La atención del mundo se posó sobre París el lunes pasado cuando las llamas empezaron a devorar la catedral de Notre Dame. Franceses y turistas no podían entender por qué el fuego consumía el ícono arquitectónico y católico considerado patrimonio histórico de la humanidad. Las imágenes en tiempo real transmitieron esa conmoción a millones de personas que siguieron el minuto a minuto en todo el mundo de este inesperado siniestro que se desató mientras la catedral de la isla de la Cité, rodeada por el río Sena, estaba en proceso de restauración.
Mientras avanza la investigación para conocer el origen del incendio y se planifica la recuperación de Notre Dame surgen las dudas sobre los sistemas de detección temprana de siniestros y si funcionaron correctamente como para anticiparse a la propagación de las llamas. Lo que ocurrió en la catedral parisina construida entre los siglos XII y XIV traslada la pregunta a los edificios históricos y de valor patrimonial de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cuáles son las medidas de seguridad y los protocolos que permiten reducir la posibilidad de una catástrofe?
Detectores de humo y de temperatura, en diferentes variantes para utilizarlos de acuerdo a la complejidad arquitectónica del lugar; análisis de riesgo por videocámara; planos, señalización y sistemas de evacuación; tanques de agua capaces de abastecer una red de dispersores y apagar un incendio en pocos minutos; telones de chapas para evitar que el fuego se propague; y miles de rociadores para un solo edificio son parte de las medidas implementadas para extremar la seguridad de teatros, museos, catedrales, basílicas y otros sitios con valor patrimonial.
“Los mayores riesgos para estos edificios ocurren cuando se hace mantenimiento, conservación o restauración masiva o integral. Sea chica o gigante el riesgo se incrementa porque en esos casos se incorpora instrumental, herramientas, instalaciones eléctricas provisorias, se trabaja con diluyentes y solventes, muy inflamables y peligrosos”, opinó Eduardo Scagliotti, arquitecto especializado en conservación patrimonial. “Hay dos planos de análisis: como deberían estar protegidos de manera activa de acuerdo a su uso, y cómo debe ser complementada esa protección con planes de contingencia y protocolos en las intervenciones”, agregó quien integró el equipo de profesionales que participó de la renovación del teatro Colón finalizada en 2010.
Este ícono porteño, inaugurado en 1908, está dotado de sistemas de detección de incendios y otros para actuar en caso de la propagación de un siniestro. Cuenta con un tanque de agua de 450.000 litros de los cuales 380.000 son de reserva exclusiva para utilizar en caso de fuego; el mismo puede alimentar durante una hora al sistema denominado “diluvio” e instalado en el escenario que ante un evento dispara agua en forma de lluvia
El tanque gigante puede alimentar a los 5000 sprinklers, o rociadores, distribuidos en cada rincón del teatro salvo en la sala principal, en el salón Dorado y en los lugares donde se trabaja con tableros eléctricos. En esos sitios se puede atacar el siniestro con matafuegos (hay 500 en todo el lugar) o con el sistema hidrante que consta de 175 bocas de incendio equipada (BIE), dotadas de mangueras, matafuegos, un teléfono y una alarma manual.
“Hay puertas cortafuego que se van cerrando y generando estancos en diferentes sectores, un telón de chapa de doce toneladas que cae en caso de incendio y separa el escenario de la sala, 3000 detectores de humo distribuidos en la sala, oficinas, pasillos, depósitos, talleres, salas de máquinas, comedores, confiterías, escenario, y una dotación propia de bomberos activa las 24 horas”, enumeró el ingeniero Fabián Chinetti, director técnico operativo del Colón.
Dificultades arquitectónicas
Los especialistas consultados coinciden en que los edificios históricos presentan dificultades que no tienen otros sitios como depósitos, oficinas, talleres y galpones. Las cúpulas de las catedrales o iglesias, por ejemplo, resultan un verdadero desafío para el diseño de los sistemas de detección temprana. La conservación del arte y la arquitectura y la discusión entre los conservacionistas de colocar o no elementos de seguridad visibles le agregan mayores obstáculos a los proyectos.
