Nacido en Tunja pero criado en Cali, Carlos Moreno ha desarrollado su carrera profesional en Francia, donde es profesor asociado en la Universidad de París IAE-Panteón Sorbona. Allí dirige la cátedra de Emprendimiento, Territorio e Innovación, y sus investigaciones se enfocan en transformaciones que solucionen los grandes desafíos que tienen hoy las ciudades.
Actualmente trabaja como asesor especial en temas urbanos para la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quien es la primera mujer en ocupar el cargo y recientemente fue reelegida para un segundo mandato. Desde allí ayuda a transformar la capital francesa con sus ideas sobre ‘las ciudades de proximidad’, un campo en el que lleva años trabajando y en el que es considerado como uno de los mayores expertos mundiales, especialmente por su teoría de ‘la ciudad de los 15 minutos’.
¿En qué consiste su teoría de la ‘ciudad de los 15 minutos’?
Es una idea que está teniendo mucho éxito porque crea una discusión sobre los desafíos actuales de las ciudades en estos tiempos de cambio climático y pandemia. Consiste en crear un modelo de ciudad descentralizada, policéntrica y multiservicial, en la que los ciudadanos solo tengan que desplazarse durante un cuarto de hora para satisfacer sus necesidades esenciales. La mejor movilidad es la que no se hace. Nos movemos mucho porque el mundo urbano ha separado espacialmente las funciones claves, que son: la vivienda, el trabajo, el abastecimiento, la educación, la salud y el ocio. Si en un perímetro corto, de un cuarto de hora a pie o en bicicleta, podemos satisfacer estas necesidades básicas, estaremos mejorando sustancialmente la calidad de vida.
¿De qué corrientes se nutre este planteamiento?
‘La ciudad de los 15 minutos’ es la síntesis científica de tres vertientes: un ritmo de vida en la ciudad más calmado (cronourbanismo), la reutilización intensa de los espacios (cronotopía) y la apropiación de lugares por parte de los ciudadanos (topofilia). Ya no estamos en la lucha por el derecho a un lugar en la ciudad, estamos luchando por el derecho a una mejor vida urbana.
¿Cómo responde este modelo de ciudad frente al cambio climático?
El cambio climático nos ha dicho que tenemos que neutralizar las emisiones de CO2 para el año 2050. Si no tenemos neutralidad de carbón y ciudades sanas, la civilización humana estará en peligro para final de siglo. Esto es un hecho estadístico, matemático y científico. Las ciudades son productoras de CO2, y los automóviles son los principales emisores debido a los desplazamientos. Entonces, si queremos dar una respuesta radical frente al cambio climático, debemos reducir los desplazamientos que contaminan el medioambiente. La ‘ciudad de los 15 minutos’ ofrece esa posibilidad.
Y frente a la pandemia, ¿cómo la enfrenta?
Con el covid-19 hemos tomado conciencia de que se puede trabajar de manera distinta. Las empresas han comenzado a comprender los beneficios que trae el teletrabajo, y la rutina de ir a trabajar a la oficina cinco días a la semana está caducando. Entonces estamos asistiendo a una mutación urbana porque muchos edificios hoy en día son lugares fantasmas, y, al mismo tiempo, se están generando nuevas oportunidades económicas a través del mundo digital. Estamos viendo que sí es posible hacer el cambio de paradigma, y la ‘ciudad de los 15 minutos’ abre el camino para orientar hacia otra visión el mundo urbano.
¿Cuál es ese paradigma que se debe cambiar?
Nuestro modelo de ciudad no es sostenible. Tenemos un modelo que implica desplazamientos largos en condiciones infrahumanas de transporte público, como las que se ven en Bogotá; tenemos ciudades enfermas por la contaminación del aire y también, segregación espacial de las poblaciones. Las ciudades son lugares de producción masiva en los que el objetivo es trabajar para consumir masivamente. En consecuencia, el urbanismo ha priorizado las infraestructuras viales para permitir que los carros sean el eje principal de la movilidad. Hay que darles una nueva prioridad a los peatones, a las bicicletas, al transporte colectivo y a los vehículos ecológicos. Este cambio de paradigma es inevitable si queremos sobrevivir al cambio climático.
Me llama la atención la crítica que usted le hace al tiempo en las ciudades…
En medio de la intensidad de la vida urbana, de la aceleración, las autopistas y los afanes, ha desaparecido el tiempo útil. También hemos sacrificado el tiempo de vida familiar, el tiempo de vida social y el tiempo para la creatividad. Vivimos sin tiempo, el tiempo desapareció. Con ‘la ciudad de los 15 minutos’ queremos recuperar el tiempo en nuestras vidas con otro modo de funcionamiento, por eso hablamos de un cambio de paradigma en la forma de vivir y concebir las ciudades, y eso es lo que estamos haciendo desde la Alcaldía de París.
