Las Ciudades para la Vida son tejidos urbanos que construyen, enriquecen y hacen amena la vida de todo ciudadano. Se requiere pensar el futuro de la ciudad y de lo urbano desde esta mirada, porque es urgente volver a humanizar y dar sentido al diario vivir, a las relaciones del ser humano con el contexto y sus intercambios múltiples, locales y externos. Más aún luego de la experiencia traumática que ha supuesto la pandemia del COVID-19.
Se hace imprescindible encontrar respuestas oportunas de vida a necesidades, anhelos y sueños de ciudadanos, muchos de estos en condiciones de pobreza y marginalidad, excluidos de oportunidades y herramientas para su progreso individual y colectivo. Se hace obligatorio restablecer las conexiones y equilibrios perdidos, y el desarrollo de todas las especies y expresiones de vida. Repensar en profundidad las vías que pueden conducir a estilos de vida urbana sostenibles con calidad, se convierte en tarea impostergable en todos los continentes y culturas.
Las Ciudades para la Vida nutren la posibilidad de un mundo más equitativo, incluyente y con seguridad integral para todos. Toda civilización y cultura tienen la vida como parte fundamental de su conservación, proyección en el tiempo y regeneración permanente. Su comprensión y expresiones vitales generan intercambios que posibilitan miradas y acuerdos que traen más humanidad y solidaridad en los pueblos.
Ellas abrazan y dan sentido a la conexión vital del tejido urbano mundial, garante del bien vivir, en una época en la que el futuro sostenible de la humanidad está estrechamente ligado a lo urbano; facilitan una mejor comprensión de los problemas fundamentales de la humanidad, y que estos sean asumidos colectivamente.
El urbanismo para la vida, en la nueva concepción de ciudad, está al servicio de la ciudadanía; es un urbanismo pedagógico que hace repensar la ciudad desde las necesidades del ciudadano, sus ciclos de vida, su concepción del bien vivir, la identidad y la diversidad, la pluralidad y la unidad, los imaginarios y los sueños, la belleza y la estética, la convivencia y las relaciones con otros.
Las Ciudades para la Vida se viabilizan desde varias acciones: construcción genuina de ciudadanía, regeneración del civismo, ética y valores, democracia participativa, corresponsabilidad y solidaridad. Cada habitante civiliza y solidariza el territorio de manera consensuada, y aporta a la construcción social del hábitat, a la comprensión integral del contexto y al tratamiento incluyente de lo económico, lo social, lo cultural, lo ambiental y lo institucional. Las políticas, bienes y servicios públicos son siempre incluyentes, y pensados y asumidos desde una opción clara por los pobres y excluidos. La vida considerada riqueza de todo pueblo brinda nuevas miradas y oportunidades para todos.
La gobernabilidad, inspirada en políticas públicas incluyentes, en cultura política y cívica, en democratización de la ciencia y el conocimiento, en emprendimiento y empoderamiento ciudadano y en gestión holística, alimenta el nuevo pensar y proyectar en el tiempo, en las ciudades y en lo urbano. Visiones de largo plazo y acciones consensuadas con todos los actores, sobrepasan los límites de acuerdos cortoplacistas y fragmentados que imponen tiempos políticos, asegurando su continuidad. Nueva gobernabilidad y gobernanza de la ciudad y lo urbano constituyen el alimento de ese cambio mayor inspirado en lo humano, en la preservación y el enriquecimiento constante de la vida.
Compromisos en el modelo de Ciudades para la Vida
– Soñar la nueva ciudad para la vida, y alcanzarla: Centrar todo sueño, y en todo momento, centrarse en el ser humano. Hay que considerar que la calidad de vida existe cuando se garantiza lo esencial al ser humano. Es ver el sueño hecho realidad, aceptando que esta es la continuidad de un sueño permanente en la búsqueda de ser mejores.
Trabajar por la restauración del “paradigma perdido”: el de la naturaleza humana, sabiendo que la clave de nuestra cultura está dentro de nuestra naturaleza y la clave de nuestra naturaleza está dentro de la cultura.
– Continuidad y sostenibilidad de las vías transformadoras de las ciudades
La práctica de la sostenibilidad impone los fines como concepto clave, sin el cual perderían sentido normas, valores y objetivos. Los actos humanos entrañan poderes nunca antes conocidos, los cuales implican nuevas responsabilidades que, a su vez, exigen sabiduría y conocimiento para ejercerlas correctamente. En consecuencia, la idea de continuidad se instala en un proceso de observación cambiante, que proyecta en el tiempo requerido la obtención de los resultados que desea la colectividad. El éxito de las ciudades irá siempre de la mano de la construcción de puentes eficaces entre periodos gubernamentales salientes y entrantes; y de la aceptación de proseguir adelante con los esfuerzos requeridos frente a obras y acciones transformadoras. La continuidad y la sostenibilidad exigen pensar y trabajar más en el campo de las “políticas de Estado”.
– Convergencia apropiada en la gestión compleja del futuro, hacia un nuevo proyecto de humanidad:
El éxito dependerá de que se trabaje realmente dentro de una nueva visión local y planetaria que conduzca al florecimiento de la vida. Visión que debe sustentarse en la consideración y apropiación de “reformas esenciales”, guiadas por un nuevo proyecto de humanidad. También dependerá de la consideración pertinente de las múltiples relaciones e interrelaciones de gran diversidad de elementos.
