Neutral, resiliente e inclusiva”. Sin fórmulas mágicas o caminos alternativos para llegar a la meta, la Ciudad acaba de lanzar un plan “verde” integral, de cara al 2050, para revertir los efectos negativos del cambio climático y su impacto en el día a día de los porteños, en sintonía con los ejes que exige el Acuerdo de París, al que suscribió la Argentina en 2016.
A los ojos de Sydney, Copenhague y Los Ángeles, consideradas pioneras en el mundo respecto del trazado de una estrategia para conseguirlo, Buenos Aires trabaja en disminuir las emisiones de los principales gases del efecto invernadero (GEis), que registran 13.100.079 toneladas de C02 equivalente según las últimas mediciones oficiales, a partir de tres sectores clave con alta participación: energía (responsable del 58%), transporte (del 28%) y residuos (del 14%), respectivamente.
“La política climática es una cuestión de Estado, transversal a todas las decisiones que tomamos desde el gobierno porteño. Para llevar adelante acciones concretas, convocamos y trabajamos con todos los actores necesarios de modo de pensar estrategias amplias y a largo plazo. Los ejes sobre los que nos concentramos son transporte, energía y residuos, porque sabemos que disminuir su impacto es uno de los caminos para mitigar los efectos del cambio climático”, explica a LA NACION Eduardo Macchiavelli, secretario de Ambiente porteño.
Será un proyecto gradual, en etapas definidas y con distintos objetivos. La iniciativa buscará convertir a la Ciudad en una ciudad carbono neutral para 2050, pero en el corto plazo planean reducir el 10% de estas emisiones hacia fin de año y, en el mediano plazo, para 2030, lograr un escalón intermedio y llegar al 50%.
“La expansión e inauguración de los Metrobus, la amplia red de ciclovías, las estaciones de bicicletas gratuitas, la separación de residuos y reciclado, el tratamiento de residuos especiales, y la instalación de paneles solares fotovoltaicos, entre otros proyectos que se concretaron y son conocidos por los vecinos, son parte del escenario inicial”, señalan desde la Secretaría a la hora de enumerar situaciones que ayudan a pensar el cambio climático como una problemática presente en los aspectos más cotidianos de la vida urbana.
Acciones, sector por sector
Fijar los objetivos y realizar las proyecciones de los próximos treinta años supuso para la Ciudad entender los escenarios actuales e imaginar en simultáneo aquellos que necesita alcanzar para cumplir sus metas ambientales. El análisis trajo como resultado los tres sectores que concentran en la actualidad las mayores emisiones y una batería de acciones a seguir en forma escalonada para reducirlas.
Energía
Las iniciativas se orientan a impulsar medidas vinculadas con el uso racional de la energía, la eficiencia energética y las energías renovables o más limpias.
El primer ítem implica concientizar y cambiar hábitos de consumo de los porteños, es decir, entender cómo ahorrar y usar la energía de manera razonable. “El 30% del total de las emisiones de GEis en Buenos Aires corresponde al uso de energía en los hogares en forma diaria”, fundamenta un informe con detalles del plan al que accedió este medio.
El segundo apunta a que la energía se utilice de forma eficiente, como ocurrió, por ejemplo, con el recambio de luminarias a LED, que permitió evitar la emisión de 44.000 toneladas anuales de C02 equivalente y convirtió a Buenos Aires en la primera ciudad de la región en disponer del 100 % del alumbrado público con esta modalidad.
El último ítem y el más complejo de los tres implica la descarbonización de la matriz energética, es decir, empezar con la transición de fuentes convencionales, que utilizan combustible de origen fósil (petróleo, carbón, gas natural y gas licuado del petróleo), hacia fuentes renovables o más limpias.
Transporte
La atención dentro de esta área estará puesta en desacelerar el crecimiento de vehículos, la eficiencia energética de los mismos y realizar cambios en las tecnologías implementadas.
Todo esto explica entonces por qué uno de los objetivos centrales de la gestión se traduce en desincentivar el uso del automóvil y fortalecer el transporte público, a través de la expansión de la red de Metrobus (ya se inauguraron ocho), las ciclovías (hay 250 kilómetros trazados y 400 bicicletas gratuitas) y la prioridad del peatón.
Residuos
El residuo orgánico constituye uno de los grandes responsables de las emisiones de GEis, precisamente por el gas metano, que se produce de forma natural cuando se descompone la materia orgánica. En ese sentido, los esfuerzos seguirán focalizados en “reducir los residuos que son destinados a entierro en el relleno sanitario de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), mediante el tratamiento de los restos orgánicos” y a partir del sistema de reciclaje, consigna el documento.
En la actualidad, la separación de residuos, el trabajo de las cooperativas de recuperadores urbanos y los adelantos tecnológicos de las cinco plantas de tratamiento -que contempla el Centro de Reciclaje de la Ciudad- inclinan la balanza a favor de las mejoras en la clasificación del material y al hecho de evitar la emisión de 192.493 toneladas de C02 equivalente.
Una cuota importante de estos avances logrados corresponde al trabajo de la Planta de Áridos, donde se tratan los restos de obras y demolición de la Ciudad; otra pertenece al de la Planta de Residuos Forestales, que se dedica al 100% de la poda; y también al de la Planta de Restos Orgánicos propiamente dicha, que opera sobre la fracción de basura que proviene de restaurantes, hoteles, supermercados y hospitales, entre otros orígenes.