Entiendo que la ‘ciudad de los 15 minutos’ ha sido uno de los ejes temáticos de la alcaldesa Anne Hidalgo. ¿Cómo ha sido su trabajo con ella?
Es muy importante que los mandatarios estén comprometidos con el cambio climático, que hablen y comprendan lo que dicen los científicos. La alcaldesa Hidalgo encontró muy pertinente mi idea de la ‘ciudad de los 15 minutos’ y la adoptó en transformaciones muy concretas para París. Se han reutilizado espacios como escuelas y parqueaderos; hemos construido lugares más accesibles para peatones y bicicletas; los inmuebles públicos han sido arrendados a pequeños comerciantes para que tengan mayores libertades económicas, se han creado más librerías, galerías y cafés.
También ha sido clave el presupuesto participativo que es reservado para proyectos locales propuestos y elegidos por los mismos ciudadanos. La ciudadanía propone los proyectos y la Alcaldía los financia, así han emergido jardines públicos, centros de reciclaje, lugares de recuperación y economías solidarias. El camino para hacer de las ciudades entornos con una mejor calidad de vida es ofrecer un máximo de servicios en lugares próximos. Esa es la gran meta en París.
¿Cuáles son las similitudes y diferencias de su modelo respecto al de otras ciudades europeas?
Los grandes países del norte de Europa han sido bastante pioneros sobre lo que podemos llamar una ‘higiene ecológica urbana’. En las ciudades nórdicas se relaciona la proximidad con la mejor calidad de vida. En Suecia, por ejemplo, se practica la teoría de la geografía del tiempo. En Copenhague también hay un concepto de la ciudad de los 5 minutos y allá se practica desde hace mucho tiempo la movilidad en bicicleta, al igual que en Ámsterdam y otras ciudades europeas. El impacto de la ‘ciudad de los 15 minutos’ es doble porque hacemos un trabajo conjunto entre científicos y políticos que se traduce en políticas. Esta es la parte nueva. Cada ciudad es diferente y tiene sus propias particularidades, por ello nuestra teoría ofrece un marco teórico y práctico que deja la posibilidad de explorarlo y adaptarlo según cada contexto. Lo único que se necesita es voluntad política para hacer el cambio, porque no se necesitan grandes inversiones.
Mirando el caso específico de América Latina, ¿cómo se podría implementar su modelo en megaurbes como Bogotá?
Las ciudades en América Latina sufren una metropolización caótica, una gran informalidad y una especialización de los sectores económicos en lugares muy precisos de la ciudad. Son grandes centros de producción y consumo, pero a la vez están quitando todo el sentido crítico, por lo que las sociedades entran en una crisis económica, ideológica y moral. En el caso de América Latina se ha perdido la capacidad de discernir. Es impactante ver cómo desaparecen todos los tipos de tiempo: útil, creativo, social y personal. Y cuando solo queda el tiempo del ‘productivismo’, estamos frente a un mundo urbano que ha perdido su capacidad de introspección personal, su interacción social y su capacidad de intelectualizar colectiva y creativamente para manejar esa realidad.
¿Hay alguna señal de esperanza?
Me ha parecido muy interesante cómo en América Latina se han abordado algunas de mis reflexiones, porque ofrece un espacio nuevo para repensar las ciudades más allá de las cuestiones políticas partidarias. En Colombia es posible tener una implementación más fuerte en este sentido. Medellín lo vivió con lo que hizo Aníbal Gaviria, pero lo difícil es la falta de visión porque la demagogia y la corrupción son las que determinan la política.
Hay algo muy difícil de comprender en América Latina: el concepto de lo común. La noción de bienes y servicios comunes es algo esencial, pero debido a la polarización y radicalidad, que existe gracias a la ignorancia y el odio, es asociado con el comunismo y las revoluciones. Los comunes es un concepto que llevó a Elinor Ostrom a ser la primera mujer premio nobel de economía en 2009, y representa el bienestar común.
Entonces, el razonamiento sobre los bienes comunes es muy importante porque permite tener una percepción de la vida urbana, respetando el sector económico privado y dándole fuerza al sector público. Una ciudad sostenible debe ser al mismo tiempo ecológica, generadora de valor económico y con impacto social. Se trata de crear un nuevo urbanismo basado en el tiempo, que tenga un equilibrio ecológico, económico y social.
FUENTE: Sergio A. Daza – www.eltiempo.com