Horacio Terraza, es un reconocido urbanista que fue Coordinador de Infraestructura y Medioambiente de ciudades sustentables y emergentes, especialista en agua y saneamiento del BID, y desde 2017 es Lead Urban Specialist del Banco Mundial desde 2017. Tiene un máster de The Johns Hopkins University en Desarrollo Económico e Internacional. Y desde hace años proyecta cómo serán las urbes de la región y detalla estrategias a tomar frente a los desafíos socioambientales.
Aunque se lo cita con frecuencia, quizás no todos sepan que el Banco Mundial es una organización multinacional especializada en finanzas y asistencia, cuyo propósito declarado es reducir la pobreza mediante préstamos de bajo interés, créditos y apoyo económico a las naciones en desarrollo. Latinoamérica es una región que sigue de cerca. Uno de los encargados de hacerlo en términos de Urbanismo es Horacio Terraza, quien a partir de datos cuanti y cualitativos profetiza grandes cambios y desafíos en las ciudades de esta parte del mundo para un futuro que no parece demasiado lejano. En un mano a mano con LA NACION, adelantó el futuro de las ciudades.
-Tal vez producto del cine, los videojuegos y los comics, se fantasea con un futuro de ciudades distópicas. ¿Qué dice la información dura respecto a lo que verdaderamente sucederá con las urbes de la región?
-Demográficamente las ciudades latinoamericanas tendrán una población más envejecida y, a diferencia de lo que sucedía siglos atrás, su perfil productivo ya no será industrial sino enfocado en los servicios y en pequeñas industrias boutique. Un poco, lo que sucede hoy con ciudades japonesas, algunas de Europa del Este o aquí mismo, en Estados Unidos, lo que sucede con Detroit, que se está reconvirtiendo, con espacios para desarrollo artístico a bajo costo y donde se están instalando, por ejemplo, fábricas de bicicletas. Por otro lado, la apuesta de esas ciudades también es al turismo, que regresará cuando acabe la pandemia. Además, tenderán al autoabastecimiento, con huertas urbanas instaladas para tal fin también como sucede ahora en la que fue la capital industrial de este país. En definitiva, todo parece indicar que en el mediano plazo serán muy diferentes a las que mostraba Blade Runner -responde sonriendo, pantalla mediante, y aludiendo al clásico del cine de ciencia ficción de Ridley Scott-.
-Otra fantasía es que serán megalópolis desproporcionadas, ciudades gigantes y desordenadas. ¿Cuánto hay de cierto en eso?
– Aun cuando las proyecciones hablen de megaciudades, para 2050, año clave para cumplir con los objetivos ambientales, las urbes habrán dejado de crecer. Sólo ciudades relativamente jóvenes como Manaos o de crecimiento económico reciente como Panamá seguirán exhibiendo patrones de crecimiento elevados para ese momento. En este sentido, uno de los desafíos urbanos ambientales que tenemos por delante es que las ciudades crezcan pero sin extender la mancha urbana, que es lo que obliga a invertir en infraestructura que para ese momento quedará obsoleta. Densificar, volver a las ciudades no más grandes si no más densas, más elevadas, es una solución.
-¿Qué significa densificar exactamente?
-Con densificar no me refiero a poblar las ciudades de torres sino de edificios de tres o cuatro pisos, que permitan potenciar la infraestructura existente y planificar la inversión, canalizándola donde corresponde. En algunos lugares, la infraestructura está subutilizada. Lo que sucede con los centros urbanos, no sólo con la pandemia, sino aún antes, lo que sucedía los sábados y domingos en los centros de las ciudades cuya infraestructura estaba -está- subutilizada. Quizás esos días, haya que darle a ese centro un uso distinto, de modo de utilizar sus recursos. Siempre con el mismo objetivo que es potenciar la infraestructura existente, residencializar los centros urbanos también es una necesidad. Con tal propósito, una idea sería subsidiar la compra de propiedades como viviendas en esas áreas.
-Para apostar por la sustentabilidad, ¿un incremento en los gastos es condición sine qua non?
-No, no necesariamente. Se exige un esfuerzo económico pero no todos los gastos son incrementales. Si bien no son muchas, hay ciudades que tienen estos temas en agenda.
-¿Por qué dentro de tres décadas será un momento clave del destino urbano?
– Tomamos el año 2050 como una fecha clave porque si no implementamos cambios para ese momento en términos de sostenibilidad, los daños, por la emisión de gases y el incremento de la temperatura, serán irreversibles. Después de ese momento, ya será demasiado tarde.
-Cuando las autoridades plantean sus propósitos en perspectiva hablan de ciudades resilientes. ¿Cómo es ser resiliente desde una mirada urbanística?
-La resiliencia refiere a la capacidad de adaptación, a que las ciudades puedan afrontar desde las grandes migraciones, como está sucediendo ahora, hasta el cambio climático, grandes olas de calor, también como pasa hoy. ¿Un ejemplo concreto? Quizás haya llegado el momento de entender que levantar un muro para contener el agua no sea una solución adecuada y efectiva para una inundación. Así, tal vez, hay que pensar en espacios diseñados especialmente para que se llenen de agua y luego se vacíen, dotados de mobiliario urbano acorde con esa situación. Eso es adaptarse. Algunas naciones como los Países Bajos ya están trabajando en ese tipo de soluciones.
-¿Qué puede esperarse acerca de la movilidad, teniendo en cuenta, además, que las ciudades son las grandes emisoras de gases?
-Que el transporte público esté ligado al diseño urbano del barrio, buscando que la mayoría de los viajes se realicen a pie o en transporte público. Esto es lo que las ciudades están haciendo. Además, hay que pensar en un futuro con muchas bicicletas y autos eléctricos, autos más pequeños, como se está trabajando hoy.
-Hay un aspecto verde vinculado con la sostenibilidad pero este concepto también tiene una arista humana. ¿Qué puede esperarse en un futuro en relación al déficit habitacional?
-En América latina cerca de un 30% de la población vive en asentamientos informales y el déficit de vivienda cuantitativa en la región (número de familias que no la poseen) es de alrededor de 37%. El 75% de la vivienda producida anualmente es informal, sin títulos de propiedad ni acceso a infraestructura y servicios básicos En general, son viviendas que se erigen en los únicos espacios libres de las ciudades, aquellos con mayor riesgo de desastres como inundaciones y deslizamientos, donde se exhibe mayor vulnerabilidad social y pobreza. Ya sea dotando a esas áreas de riesgo de la infraestructura correspondiente o bien trasladando a las poblaciones a zonas favorables para el desarrollo, ésa es la prioridad a la hora de encarar el futuro de las ciudades.
FUENTE: Victoria Aranda – www.lanacion.com.ar