Riesgos climáticos
Las olas de calor prolongadas, las sequías interminables, o las tormentas e inundaciones severas figuran entre las posibles consecuencias que deberán afrontar la mayoría de las ciudades en las próximas décadas, en caso de desconocer el impacto del cambio climático en la vida diaria de sus habitantes. De acuerdo con proyecciones oficiales, las cartas están echadas y cómo jugarlas dependerá exclusivamente del camino que tracen y la visión que acuñen los gobiernos locales, desde ahora hasta 2050, el punto de inflexión establecido a nivel global.
En el caso de Buenos Aires, para acompañar la mitigación de las emisiones y ser carbono neutral -añaden desde la Secretaría- hace falta agudizar la mirada, para poder identificar los riesgos y las amenazas que afrontarán sus calles, y poder tejer en base a ellos políticas públicas destinadas a convertirla en resiliente, en términos de obras públicas, vivienda, necesidad de espacios verdes, corredores climáticos y robustez en el sistema de salud.
“Sabemos que es un camino largo en el que deberemos repensar la manera de vivir y de construir una ciudad enorme como ésta. Por eso, más allá de las acciones vinculadas con la energía, el transporte y los residuos, estamos rediseñando el espacio público para que podamos habitar una ciudad más verde, a escala humana, en donde todos encontremos el lugar adecuado, seguro y saludable para vivir”, enfatiza Macchiavelli.
El rol decisivo de la C40
Las mediciones internacionales y los compromisos asumidos por la Argentina y puntualmente por la Ciudad, en el marco del Acuerdo de París, obligan a ser muy precisos en cada paso, actual y futuro. Por ese motivo, el grueso de las soluciones en Buenos Aires se toma a la luz de lineamientos definidos por la C40, es decir, la red mundial que nuclea y colabora con los gobiernos comprometidos en la problemática.
Diariamente un asesor de esta organización guía a la Ciudad en el armado del plan para que éste cumpla con los objetivos pactados. Les brinda herramientas y capacitaciones que facilitan el análisis de los datos, la toma de decisiones, y el intercambio con otras regiones, para compartir experiencias y aprender de las acciones implementadas.
El trabajo con la C40 es continuo y sistematizado, aunque el avance del coronavirus en el mundo haya manifestado nuevas realidades, urgencias y formas de vivir.
“La pandemia expuso con claridad el impacto que tiene la acción del hombre en la naturaleza. Esta situación nos incluye a todos y nos exige modificar nuestros hábitos de consumo: avanzar hacia el uso eficiente de la energía, utilizar medios de transporte no contaminantes y reducir la cantidad de residuos que generamos; ese es el compromiso que debemos tomar para mejorar nuestra relación con el ambiente”, concluye Macchiavelli al reflexionar sobre el complejo contexto en el que apuesta por un plan integral, pese a los imponderables y obstáculos circunstanciales.
EL IMPACTO DE LA PANDEMIA Y LAS URGENCIAS
Claudio J. Lutzky, abogado especializado en sostenibilidad y director del Programa de Derecho del Cambio Climático de la Universidad de Buenos Aires, dialogó con LA NACION sobre los efectos colaterales que trajo el coronavirus para el mundo en el tratamiento de la problemática, y los aprendizajes que derivan de tener, independientemente de la pandemia, una mirada constructiva en el ambiente.
-¿Cuál es el peor impacto que trajo la pandemia para el cambio climático?
-Postergó el tratamiento del tema y la toma de decisiones, en momentos decisivos para encarar acciones de mitigación y adaptación. La COP 26 (Conferencia de las Naciones Unidades sobre el Cambio Climático), que debía reunirse a fin de año para, entre otras cosas, definir los mecanismos internacionales de mercado de emisiones, pasó para 2021.
-¿Cuáles son las tres enseñanzas clave que deja vivir bajo los efectos del cambio climático?
A pesar de nuestro gran desarrollo tecnológico, dependemos de la naturaleza como el primer día. Debemos hacer que nuestra civilización sea más compatible con el ambiente.
La crisis es también una oportunidad: esa adaptación presenta grandes posibilidades de encarar nuevas actividades que generen prosperidad.
Las transformaciones deben realizarse con una mentalidad constructiva, que promueva el consenso y la cooperación por sobre la conflictividad.
-¿Cuáles son las principales herramientas que disponen países como la Argentina para afrontar las consecuencias de esta problemática?
-La Argentina cuenta con especialistas altamente preparados para desarrollar instrumentos de mitigación y adaptación de mucho impacto. La crisis económica actual puede ser afrontada implementando políticas de desarrollo sostenible. Hay mucho para hacer en materia de energías renovables, eficiencia energética, transporte, ganadería, agricultura y construcción.
-¿Qué urgencias deben atender en el corto, mediano y largo plazo ciudades como Buenos Aires para paliar los efectos adversos de todo esto en la vida diaria?
-Lo más urgente es que se unifiquen las políticas en el AMBA, que en términos reales es una sola megaciudad. Debería desarrollarse un programa integrado por las distintas jurisdicciones con competencia (Ciudad, Provincia, intendencias, Nación), indicadores y objetivos claros a corto, mediano y largo plazo, en aspectos de mitigación y adaptación.
FUENTE: Valeria Vera – www.lanacion.com.ar