Enclavada sobre el Río Luján, a escasos minutos de la Ciudad de Buenos Aires, la Casa Masllorens cautiva la atención de vecinos y turistas que pasan por el lugar. Su estrambótica fachada remite directamente al modernismo catalán, difundido a nivel mundial por el afamado arquitecto Antoni Gaudí.
El Delta del Tigre poco tiene que ver, a priori, con Barcelona. Sin embargo, la misteriosa casa une en un abrir y cerrar de ojos los casi 10.500 kilómetros que separan ambos lugares: como si eso no fuese sorprendente de por sí, la historia detrás de la construcción, la familia y los dueños posteriores es digna de una novela apasionante.
“La primera vez que uno ve la casa, de golpe, descubrís un asombro, algo mágico. Es como algo surrealista. Estás en el Río Luján, en Tigre, y de repente te encontrás con esa casa. Impacta el ventanal semicircular, las columnas, el estilo de Gaudí y también llama la atención el gran jaulón que está a un costado. Tiene un aire misterioso, que atrae y gusta. La casa atrapa, hechiza, tiene algo”, señaló Verónica de Estrada, más conocida como @entre_muelles en Instagram, desde donde oficia como guía virtual del Delta de Tigre.
La propiedad perteneció a Pablo Masllorens i Pallerols, el menor de una familia numerosa y heredero de un linaje de empresarios textiles asentados en el municipio catalán de Olot desde principios de 1700. El joven Pau (así era su nombre original) se instaló en la Argentina a comienzos del siglo XX y en 1905 instaló una fábrica en Olavarría 130, en el partido bonaerense de Avellaneda.
“La Gloria”, así se llamaba la compañía, hacía “toda clase de tejidos de punto a la más amplia variedad; pero se especializa en la manufactura de artículos para niña y señora, como ser tricotas, sacos de infinita variedad, satisfaciendo los modelos más variados y hermosos de ese género”, señalaba la revista Caras y Caretas en una publicación sobre “Grandes industriales textiles”.
“Rápidamente se convirtió en una de las principales textiles del continente”, señaló en diálogo con NA el arquitecto Eduardo Masllorens, nieto del prestigioso empresario catalán.
Con el crecimiento de la empresa, el industrial textil ordenó la construcción de una gran casona en la zona del Delta del Tigre: para tener cerca a su Catalunya natal, encargó la obra a Josep Llimona i Brugera, uno de los principales escultores del modernismo catalán. El artista fue uno de los colaboradores de Gaudí en joyas arquitectónicas de Barcelona como el Parc Güell y la Casa Batlló. Para realizar el trabajo, Llimona se instaló en la Argentina, ocasión en la que, además de la Casa Masllorens, también realizó “La fuente de la doncella”, ubicada en el Parque Rivadavia, en el barrio porteño de Caballito.
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La propiedad encargada por el empresario textil tiene una fachada que conmociona a quien la vea: un gran vitral redondeado sirve de ingreso a la casa, ladeado por columnas y antecedido por una fuente y una estatua de un perro. “Es una rara avis en la arquitectura del Tigre. Rompe con los códigos arquitectónicos de la época y del lugar, ya que en el Delta se ven por lo general construcciones afrancesadas o normando-británicas. Mi abuelo se cagó en todo eso”, remarcó Eduardo Masllorens.
El predio pasó a denominarse “La Paquita”, en honor a Francisca Llopis, la esposa de Pablo Masllorens. El conjunto incluye una capilla románica a cien metros de la costa, monumentos e importantes esculturas en mármol de Carrara y una laguna artificial. En el parque, donde predominan los robles, se destaca una mesa con azulejos artesanales que cuentan la historia del Quijote: cada uno muestra un episodio distinto de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, por lo que no hay dos iguales.
En la capilla de la isla solían realizarse ceremonias católicas, como misas, bautismos, comuniones y casamientos, donde los participantes quedaban absortos mientras observaban los detalles del altar del siglo XVIII dedicado a Sant Andreu de Socarrats, de madera tallada, traído de Catalunya y que actualmente se encuentra en el Museo del Pasado Cuyano, en Mendoza.
