Ubicado en la zona de los Balnearios de Punta Mogotes, en la década del ’70 y del ’80 el predio era utilizado para tirar restos de barcos y escombros. A pesar de todo la naturaleza se abrió paso y convirtió el lugar en el área con mayor biodiversidad registrada de todo el Partido de General Pueyrredón. Ahora una pasarela de 500 metros permite recorrerla en altura a través de las distintas especies animales, vegetales y llegar hasta la playa.
Gracias a la lucha de un grupo de vecinos desde el año 2015 tiene el grado de reserva provincial. Una alternativa diferente, 30 hectáreas de espacio verde a apenas minutos del centro marplatense, donde habitan especies imposibles de ver en cualquier otro rincón de la ciudad.
“Desde fines de la década del 80 se registraron acá unas 172 especies diferentes de aves. Lo que es mucho si tenemos en cuenta que en cualquier plaza de la ciudad de Mar del Plata se pueden observar sólo entre 12 y 15 especies aladas, que hay unas 400 especies en toda la provincia de Buenos Aires y unas 1000 especies en toda la Argentina”, le explicó a Infobae la conservacionista María José Solis Fieg, una cara conocida en la reserva.
“Además se han registrado allí unas 10 especies de mamíferos, 12 de anfibios y reptiles, 7 de caracoles, 11 de peces, 85 de mariposas y más de 180 de plantas”, agregó. Todo en un lugar al que distintos proyectos a lo largo de la historia marplatense intentaron destruir. Quisieron convertirlo en un playón de contenedores, en una nueva entrada al puerto, además de una fuerte disputa con el Club Aldosivi, que llegó hasta la Corte Suprema de Justicia, cuando la institución deportiva intentó avanzar para construir canchas de entrenamiento.
Hace 10 años que María José se mudó a Mar del Plata. En 2010 empezó en la reserva un programa educativo basado en la que es su pasión: la interpretación de la naturaleza. “Es como una forma de comunicación en la que vos le tirás un pie a la persona y la persona saca sus propias conclusiones. Lo que se quiere es lograr un acercamiento diferente desde lo emotivo y desde lo mental”, contó, sobre los recorridos que coordina principalmente con escuelas de distintos lugares, durante los que intenta enseñar a mirar eso que pocos pueden ver.
“Al observar se aprende, la gente no está acostumbrada a observar, ni a escuchar. Un día en una visita de interpretación con un grupo yo pregunto ‘¿Qué escuchan?’ y unos chicos escuchaban a los jugadores de fútbol de Aldosivi, que entrenan acá cerca. En el mismo momento yo estaba escuchando a los jilgueros, pero mi cerebro no estaba escuchando a los jugadores. Fue muy interesante porque expliqué eso, cómo nuestra mente había anulado lo que para cada uno no significa nada”, compartió, sobre una de las muchas anécdotas que surgen del trabajo de compartir con otros su lente, esa a través de la que entiende la naturaleza.
“Si nadie te enseña vos no lo ves. Acá un concepto común es el de ‘estos son todos yuyos’, mi papá decía eso, usándolo en forma despectiva. Muchas veces lo pregunto en las visitas y me dicen que es algo que no sirve, algo que crece sin permiso. Y la palabra ‘yuyo’ está en un idioma nativo y significa todo lo contrario, significa ‘planta útil’, una planta tintórea, una planta medicinal, comestible. Nosotros dimos vuelta el concepto. O la palabra ‘malezas’, que viene de la agronomía y que hay muchos que hoy están cambiando por ‘buenezas'”, describió Solis Fieg.
Entre otras de las grandes estrellas de la reserva está el llamado “Moonbird”, el “Pájaro lunar”, un macho de la Calidris canutus rufa, subespecie del nudo rojo que llegó a ser tapa del New York Times. Se le colocó un anillo en una de sus patas en el año 1995 en Río Grande, se lo volvió a capturar en 2007 y se lo vio por última vez en 2014 en el Ártico Canadiense. Más conocido formalmente como B95, recibió su apodo lunar porque sus migraciones anuales a lo largo de la ruta migratoria del Atlántico entre Tierra del Fuego y el Ártico, que incluyen parada en la reserva marplatense, superaron la distancia total a la Luna .
En los últimos 20 años se ha revalorizado en todo el mundo la importancia de las pequeñas áreas naturales urbanas, por su biodiversidad, por su accesibilidad para permitir que mucha gente de las ciudades se acerque a la naturaleza silvestre y sobre todo por su alta potencialidad para actividades educativas. Es por esto que actualmente muchas ciudades de nuestro país tienen una o más reservas naturales urbanas, como las tres con las que cuenta la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Costanera Sur, Costanera Norte y Lago Lugano. La Reserva Natural Provincial Puerto Mar del Plata es la única reserva urbana de la ciudad costera.
Desde sus inicios en 2010 hasta diciembre de 2018 más de 12.000 personas, en su mayoría escolares con sus docentes, han participado de las actividades de interpretación de la naturaleza impulsadas por María José en la reserva. El programa educativo fue destacado por su calidad e importancia educativa, y declarado de interés por el Honorable Concejo Deliberante de General Pueyrredón. Un plan diferente, que ahora además puede recorrerse a través de las pasarelas que está a punto de inaugurar el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires en conjunto con el Consorcio Portuario local.
FUENTE: www.infobae.com