Es her-mo-so!” dice separando cada sílaba Leandro Casas, vecino de Barracas, mientras pasea su perro por delante de la subusina eléctrica de la calle San Antonio al 1075. Habla del bellísimo edificio de ladrillo a la vista, techo de madera y puerta de hierro rojo que queda cerca de su hogar. No necesita conocer mucho de historia para saber que cada vez que se corta la luz, se llena de cuadrillas de Edesur. A pocas cuadras de ahí, sobre la Avenida San Juan casi llegando a Paseo Colón, la subestación parece una casita de muñecas antigua rodeada de edificios altos. Tiene vegetación creciendo entre sus ladrillos centenarios y un cartel de instalación de aires acondicionados que alguien colocó al lado de la firma de Giovanni Chiogna, el arquitecto que la construyó. En el cercano barrio de San Cristobal, la subusina de Estados Unidos 2242 bien podría ser la morada de un villano con su fachada gris, ventanales inmensos y gárgola. En cambio la de la calle Chenault, en Cañitas, podría hacer de domicilio de princesa. Pero está toda graffiteada y venida a menos.
Infinidad de porteños las cruzan a diario, sólo algunos reparan en su simpática arquitectura y muy pocos conocen su historia. La ciudad de Buenos Aires conserva-en diferentes grados de preservación – decenas de pequeños edificios de ladrillo e inspiración medieval, herencia de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad. El más monumental y conocido es la Usina del Arte. Más allá de él, mini réplicas sobreviven en medio del paisaje urbano, de Palermo a San Telmo y hasta la zona sur del conurbano.
La gran estafa
Mucho antes de Edesur y Edenor, a principios del siglo 20, la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIADE) se disputaba con la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad (CATE) el suministro eléctrico en la ciudad de Buenos Aires. El edificio de la Usina del Arte, gran obra de la Ítalo en 1919, queda como imponente testigo de esa época. “El palacio de la luz” tenía un diseño imponente y marcó un hito en el paisaje de la ciudad. Dicen que a partir de ella Buenos Aires pasó a ser una de las ciudades mejor iluminadas y de mayor vida nocturna del mundo.
Sumado a la monumental estructura del barrio de La Boca se construyeron subusinas secundarias y más de cien pequeñas estaciones de apoyo, similares en aspecto, encargadas de la distribución final en los barrios de la ciudad. Se las reconoce de inmediato por su arquitectura similar de ladrillo a la vista, arcos de medio punto, columnas y aberturas de hierro. Hacia 1920 la CIADE administraba 57 subestaciones y en 1928 ya llegaba a Lomas de Zamora y Quilmes.
Tal vez para generar empatía con la numerosa colectividad italiana que residía en la ciudad fue que los propietarios de la CIADE -suizos- eligieron llamarla ítalo y argentina, pero lo cierto es que nada tenía de esas dos nacionalidades. Para Alejandro Machado, apasionado por la arquitectura porteña y constante difusor de los tesoros edilicios de la ciudad, la Compañía Ítalo Argentina realizó “una de las primeras acciones de marketing del país” al llenar los barrios de mini réplicas inspiradas en el Castillo Sforzesco de Milán. En su blog, Machado relevó veintitrés estaciones firmadas por Juan José (o Giovanni) Chiogna, principal constructor italiano contratado por la CIADE. Pero muchas otras fueron firmadas por al menos cinco otros arquitectos.
¿Dónde están?
Lo curioso es que escasean los registros oficiales, al menos online, que listen a todos los edificios, que supieron ser más de cien entre subestaciones, usinas y super usinas. En 1979 la empresa Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA) absorbió a la CIAE y unos años después las construcciones pasaron a ser propiedad del estado nacional. Con el tiempo, algunas fueron desafectadas, otras demolidas y alguna hasta pasó a ser una vivienda particular, como la de la calle Julián Álvarez al 1700. Otras tuvieron un mejor destino, como la de Montevideo 919, hoy museo del Holocausto. Muchas de ellas continúan en funcionamiento como estaciones generadoras y distribuidoras de energía y están en poder de Edesur y Edenor.
Para Patricia Mendez, doctora en ciencias sociales y arquitecta, la experiencia del Museo del Holocausto es un ejemplo de recuperación de edificios digno de resaltar no sólo por el alto valor patrimonial que posee, sino también porque “permiten al transeúnte la posibilidad de conocer parte de la historia técnica de la que fue una de las más importantes empresas eléctricas en el medio local”.
En el 2007 Mendez llevó a cabo una investigación sobre el patrimonio industrial de la electricidad en Buenos Aires, incluida en el libro Miradas sobre el patrimonio industrial, editado por el Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL). Allí hizo un llamado a los entes administrativos a que ofrezcan a la comunidad “un inventario que facilite la identificación, permita la conservación e invite a la sana reutilización de estos espacios que fueron luz en sus diversas fases históricas”.
Tres años después, en el 2010, la Legislatura de la Ciudad Autonóma de Buenos Aires sancionó una ley que tipificó 35 edificios y les adjudicó distintos niveles de protección por considerar a los inmuebles “parte fundamental del patrimonio de la ciudad”. Pero hay quien elaboró una lista más completa.
Un estadounidense tiene el listado más completo
El listado más completo y con fotos disponible hoy -al menos de acceso público- lo creó Robert Wright, un estadounidense que vivió quince años en Buenos Aires como escritor de guías de turismo. En medio de sus recorridos por la ciudad se obsesionó con las estructuras de la ítalo y comenzó a registrarlas en su blog (parcialmente en inglés).
“¡¡Llamado a la solidaridad!! Debe existir un inventario de todos los edificios que pertecenían a la Compañía Italo-Argentina de Electricidad en algún archivo viejo de la empresa”, escribió en el 2010, instando a quien divisara una en su barrio a compartir su hallazgo. Así, en colaboración con otros entusiastas de la arquitectura porteña logró enumerar 72 construcciones, que marcó en un google maps. Su posteo hasta el día hoy sigue generando comentarios de entusiastas, arquitectos o simples vecinos que año a año comparten datos, se pasan ubicaciones y tejen una red con más preguntas que respuestas.
FUENTE: lanacion.com.ar