A un mes del temporal del 17 de diciembre, cuando una madrugada de furia climática hizo amanecer a la Ciudad con más de 900 árboles caídos, ramas que aplastaron autos, destruyeron frentes de casas, tiraron cables de alta tensión y cortaron 400 calles, la evaluación de esos daños hoy permite plantear cambios en el arbolado porteño.
Pero para estar mejor plantados frente al próximo evento, que es “esperable”, por efecto del cambio climático, no se va a mirar el bosque sino el árbol. Se irá a la precisión.
La toma de decisión sobre los árboles que quedaron en pie y los que crecerán a futuro, se va a deshojar de soluciones aplicadas en las capitales del europeas, y la cuestión se apuntalará bien a la porteña.
Como confirmaron a Clarín desde el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, todavía falta retirar el 10% de los 958 ejemplares caídos. Si se habla de ramas, la cifra asciende a 5.000, y 3.000 tuvieron daños significativos.
Agronomía, Palermo, Villa Pueyrredón, Chacarita, Villa Ortúzar y Saavedra están entre los barrios más resentidos.
Un árbol a la vez
En la Ciudad hay un plan detallado de remediación de las especies perdidas, según el tipo de árbol y la mejor época del año para el plantado. Pero lo que se activó en realidad fue un fuerte proceso de revisión, análisis y “balanceo-compensación” de los árboles dañados. Uno a la vez.
“La modificación, para reducir el impacto en próximos temporales, sería algún tipo de cambio en el mantenimiento de los árboles, no en las especies, que ya las tenemos definidas en el plan de arbolado y sabemos el comportamiento que tienen. No nos equivocamos con ellas”, explica a Clarín Jorge Fiorentino, gerente de mantenimiento de arbolado público porteño.
En la Ciudad principalmente crecen tres especies, y ninguna de las tres es nativa.
Está el fresno (americano, es el que marca más presencia), el plátano (culpable de las alergias de primavera) y el tilo (con sus inflorescencias amarillentas y muy perfumadas).
¿Por qué no habrá un cambio en el tipo de árboles? Es que su protagonismo entre las caídas, explica el experto, “fue una cuestión cuantitativa”, no cualitativa.
“Las tres especies tuvieron una respuesta aceptable en el temporal. Y si bien el fresno y el plátano representaron más caídas (por una cuestión de número), el tilo mucho menos. Es un árbol que resultó ser un campeón. Cosa que nos sorprende y gratifica, porque apostamos a tener una cantidad importante de tilos en la Ciudad”, marca Fiorentino.
¿Cómo es este árbol campeón (del mundo)? Es una hibridación de la especie americana con la subespecie tomentosa (Petiolaris), así, no tiene un lugar natural de origen. Crece muy lento mientras es joven, y en su adultez supera los 20 metros de altura.
Lo decisivo para decidir que se plante más es la forma en la que crece hacia arriba. De copa cónica, subglobosa, ancha, compacta, con ramas superiores oblicuamente ascendentes y erguidas, e inferiores inclinadas hacia abajo, es la descripción técnica.
“Al plátano, por el contrario, lo vamos a mantener en el nivel actual, y al fresno lo vamos a ir bajando de a poco del plan, porque hay demasiados en la Ciudad y hay especies mejores”, indica Fiorentino.
Entre las especies que más incidentes generan -como en 2012, cuando en las comunas 8 y 9 un tornado afectó 4.000 árboles- están los paraísos y los arces.
“Son árboles que hace varios años que no se plantan. No tienen un buen desempeño. Se ahuecan, no resisten enfermedades, como los hongos que se comen la madera. Los estamos retirando, en la medida de lo posible”, cuenta.
El cambio en el arbolado porteño
Como estas tres especies son “buenas conocidas”, el cambio en el plan de arbolado va por otro ramal: hacia la resiliencia de los árboles frente al cambio climático.
“Posiblemente, el cambio que efectuemos, en algunas situaciones, sea modificar alguna tendencia de poda”, marca Fiorentino.
Tras el temporal, “el exceso de poda” fue la causa señalada por asociaciones ambientalistas y vecinal como Basta de Mutilar Nuestros Árboles, que en Instagram detallaron que la mayoría de los “árboles verdes y jóvenes” se cayeron por tener una típica forma porteña: “tipo palmera o plumero”, una esbeltez que no les permitiría mantener el equilibrio frente a vientos fuertes.
Hasta ahora, responde Fiorentino, el sistema de poda de la Ciudad “busca intervenir lo menos posible los árboles, manteniendo la copa, que da sombra y brinda todos los servicios prosistémicos (desde el aumento de la humedad por transpiración de los árboles, hasta absorber los gases contaminantes)”.
Al desarrollar una esbeltez desmedida, remarca el especialista, si la copa “es muy globosa”, el árbol se desbalancea, lo que lo hace muy vulnerable a los eventos del clima.
“Son altísimos, la copa está muy alta, fuera de escala -porque se los plantó en una época en la que la realidad urbana era otra-, y eso los hace más vulnerables al efecto vela (el movimiento de las ráfagas que los podrían derribar)”, sigue. En esos casos: “Se va a intervenir todo lo que haya que intervenir”.
Pero, aclara, el cambio en la poda (ya sea intensificarla o disminuirla) sería en determinadas zonas urbanas, donde los árboles crecieron con esas condiciones “descontroladas”. No se modificará el sistema de poda en su totalidad.
“Vamos a ir a casos puntuales, muy al detalle, con bisturí. Árbol por árbol, para ver su situación. Hay algunos que quedaron en pie, como las tipas, en los bosques de Palermo, que están desestructurados. Los árboles son muy resilientes, se la rebuscan para sobrevivir a casi todo. Si están en pie, como también pasó en el parque Tres de Febrero, tenemos que ir y ver cada uno. Para balancearlos, reformular sus copas”, concluye.
Niveles de tolerancia de los árboles
Cada especie arbórea tiene determinados niveles de tolerancia a situaciones de estrés, como por ejemplo, a temperaturas extremas, sequías, inundaciones o concentración de dióxido de carbono. Ana Beatriz Guarnaschelli, profesora adjunta de la Cátedra de Dasonomía de la Facultad de Agronomía de la UBA y directora del Centro de Arbolado y Silvicultura Urbana, lo explica a Clarín desde la academia.
“Las irregularidades climáticas y las severas tormentas nos alertan sobre la necesidad de ocuparnos en lo inmediato de los árboles urbanos actuales y de los que tendremos a futuro. Bajo las condiciones ambientales imperantes (con las variaciones que van sucediéndose en los factores del clima) es apropiado realizar evaluaciones del comportamiento que manifiestan las especies que conforman arbolado urbano, prestando especial atención en su capacidad para aclimatarse a los nuevos escenarios y por otro lado, identificar posibles alteraciones que conducirían a la necesidad de reemplazo”, dice la ingeniera agrónoma.
Los niveles de cobertura verde urbana, afirma, “deben aumentar” y para hacerlo “se deben plantar más árboles en mejores sitios. Los árboles deben ser manejados desde etapas tempranas, mejorando la arquitectura y corrigiendo los defectos, lo que traerá aparejado mejores ejemplares en su adultez”.
FUENTE: Emilia Vexler – www.clarin.com