El empresario catalán falleció en 1942 producto de una peritonitis. Su legado fue un gran conglomerado de empresas y, por supuesto, una joya en el Delta del Tigre. Aunque el imperio Masllorens siguió creciendo -en septiembre de 1956 fundó la Transcontinental, una de las primeras líneas aéreas privada del país-, pocos años después todo llegó a su fin. En 1966 falleció “Paquita” y, con su muerte, la familia de ascendencia catalana decidió vender la isla, ya que era imposible costear el mantenimiento de la propiedad: así, la joya local del modernismo catalán pasó a manos de una familia porteña “paqueta”, primero, y después fue adquirida por el Sindicato de la Industria Química, relató Eduardo Masllorens. “El sindicato la hizo mierda. Se afanaron muebles y pequeñas estatuas. Lo usaron como predio recreativo, pero a la casa la dejaron venirse abajo”, contó el arquitecto.
Tras varias décadas de abandono, la propiedad cautivó a una joven mujer emprendedora: María Mercedes López era madre soltera y se ganaba la vida con una empresa de transporte escolar que había montado en el sur del Conurbano bonaerense. Hija del ex presidente de Temperley Ernesto Raúl López (estaba al mando del club en el histórico ascenso de 1974), María acompañó a comienzos de los 90 al mecánico de la empresa al Tigre a reparar una lancha propiedad del manager Guillermo Coppola, que por esos años representaba nada menos que a Diego Armando Maradona.
Durante el paseo para probar la embarcación, la mujer vio la fachada de la Casa Masllorens, quedó profundamente atraída. “Me bajé, la vi por dentro. Estaba super abandonada”, recordó López a NA. En aquella ocasión, le hizo una promesa a su pequeño hijo: “Tu próximo cumpleaños lo vamos a festejar ahí”. Dicho y hecho. La mujer, que antes se había dedicado al modelaje y la actuación, vendió su casa, dejó el barrio inglés de Temperley, compró la isla y se instaló en el Delta.
En las hectáreas de “La Paquita” montó “El Paraíso de María”, una hostería que contaba con cabañas, pileta semiolímpica y diversos atractivos. Cuando la mujer ya se había afianzado en el lugar con su emprendimiento, una “movida de los abogados” del sindicato derivó en un desalojo en el año 2000. María se quedó a vivir en el Delta, pero no dejó de tener en mente el objetivo de recuperar la casa de cualquier manera.
Cinco años más tarde, su padre falleció y dejó en su testamento que con el dinero recaudado por la primera propiedad que se vendiera de su herencia debía comprarse nuevamente la Casa Masllorens. “El parque estaba destruido, otra vez abandonado”, señaló a Noticias Argentinas la actual dueña de la propiedad.
Pese al deplorable estado en que había vuelto a quedar la isla, seguía siendo atractiva. “A los tres días de volver a la casa, aparecieron dos chicas de la nada. Me preguntaron si yo era la dueña y me dijeron que querían hablar conmigo. Querían comprarme la casa. Una sacó un cheque en blanco. Era Karina Rabolini (en ese momento era la esposa del entonces vicepresidente, Daniel Scioli).”
“La casa tiene una energía terrible. Así como me atrajo, me cuida. Mucha gente que se acerca, después sufre de la fiebre del paraíso, como le digo yo, y quieren quedarse con la casa. Llevo 30 años de gente que me estafó, me quiso estafar, arquitectos, restauraciones, amigos”, reseñó María, quien actualmente puso la casa en venta y no deja de reconocer que la isla no quiere que se vaya: “Cada vez que puse la casa en venta, ningún cartel de las inmobiliarias duró. Uno se lo llevó el viento, otro se lo robaron”.
Recientemente, la isla fue escenario del videoclip de “Cazame”, de la reconocida cantante María Becerra: el video ya tiene más de 35 millones de reproducciones en YouTube.
FUENTE: Pablo Tallón – noticiasargentinas.com