciantes de Devoto. Para él, la actividad comercial en general y la gastronómica en particular son las que ayudan a conservar y no al revés.
“Las APH son áreas patrimoniales amigables con la instalación comercial porque permiten proteger construcciones que, en la lógica actual del mercado, se destinarían a edificios de vivienda multifamiliar -analiza Mesturini-. De esta manera se logra preservar el patrimonio arquitectónico e histórico, una demanda vecinal atendible, pero que se hace efectiva solo con inversión”.
Muchos vecinos no opinan igual. “El barrio se llenó de autos los findes. En Gutenberg y Fernández de Enciso pusieron una cervecería y es muy difícil cruzar como peatón, entre el tráfico, el tren, los camiones…”, describe Daniela. Gabriela (51), que vive a una cuadra de Plaza Arenales, dice que no se quiere ir del barrio, pero admite que “llega un momento en que no te queda otra, si tenés música y mesas en la vereda de al lado de tu casa”.
Del Valle, en cambio, analiza de ambos lados, en su calidad de vecino y gastronómico. “Hay una contraposición entre quienes están contentos de tener restaurantes y bares que antes solo veían en Belgrano o Palermo, y los más mayores que no soportan tanta gente -opina-. Me parece que puede lograrse un equilibrio. Las transformaciones son buenas. Devoto es una de las zonas con más crecimiento antes y durante la pandemia”.
Devoto, en definitiva, no es ajeno a la dinámica de cambios, negocios y resistencias que se ve en el resto de la Ciudad. Una en la que gobierna el mismo partido político hace 15 años, continuidad que podría haberse aprovechado para pensar políticas a largo plazo sobre cómo se construye y habita Buenos Aires.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com