Languidece, se descascara y degrada el único mural en la vía pública de Carlos Páez Vilaró (1923-2014). Ubicado en la esquina de Tagle y Avenida Figueroa Alcorta, justo en el límite entre los barrios de Recoleta y Palermo, la obra es un homenaje del gran artista uruguayo a Buenos Aires. Los íconos que mejor representan a la Ciudad se arremolinan en torno al rostro de Carlos Gardel y su característica sonrisa.
El estado de preservación del mural preocupa a los vecinos y vecinas del barrio. Y también a la familia del artista y a las autoridades uruguayas en el país. Se trata de un mural privado, que pertenece al edificio de la medianera en donde se encuentra ubicada la obra. No tiene catalogación, ni se encuentra preservado por ninguna norma ni ordenanza local. En 2019 cumplió 30 años y la Ciudad prometió restaurarlo -a través del programa de Mecenazgo, que financia proyectos culturales- pero está a la vista que eso no ocurrió.
Ahora se supo que irremediablemente el mural deberá mudarse y reproducirse en otro lugar, si no se perderá. Allí el célebre arquitecto Carlos Ott construirá un edificio.
En diálogo con Clarín una de las hijas del artista, Agó Páez Vilaró (son seis hermanos en total), aclaró que su padre no pintó personalmente el mural. “Se trata de una reproducción. Él realizó el diseño a una escala menor. Se contrató a otras personas que lo llevaron a esas dimensiones. Pero la documentación de la obra perdura, por eso podría ser replicado”.
Agó contó que se puso en contacto con autoridades del gobierno porteño y recibió la promesa de que podría reproducirse en otra pared. En esta esquina se encuentra muy visibilizado, casi sin interferencias. Básicamente porque allí funcionó durante décadas el famoso bar Rond Point; ahora hay una concesionaria.
Por otra parte, las autoridades de la Embajada de Uruguay en Argentina están al tanto de la situación y la siguen de cerca. José Reyes, ministro de la embajada, aseguró “que hay un interés genuino por preservar el mural. Podría ser reproducido en otro sitio de la Ciudad. Estamos en contacto con autoridades de la Ciudad para repensar el futuro del mural”.
Desde los ministerios de Cultura y de Espacio Público e Higiene Urbana porteños -las dos áreas consultados por Clarín para esta nota- no informaron a este medio los pasos a seguir con la obra.
Ott es un reconocido arquitecto uruguayo que reside en Canadá hace muchísimos años; tiene decenas de proyectos construidos en todas las grandes ciudades del mundo. En Paris diseñó la Opera de la Bastilla y en Dubai la sede del Banco Nacional, con una fachada que cambia de color con las distintas tonalidades del cielo. En Buenos Aires una de sus obras más importantes es el edificio Plaza Libertad, en 9 de Julio y Marcelo T. de Alvear. Y en Punta del Este inauguró recientemente la sede del Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry.
En charla con Clarín, Ott confirmó el proyecto y se mostró entusiasmado con el desafío: “Es una esquina que mira hacia la Ciudad, es un faro. Por otra parte la parcela tiene una forma muy particular, con un vértice curvo. Y justamente esta planta genera un interés, nos empuja a pensar en una obra de arquitectura que no sea banal, que mejore el entorno, que se transforme en un bien común y que esté a la altura de la importancia de esta esquina”, concluyó.
A pocos metros hay una interesante concentración de edificios innovadores para las épocas en las que fueron construidos, uno de ellos ícono del movimiento Moderno: el edificio Helios, de Wladimiro Acosta (Alcorta 3020). A su lado dos de Mario Roberto Alvarez (pegados a un lado y al otro del de Acosta, en Alcorta 3010 y Alcorta 3032), la Embajada de Chile, sobre calle Tagle, y claro, la TV Pública, ya construido en los 70 (por el estudio MSGSSV).
Volviendo a la obra de Carlos Páez Vilaró, el uruguayo logró condensar en el “Homenaje a Buenos Aires” -tal el nombre de la obra- buena parte de los íconos de esta Ciudad: la corbata es el Obelisco, las usinas de Barracas y Avellaneda, los barrios en donde tuvo los primeros trabajos que le abrieron la puerta al arte, el puerto, bailarines de tango, las cúpulas que caracterizan a Buenos Aires, el Cabildo, el Congreso, Leguisamo montado su caballo de carrera, Maradona y un canillita. ¿Hoy habría incluido a Messi y a la Floralis?
Respecto a los murales, Agó contó que su padre pensaba que “era una forma de popularizar el arte. Le interesaba mucho el concepto de llegar a todos a través de estas grandes obras . Hoy el muralismo es algo muy popular y muy visto por todos en todos lados, pero creo que mi padre fue un pionero en esta idea de masificar el arte y que esté disponibles para todos”.
Y respecto a esta obra en particular, Agó relata que su padre siempre se sintió como “un pintor en el medio del río. A los uruguayos y a los argentinos nos gustan las mismas cosas, somos muy parecidos y tenemos muchas cosas en común, no sólo el Río de la Plata. El sol en nuestras banderas, el mate, Gardel, la misma flor nacional (el ceibo), el mismo idioma y forma de sentir. Estamos muy conectados. Y mi papá siempre fue muy agradecido a la Argentina porque aquí comenzó a trabajar de muy joven y muchos argentinos lo ayudaron a construir su lugar en el mundo, Casapueblo”.
Casapueblo fue su creación más abarcativa, y más famosa, la construyó durante cinco décadas: una casa que Páez Vilaró describía como “escultura habitable”, en donde tuvo su taller y montó un museo y un hotel. Por otra parte, un proyecto que ayudó a consolidar Punta del Este como un polo turístico.
En Buenos Aires el artista tiene otros dos murales, pero bajo tierra. Están ubicados en la estación Carlos Gardel de la Línea B. Uno de ellos es la reproducción de “Homenaje a Buenos Aires” y otro es “Mi Buenos Aires querido”, en donde recrea escenas típicas de lo que fue el Mercado de Abasto.
En 2023 este importante artista plástico hubiera cumplido 100 años. Y la Embajada de Uruguay planea conmemorar este aniversario con diferentes actividades que tendrán su figura como protagonista; entre otras, un homenaje en el Museo Fortabat.
La tragedia de Los Andes, el milagro de Los Andes. Páez Vilaró fue además protagonista secundario e involuntario de uno de los accidentes aéreos más recordados de la historia reciente: su hijo, Carlos Miguel, fue uno de los sobrevivientes de la caída de un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya en medio de la cordillera de Los Andes, cuando la cruzaban para disputar un partido de rugby. Estuvieron perdidos en la montaña durante 72 días. Sin embargo ni el artista ni su familia se rindieron. Continuaron con la búsqueda, aún pese a que los gobiernos suspendieron las tareas de rescate. Murieron 29 personas y sobrevivieron 16. En 2022 se cumplieron 50 años de este suceso.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com