Del esplendor y el reconocimiento internacional pasó a ser un baldío en medio de edificios, marquesinas luminosas y la mirada indiferente de miles de peatones. El Politeama fue uno de los teatros más emblemáticos de Buenos Aires: por él pasaron importantes obras y reconocidos artistas y se organizaron los mejores bailes de carnaval. Sin embargo, en 1958 fue demolido para construir una torre de edificios, proyecto que nunca se concretó. El predio quedó en el olvido, pero pronto, a 140 años de su inauguración, volverá a abrir sus puertas, de la mano de Juan José Campanella.
“Me parece mentira haber pasado toda mi vida por esa esquina, haber tomado varios cafés en el bar Politeama y no haberme dado cuenta de que era un baldío en medio de la avenida Corrientes”, dice el director, que se embarcó en este proyecto junto a Muriel Cabeza, Camilo Antolini y Martino Zaidelis, sus socios de 100 Bares Producciones.
El nuevo Teatro Politeama tendrá 700 localidades y tiene fecha de apertura para 2020. Para su construcción se invirtieron 1,5 millones de dólares, con el apoyo del Banco Ciudad, que otorgó un préstamo para la obra. “Pusimos todos nuestros ahorros y nos endeudamos para los próximos diez años, así que espero que nos vaya bien”, se ríe el realizador de El secreto de sus ojos.
Al ser erigido desde cero, el teatro -que tendrá su entrada por la calle Paraná- cuenta con altísima tecnología en materia de proyección, sonido e iluminación. Estará preparado para la realización de musicales, tendrá 23 metros de parrilla y orquesta; fue diseñado para que se vea perfectamente desde cualquier butaca.
El Politeama, inaugurado en 1879 con la presencia del por entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento, fue uno de los primeros de la Argentina. Pero más allá de su relevancia artística esta sala se convirtió en hito después de su cierre.
Su demolición generó tanta polémica y críticas que al año siguiente se sancionó la ley nacional 14.800, que establece que en caso de demolerse un teatro el nuevo proyecto de construcción debe incluir obligatoriamente una sala de espectáculos de características similares a la anterior.
En este contexto, la construcción del nuevo Teatro Politeama es parte de un emprendimiento inmobiliario mayor: la Lex Tower. Se trata de una torre de oficinas vidriada de 30 pisos que cuenta con una inversión millonaria.
El proyecto está a cargo del Estudio BMA, que anteriormente estuvo al frente de la ampliación del Aeroparque Jorge Newbery y del desarrollo del Tortugas Open Mall.
La revancha
La Argentina no solo es conocida por Lionel Messi, Diego Maradona y el papa Francisco. No todo es tango, asado y mate. Nuestro país se destaca además por ser uno de los países con más teatros del mundo. Según un relevamiento realizado por el Sistema de Información Cultural de Argentina (Sinca) en noviembre de 2018, cuenta con 1591 salas para la exhibición de artes escénicas. El 70% de ellas son salas de teatro.
El informe asegura que la mayoría de estas salas se concentran en la región centro del país: en la provincia de Buenos Aires y en la Capital funcionan el 50% de los teatros registrados. Si seguimos haciendo zoom en el GPS, la calle Corrientes es el gran polo teatral, con más de 30 salas, entre comerciales e independientes.
Luego de algunos años de decaimiento, “la calle que nunca duerme” parece estar teniendo su revancha. Al plan del gobierno porteño de ensanchar sus veredas y hacerla peatonal nocturna se suman la construcción y puesta en valor de tres teatros históricos: el Politeama, el Odeón y el Tabarís, de Carlos Rottemberg.
“Soy un defensor de lo que está ocurriendo en calle Corrientes -afirma Campanella-. Era una lástima ver a una avenida emblemática tan fea y sucia. Te daban ganas de salir corriendo. Ahora tiene una vida increíble, está llena de gente paseando, los bares, las pizzerías, las librerías parecen estar revitalizándose”.
-Sos un enamorado del teatro, no cualquiera se embarca en un proyecto así en épocas de crisis.
-Es cierto que si el contexto general es malo lo primero que sufre es esto. Si el dólar sube dos pesos, la gente no compra entradas para el teatro. La gente no sale tanto. Pero la crisis también hace que el público se arriesgue menos, que sea más selectivo, que elija solo las obras que le han recomendado. Y eso tiene un doble efecto: uno, como productor o director, empieza a tirar toda la carne al asador porque sabe que si la obra es pobre, el público no la va a elegir.
“Este es un proyecto de vida que empezó en 2017 y terminará en 2020 -sigue-. No me puedo guiar por la foto de hoy, no me puedo limitar por un contexto económico. Lo hago por pasión, porque me gusta. El fracaso es una parte inevitable de la ecuación”.
FUENTE: Laura Blanco – www.lanacion.com.ar