De chico, Marino Santa María (1949) jugaba al fútbol en la calle Lanín, en el barrio porteño de Barracas. Dice que tanto manchó esas paredes con pelotazos que de alguna manera, de grande, quiso “limpiarlas”.
Así que casi 50 años después, cuando ya era pintor (que dirigió la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón e impulsó la creación del IUNA), Marino Santa María decidió sacar su obra a la calle literalmente. Intervino la fachada de Lanín 33, donde aún tiene su casa taller. Y se generó una especie de efecto cascada.
Los vecinos de Marino Santa María empezaron a pedirle que pintara también los frentes de sus viviendas. Y así el Pasaje Lanín se fue transformando en un paseo de arte a cielo abierto. Un espacio de arte callejero porteño originalísimo (salvo por el Pasaje Zelaya, de Abasto, donde también trabajó Santa María).
Arte para cuidar
Alguna vez Marino Santa María definió al Pasaje Lanín como “un nuevo Caminito”. Es que donde había paredes grises, las formas orgánicas y los colores de su obra abstracta empezaron a fluir. ¿Como olas? ¿Hojas? ¿Pájaros?
Además, hace unos 20 años, cuando empezó a reemplazar la pintura con mosaicos de tipo veneciano, aparecieron ecos del legado de Antoni Gaudí.
En fin. Cada uno dirá qué le provoca esa sucesión de cuadros que ofrece este rincón de la Ciudad. Pero no hay dudas de que a partir de la intervención, el Pasaje Lanín mejoró.
Arreglaron las veredas. Pusieron luminarias leds. Y un poco con aportes de empresas y otro a pulmón, Santa María y vecinos ya lograron pasar las pinturas del 25 por ciento de las 40 edificaciones a mosaicos, que son más duraderos.
En el fondo, el asunto es más profundo. Por la positiva, el Pasaje Lanín muestra hoy que no se puede querer lo que no se conoce y valora. Menos, cuidarlo.
Como dice El Principito, de Antoine Saint Exupéry, “no era más que un zorro semejante a cien mil.
Pero lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo”. Idea que bien puede aplicarse a las ciudades y su patrimonio urbanístico.
Corazón de barrio
El Pasaje Lanín es hace rato un emblema de la Ciudad de Buenos Aires. Una fija de, por ejemplo, La Noche de los Museos.
Pero esas 3 cuadras del sur porteño, entre Suárez, Brandsen, las vías del Roca y Feijoó, no perdieron su calidez. Nada menos.
Es curioso que aunque la googleen los turistas del exterior para ir de visita, conserve su alma de barrio.
Quizá se deba a hay muchos vecinos que se acuerdan de cuando el pasaje era tan humilde que algunos chicos, entre ellos el propio Marino Santa María, pensaron en usar escombros de una obra que hacían sobre la calle Brandsen para hacer una pileta en el barrio.
Santa María explica a Clarín: “Creo que no se pierde la impronta de barrio porque, por suerte, seguimos conservando el adoquinado original, el muro del ferrocarril, la arboleda. Y, al intervenir los frentes, cuidé que cada casa conservara el estilo arquitectónico que la caracterizaba”.
Almuerzo a la canasta
El sábado 19 de abril hubo una nueva oportunidad de comprobar todo esto. Para celebrar los 24 años del Pasaje Lanín, se realizó un almuerzo con vecinos en la calle. “A la canasta”.
“Nos reunió una mesa larga, donde nosotros, cada vecino y cada invitado, llevó algo para compartir”, señala Marino Santa María.
Explica: “Elegí esta forma de festejar porque durante mi infancia, una vez al año, se hacía un encuentro similar de todos los vecinos de la calle Lanín. Me interesa conservar esta tradición”.
Barracas, paredón y después
No es que hagan falta más motivos para visitar o revisitar el Pasaje Lanín. Pero hay al menos otra razón que también hace que valga la pena.
Santa María lo expresó así: “Al Pasaje Lanín lo pensé a contrapelo de supuestas tradiciones que encasillaron al barrio. Por ejemplo, que Barracas es tango y fábricas. Con obras abstractas, quise ayudar a darle un envión a Barracas de este siglo”.
En 2026, para los 25 años del Pasaje Lanín, Marino Santa María sueña con una fiesta inolvidable. Ya la va a redondear.
Pero, más allá de ese festejo, ¿cuál es el proyecto para el Pasaje Lanín?
Santa María cuenta: “El proyecto es seguir pasando la pintura a mosaico y sumarle una luminaria realizada en mosaico transparente a cada una”. Es decir, seguir cuidándola.
FUENTE: Judith Savloff – www.clarin.com