El siglo 19 fue paradigmático en materia de arte. En el se expresa una apreciación de la belleza efímera por parte de algunos ismos entre ellos el romanticismo y el impresionismo que dieron origen al arte contemporáneo. Los artistas europeos creaban obras de arte que presentaban una nueva imagen de belleza y se interesaban en el poder de la naturaleza y su capacidad para pasar de lo sereno a lo aterrador en un instante. Se puede decir entonces que ese fue el inicio del arte efímero, tal como lo conocemos en la actualidad.
Mucho antes de la explosión a nivel mundial del arte efímero de la década del ’60 hubo, en Mar del Plata un paisajista que, influenciado por su trabajo en los jardines de Versalles y las tendencias europeas, imaginó para la ciudad la primera obra efímera: un calendario de ladrillo y piedra rodeada por flora autóctona que se emplace en la por entonces Plaza América popularmente conocida en los ’40 como “Plaza principal”.
La idea era innovadora y trascendió por la gran aceptación que tuvo por parte del público y se convirtió en un atractivo más de la ciudad y, por entonces un espacio de visita obligado.
Hay dos postales que son obligadas para todo marplatense y turista que llega a la ciudad: la foto con los lobos marinos de piedra y una imagen con el calendario floral ubicado en la peatonal San Martín para dejar un registro exacto de la fecha en la que se realizó la visita.
El “calendario floral” es en realidad un diseño de granza y polvo de ladrillo con un fondo de canteros siempre verde que varía de acuerdo a las especies disponibles en cada estación creado por Adolfo Primavesi, primer director de Plazas y parques de la comuna.
De acuerdo a la investigación de Marta Lamas en “Plazas fundacionales de Mar del Plata, en busca del paraíso”, en 1940 Primavesi instaló el calendario frente al Palacio Municipal y seis años más tarde se trasladó a su actual ubicación de Peatonal San Martín y Mitre, frente a la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia.
La actualización del calendario es completamente artesanal y hasta la década del ’90 se realizaba con precisión “de reloj suizo” a la medianoche pero debido al cambio en el ambiente durante la madrugada y la vandalización que se registraba esporádicamente en el ícono céntrico, las tareas de mantenimiento comenzaron a realizarse durante las primeras horas de la mañana.
Para realizar las actualizaciones, se utilizan moldes de hierro con los días de la semana y números marcados que se posan sobre la granza o pedregullo y se rellenan con polvo de ladrillo. Luego de quitar el molde, se completan los blancos con granza, se barren los detalles, se apisona y finalmente, para resaltar el trabajo se realiza un regado a mano.
Todo el proceso lleva -siempre en condiciones climatológicas ideales- alrededor de dos horas, aunque cuando hay cambio de mes o de década puede demorar un poco más. El hombre que realiza el trabajo detrás del calendario floral es el capataz de Plaza San Martín, Hugo Perea, que desde 1980 hasta la fecha solo fue reemplazado en época de pandemia por otro empleado del Enosur a quien entrenó en el arte del paisajismo en ladrillo y piedra.
Religiosamente, Hugo o su aprendiz llegan a las 5 de la mañana a la plaza, bajan al sótano donde guardan las herramientas y ponen manos a la obra para que a diario, marplatenses y turistas puedan tener su “foto feliz”.
FUENTE: www.0223.com.ar