“Cuánta arquitectura toda junta”, comenta la mujer que cruza el pasaje Matilde Luetich cuando La Capital registraba la foto que ilustra esta nota. Gonzalo Sánchez Hermelo, Gerardo Caballero, Augusto Pantarotto, Rubén Palumbo y Rubén “Pitu” Fernández le devuelven una sonrisa. Los cinco profesionales, junto a Rafael Iglesia y Marcelo Villafañe, tempranamente fallecidos, son los impulsores del mítico Grupo R que, durante una década, puso a la ciudad en el centro de los debates sobre arquitectura contemporánea. El próximo sábado 12, recibirán una distinción en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires que se desarrolla desde hoy al 13 en el Faena Art Center.
Si hay que poner una fecha al comienzo de las acciones del Grupo R podría ser el Congreso realizado en el antiguo Centro de Convenciones del Patio de la Madera, en mayo de 1991, con el nombre de “La Construcción del Pensamiento”. Durante cinco días, unas 2.200 personas pasaron por el auditorio de Santa Fe y Cafferatta para escuchar a personalidades como Enric Miralles, Mario Gandelsonas, Mario Corea, Clorindo Testa o Justo Solsona reflexionar sobre su profesión.
Sin embargo, Fernández asegura que las cosas empezaron unos meses antes, en una mesa de La Misión del Marinero. “Gerardo venía de Estados Unidos, donde había estado dando clases en la Universidad de Washington y nos comentó que había escuchado disertar a un arquitecto que le pareció impresionante. Y Rafael, sin dudarlo, propuso traerlo a Rosario”, recuerda.
El arquitecto en cuestión era Miralles, y lo que Fernández llama como “una excelente alineación de planetas” posibilitó la organización en pocos meses de la primera de las acciones del grupo. “Gonzalo estaba terminando su carrera y sumó todo un grupo de amigos más jóvenes, que le dieron a las cosas el motor que tenían que tener”, señala.
Las actividades del Grupo R se tuvieron que ver con la promoción de la cultura arquitectónica y la reflexión en torno a la profesión. Para eso convocaron a referentes de la escena internacional “que venían a Rosario antes de pasar por Buenos Aires”, destacan. La ciudad era otra: el centro cultural Parque España estaba en construcción y empezaba a discutirse la relación entre el centro de la ciudad y el río Paraná, una larga metamorfosis de recuperación de espacio público ribereño.
Diez años de debates
Que una ciudad del interior del país pasara a ser epicentro de convocatorias de esa magnitud llamó rápidamente la atención. “Es que el congreso desbordó la capacidad que pensábamos que iba a tener”, reconoce Fernández. La idea de interesar a Mario Glusberg en el evento y el decidido apoyo del fundador del Centro de Arte y Comunicación garantizó la difusión de lo que pasaba en la ciudad.
“Eramos un grupo de amigos que nos juntábamos a hablar de nuestros intereses, no éramos un grupo que venía de la facultad, ni siquiera habíamos sido compañeros entre todos”, cuenta Caballero. Sí, en cambio, compartían algunas búsquedas en torno a la profesión.
Al año siguiente del congreso se sucedieron otra serie de intervenciones ya bajo el nombre de Grupo R. Entre varias, una charla de Emilio Maisonave, un constructor de una época muy importante de la cultura local, pero que por su edad ya estaba alejado de los círculos académicos.
En el 94, el congreso de arquitectura española contemporánea con la presencia de en el 94 el otro congreso de arquitectura española contemporánea, con la presencia de Oriol Bohigas, y los ciclos de conferencias que reunieron a profesionales españoles, portugueses, finlandeses y argentinos emigrados, organizadas con la participación del municipio, el colegio de arquitectos y las facultades de arquitectura de Rosario, Córdoba y Buenos Aires.
En total, en los diez años en los que fue más activo, el Grupo R convocó en Rosario a unos 70 profesionales de renombre en la historia de la arquitectura. ¿Por qué venían a Rosario, qué les resultaba atractivo? “No lo sé”, confiesa Caballero. “No nos representaba ninguna institución, no pertenecíamos a la academia ni al colegio. Creo que había algo de la novedad de venir y de hacer una primera acción en Rosario para después recalar en Buenos Aires”, ensaya.
Pantarotto destaca “el trato y la camaradería que recibían acá. Eso no pasaba en otro lugar, en Rosario juntábamos 500 personas y en Buenos Aires apenas 70”.
Con R de Rosario
El grupo R nunca tuvo un logo ni una carta fundacional. El nombre de la agrupación surgió un poco como homenaje al grupo R de Barcelona, un grupo de profesionales, con Oriol Bohigas a la cabeza, que en plena posguerra civil y bajo la dictadura de Franco, se organizó para divulgar sus inquietudes sobre el arte contemporáneo y la arquitectura moderna. También por la inicial de Rosario.
Lo cierto es que sus diez décadas de trabajo ininterrumpido, “Rosario empezó a estar en la agenda internacional. Y también se empezó a mirar la arquitectura de la ciudad”, dice Sánchez Hermelo.
Para Palumbo, luego de los primeros ciclos de arquitectura hispana, “empezamos a convocar a referentes de las arquitecturas portuguesas, escandinavas, holandesas, americanas, se armó un crisol muy interesante. Y, a medida que íbamos juntando los antecedentes de quiénes habían venido a Rosario, la convocatoria se había más confiable para los próximos invitados”.
Las huellas
Las intervenciones del grupo se extendieron durante diez años ininterrumpidos. “Eso _apunta Fernández_ va sedimentando en el tiempo y entonces dejan huella. Durante prácticamente una década, la discusión o el debate arquitectónico pasaba por Rosario como si fuera una marca registrada. Al punto que hubo grupos en Buenos Aires o Santa Fe que se formaron a partir de lo que pasaba en Rosario”.
Esa continuidad y los aportes de esos diez años en el conocimiento y en la reflexión en torno a la disciplina, los integrantes del Grupo R recibirán una distinción este sábado 12, en el penúltimo día de la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires.
Para los cinco arquitectos, la experiencia es indisociable de la Rosario de los 90. “Nosotros éramos un grupo de amigos, entusiastas, que queríamos hacer cosas y hasta hoy a la distancia nos sorprende la trascendencia que tuvo esto. Fuimos disparadores, pero la comunidad toda de arquitectos que se formaron en esa época fueron partícipes de toda esta movida. La ciudad siempre ha tenido buena arquitectura, como hay buena música o buena pintura, esto encontró algo en la cultura de la ciudad que estaba latente y se nutrió de eso. Encontró en Rosario un punto justo”, concluyen.
FUENTE: Carina Bazzoni – www.lacapital.com.ar