De todas las proyecciones sobre la nueva normalidad que dejará el coronavirus, quizás el mayor consenso entre los especialistas radique en la necesidad de diseñar ciudades a escala humana.
Meses antes de la pandemia, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, buscaba su reelección bajo el slogan de campaña “Una ciudad a 15 minutos”. El concepto refleja el tiempo ideal que uno debería tardar para ir a trabajar, estudiar o esparcirse. Plantea que todos los barrios sean “autosuficientes”, y posean comercios, instalaciones deportivas, escuelas, espacios de cuidado, centros de salud y oficinas.
Es la misma tendencia que siguen ciudades como Melbourne, con sus “barrios a 20 minutos” o Portland, que con un 5,3% de la población que se traslada al trabajo en bicicleta, es una de las ciudades de los Estados Unidos que más usa ese medio de transporte. El compromiso –cumplido- del Gobierno de la Ciudad de que los vecinos tengan un Centro de Salud a 15 minutos de sus casas caminando o en transporte público sigue esta línea.
Mientras en todo el mundo las urbes van lentamente saliendo del confinamiento impuesto al inicio del coronavirus, más relevante se torna la necesidad de que las ciudades se adapten a las necesidades de las personas. Sin una vacuna disponible todavía, queda claro que deberán readaptar el espacio público rápidamente para retornar a las actividades cotidianas manteniendo el distanciamiento social necesario.
Así, para volver, Lituania dispuso que la ciudad se transforme en un gran “café a cielo abierto”. Para respetar una distancia de dos metros entre mesas, restaurantes y cafés podrán ocupar espacio en veredas y plazas. Por su parte, San Francisco creó las slow streets, “calles lentas” que limitan el tránsito vehicular y promueven la caminata y la bicicleta. La ciudad proyecta ir sumando de a dos a tres corredores de calles lentas por semana (de casi ocho cuadras cada una).
Por otro lado, Sadiq Khan, alcalde de Londres, señaló recientemente que la ciudad se prepara para un escenario en el que la bicicleta podría usarse hasta 10 veces más, mientras que los trayectos a pie crecerían unas cinco veces una vez terminado el confinamiento. Para eso, prepara la construcción rápida de una red estratégica de ciclismo, con nuevas rutas para reducir el hacinamiento en el metro, las líneas de tren y los colectivos.
La visión que guía a Buenos Aires sigue esta tendencia de pensar las ciudades para las personas. El nuevo Código Urbanístico de Buenos Aires concibe una ciudad policéntrica, lo que permite extender comercios y servicios a todos los barrios, lo que hace posible vivir, trabajar, estudiar y esparcirse en una misma zona. En materia de movilidad, la Ciudad ya alcanzó los 250 km de ciclovías protegidas. Mientras que en 2009 solo el 0,4% de los viajes se hacían en bicicleta, hoy la cifra asciende al 4%.
Además, con la transformación del microcentro, Buenos Aires tiene una de las áreas restringidas a los autos más grandes del mundo. En los últimos cuatro años, la Ciudad sumó cinco nuevas áreas peatonales en Tribunales, Retiro, Casco Histórico, Once y Av. Corrientes. Las áreas peatonales mejoran la sostenibilidad ambiental, la calidad de vida y la seguridad vial y promueven la buena convivencia en el espacio público.
Tal como ocurre en el mundo, la transformación de Buenos Aires en una ciudad a escala humana se potenciará durante la nueva fase de cuarentena. En las próximas semanas, se volverán peatonales -total o parcialmente- aproximadamente 100 calles para asegurar el distanciamiento social y evitar aglomeraciones.
La medida también busca incentivar el comercio barrial para que los vecinos eviten el transporte público. Además, en 18 calles y avenidas ubicadas en ejes comerciales, se ampliarán las veredas para garantizar que las personas puedan circular con el distanciamiento necesario. En esta línea, las calles de los centros comerciales barriales más emblemáticos se volverán peatonales. También se reestablecieron los sistemas de Ecobici y de monopatines, y los vecinos podrán llevar sus bicicletas en el subte.
La calidad de vida de las personas es un objetivo cada vez más importante en la planificación urbana. Las ciudades “a 15 minutos” buscan que sus residentes obtengan la mayoría de los servicios que necesitan lo más cerca posible. Para fijar el tiempo entre 15 y 30 minutos, algunos urbanistas esgrimen que la velocidad de internet cambió la mentalidad de las personas y su consideración sobre lo presencial. Hoy la velocidad es la regla y media hora es hoy un tiempo más valorado que hace 20 años, especialmente para los más jóvenes. Así, el diseño urbano tradicional, con millones de personas que viajan diariamente de una punta a otra de la ciudad, está siendo cuestionado en todo el mundo. Muchas ciudades europeas, como París, plantean incluso la idea de las ciudades “post-autos”.
La pandemia acelerará la transformación de las ciudades. Además de contribuir a reducir las emisiones de carbono y contribuir con la lucha contra el cambio climático, las urbes diseñadas a escala humana mejorarán significativamente la calidad de vida de las personas.
FUENTE: Fernando Straface – www.clarin.com