Los lugares más inaccesibles de la Basílica de Luján, por ejemplo, como las dos agujas de las torres y la parte interior de los techos, están protegidos por un sistema de detección de incendios con videocámaras que registran imágenes analizadas luego en un panel central de información. “Las imágenes van a una caja negra que con un patrón de una imagen sin humo la compara con la que toman las cámaras, todo analizado a través de un software. Es una alternativa efectiva, pero no es la primera alternativa que surge. Se utiliza cuando hay situaciones de compromisos en los que no se pueden usar los sensores térmicos y de humo”, explicó Marcos Gómez, director del área de Tecnología de Securitas, la empresa que instaló el sistema en Luján y también tuvo intervención en la renovación del Colón.
La Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner ofrece otro sistema usado con frecuencia en sitios de gran altura o donde es primordial tener un control más exhaustivo debido a que los detectores de humo se encuentran en el techo y solo se activan cuando el humo llega hasta ellos.
En el CCK se utiliza la sensorización por aspersión, un sistema integrado por cientos de mangueras capilares que aspiran aire en forma constante y envían la información a una central inteligente. Todas convergen en una caja negra que analiza si el aire contiene partículas de humo; en ese caso se activan los protocolos de prevención.
“Los accidentes ocurren, pero se pueden evitar y bajar la probabilidad con medidas de seguridad extremas, con personal adecuado, con capacitación permanente y con un buen mantenimiento de los sistemas de detección de siniestros. Un incidente como el de Notre Dame puede pasar, pero con todos estas medidas se reduce la probabilidad”, sostuvo Sandra Miguelles, arquitecta con postgrado en patrimonio.
Entre otras cosas la experta se refiere a las normas que rigen para todos los edificios de la Ciudad de Buenos Aires, históricos o no, que deben responder a la ley 5920/18 que fija un plan de evacuación autorizado y analizado por Defensa Civil. El objetivo es establecer una cadena de seguridad para achicar aún más el margen de riesgo, más allá de los dispositivos electrónicos y los distintos sistemas de prevención.
Evalúan cambios en la catedral de La Plata
La Fundación Catedral, a cargo del funcionamiento y la preservación de la catedral de La Plata, evalúa instalar un sistema complejo de detección y extinción de incendios sin la utilización de agua, una alternativa que tomó mayor relevancia luego del incendio de Notre Dame.
El templo platense, construido en el siglo XIX y con un estilo neogótico similar al parisino, tiene valor de patrimonio histórico provincial y la autoridad titular de su dominio corresponde al Ministerio de Infraestructura bonaerense. El sistema de detección de incendio junto a una serie de obras para el mantenimiento y preservación del templo fueron solicitados a dicha cartera.
Entre los pedidos se destaca la incorporación de elementos para atacar posibles incendios en los entretechos donde están los sistemas eléctricos de la nave central, zonas consideradas críticas por los arquitectos de la Fundación. Se trata de un sistema que mezcla la aspiración del humo con el enfriamiento de la zona.
Construida íntegramente en ladrillos, la catedral de La Plata figura inscripta desde 1996 en los mármoles del piso de la Basílica de San Pedro, Roma, por ser una de las más grandes del mundo. Ocupa una superficie de 7000 metros cuadrados, tiene una capacidad para 7000 personas y mide 120 metros de largo por 76 de ancho.
Su construcción comenzó en el año 1885, se inauguró en 1932 y en 1999 se completó la obra con la construcción de las dos torres del frente. Ese año se evaluó instalar un sistema de rociadores aunque luego se descartó debido a que el agua podía depositarse en las bóvedas de los techos y provocar mayores daños.
La catedral platense tiene cierta similitud a la de Notre Dame por su nave central a dos aguas aunque la parte externa está recubierta en metal y no en madera como la parisina.
FUENTE: Mauricio Giambartolomei – www.lanacion.com.ar