En este contexto es necesario enfatizar en dos prioridades:
1) la reforma de la ética, la que estará asistida y exigida por el cambio de paradigmas en muchos campos y áreas vitales de futuro. Desde la economía, se observa que la gestión de los medios y la misma materia no son ya la prioridad, sino el encuentro de finalidades mayores de la sociedad y la ciudad. La producción simplemente no interesa tanto como la redistribución de la riqueza y lo que dispone la humanidad para la búsqueda de su bienestar; y
2) la reforma de las estructuras sociales, la cual exigirá terminar con las inequidades, la exclusión social y la violencia que crea fracturas, y que permitirá nuevas formas de exclusión a través de la homogenización; pero sí debe incluir la consideración e inclusión de aportes y experiencias ancestrales, por ejemplo. En la actualidad existen grupos y movimientos en todos los continentes que abren progresivamente las puertas y el camino a esta aventura de la humanidad en el presente siglo. Los cambios en esta perspectiva están en plena vigencia
El progreso alcanzado en el campo de la reflexión y la operatividad del concepto de Ciudades para la Vida muestra claramente la urgencia de utilizar las vías que de él se desprenden, para acelerar las transformaciones de la ciudad esperadas en esta época y de cara a las próximas décadas. Concepto que va a la par con otros que también buscan la humanización de las ciudades, tales como: la sostenibilidad de la comunidad universal, la vida digna para las mayorías que no disponen de los mínimos vitales, la real distribución y el aprovechamiento equitativo de la riqueza, el uso y apropiación adecuados de la tierra, la conservación de la biodiversidad, la justicia y la normatividad garantes de las seguridades integrales del ser humano, la reconfiguración del hábitat social, el suministro de los bienes y servicios esenciales para la vida, el enriquecimiento de la expresión poética, y el fortalecimiento de la imaginación, la creación y la innovación, siempre dirigidos a garantizar el bienestar para todos los ciudadanos, en el ejercicio pleno de sus derechos y el cumplimiento de las responsabilidades.
4) La fuerza inconmensurable de lo humano será la tabla de salvación y guía más sólida que pueda tenerse en todas las ciudades del planeta. Desde esta visión, las concepciones sobre la pobreza, la marginalidad y la exclusión deberán repensarse para dar paso a la gestión colectiva de la riqueza existente en las ciudades: la vida representada en cada ciudadano y en cada ser vivo.
La ecuación está compuesta de cinco componentes de los que resultan ciudades que cohesionan y fortalecen un futuro sostenible con calidad para todos los ciudadanos: pensar integralmente la ciudad + conquistar un nuevo vivir con calidad para todos + restablecer conexiones perdidas, con una gestión holística que prioriza la expresión cualitativa del vivir + construir ciudadanía con oportunidades e inclusión social + bienes y servicios públicos que crean puentes en el incremento y disfrute colectivo de la riqueza.
Hay cinco dimensiones: la anticipación, los cambios o transformaciones, la humanización, la administración y la regeneración permanente, que orientan la estructuración de cinco vías: visiones de largo plazo, gobernabilidad y gobernanza, ciudadanía, bienes y servicios, y progreso y transformación; las cuales a la vez iluminan la concepción y puesta en escena de los seis grandes componentes del quehacer diario de la organización estratégica y administrativa de las ciudades: el territorio y la población, la política y las instituciones, la economía, lo social, lo cultural y el medio ambiente.
Cada componente de la organización estratégica y administrativa de las ciudades se concibe, prioriza, delimita, implanta, proyecta, ejecuta, acompaña en el logro de sus resultados y metas, reprograma oportunamente y ajusta a las situaciones cambiantes y más específicas, desde una concepción integral de las cinco dimensiones ya mencionadas y las cinco vías que iluminan la estructuración en cada época o momento de cada uno, asegurando siempre las relaciones e interrelaciones integrales con todo y los demás componentes.
Los seis componentes exigen y posibilitan un pensamiento integral de la ciudad y el territorio:
– La anticipación con las visiones de largo plazo de todos los componentes ofrece la posibilidad de conquistar un nuevo vivir con calidad para todos.
– La conducción de cambios y transformaciones en las ciudades, apoyados en la gobernabilidad y gobernanza de todos los componentes, permite restablecer las conexiones perdidas con una gestión holística que prioriza la expresión cualitativa del vivir.
– La humanización de la ciudad potencia las oportunidades para todos; y asegura la equidad y políticas públicas incluyentes que regirán todos los componentes de la administración y organización de la ciudad.
– La nueva administración de los bienes y servicios globales que se dan en la ciudad por medio de su estructura gubernamental garantizará su buen uso, la complementariedad, el mayor impacto en el territorio, los resultados colectivos, el incremento y la acumulación progresiva de riqueza, la diversidad de ofertas en atención a demandas nuevas crecientes, y la conexión con otras ciudades
– La regeneración permanente de la ciudad, de la mano de una apropiada concepción del progreso y las transformaciones requeridas en cada tiempo, guiará la innovadora y flexible conducción estratégica de cada uno de los componentes mayores de la estructura gubernamental.
Proyectos transversales y transdisciplinares, pensados para territorios de la ciudad en los que se aspira a implantar procesos integrales de cambio, serán fundamentales en la búsqueda pedagógica de su viabilidad y comprensión colectiva.
FUENTE: la.network