Vista desde un drone o un edificio, el gomero era una enorme mancha verde en plena manzana. Exuberancia natural que rompía con el gris, en una plazoleta que a su vez rompe con la cuadra: una franja de espacio público que la atraviesa, con entrada por Serrano y Gurruchaga al 1000, Villa Crespo.
La plazoleta se llama Patio John Malcolm, está entre Castillo y Jufré, y el viernes por la tarde estaba cerrada: de allí empleados del Gobierno porteño sacaban los restos de un gomero de décadas que, antes de que lo talaran, dio sombra y diversión a los vecinos del barrio.
El motivo oficial: quejas de los vecinos. Los habitués del lugar no están de acuerdo. “Talaron el alma de la plaza. No era un simple árbol: es el que me permitió vivir muchos momentos lindos con mi hijo Joaquín, de 3 años. Era el único lo bastante grande como para que nos pudiéramos sentar ahí en verano, comer, jugar bajo su sombra”, cuenta Pamela Cortina (47), que vive a unas cuadras.
Felipe González (37), otro vecino, también iba seguido a la plazoleta y, sobre todo, al gomero. “Veníamos con mi hijo Vicente y mi esposa Laura. Uno de los motivos era que ese árbol le daba sombra a los juegos, lo que baja mucho la temperatura y protege a los nenes del sol. No es fácil encontrar algo así en una plaza”, explica.
El área de Arbolado, dependiente de Atención Ciudadana y Gestión Comunal de la Ciudad, tiene otra versión. Consultada por este diario, envió un comunicado en el que se destaca la recepción de “varias solicitudes de vecinos que indicaban desprendimientos de ramas con destrozos en viviendas lindantes, taponamiento de cañerías, agrietamiento de pisos, entre otros daños”.
El texto suma otra historia: reza que en febrero de 2020 el Gobierno porteño recibió un llamado de un administrativo del colegio San José, establecimiento cuyo fondo da a la plazoleta. “Pidió una urgente inspección por daños en la propiedad”, dice el comunicado. Y agrega que un mes después un ingeniero agrónomo de la Subgerencia Operativa de Control Comunal y Obras de la Comuna 15 fue a inspeccionar.
El especialista indicó en un informe que el ejemplar planteaba “riesgos actuales y potenciales para los vecinos que frecuentan la plaza, considerando su proximidad a áreas de juegos infantiles y para las propiedades vecinas”. Y recomendó la poda y finalmente el reemplazo del gomero por un ibirá pitá, similar a los que pueden verse en Lavalle y Callao o cerca de Plaza Italia.
Finalmente, esta semana comenzó a ser talado el gomero. Tan grande era, que su remoción demandó días. En la tarde del viernes seguían los trabajos en el lugar, con operarios motosierra en mano fraccionando el tronco y las ramas para meter todo en un camión y llevarlo al Centro de Reciclaje de la Ciudad, en Villa Soldati.
Un destino difícil de digerir para los que disfrutaban del árbol. “Soy de Formosa y vivo lejos de mi familia. Mi hijo Camilo nació en pandemia y, en tiempos de cuarentena más estricta, mi vida pasó a ser ese grupo de mamás con las que me juntaba bajo ese gomero que nos daba sombra. Mi hijo aprendió a caminar ahí. Otra cosa más que nos quitaron”, lamenta Ángeles (45).
“No respetaron a la comunidad que ama ese gomero”, resalta María Angélica Di Giacomo, fundadora de la organización Basta de Mutilar Nuestros Árboles. Y denuncia: “No cumplieron con el artículo 15 de la ley 3.263 de Arbolado Público Urbano, que establece que antes de extraer un árbol hay que poner un cartel con diez días de anticipación. Si hubieran hecho eso, quizás la gente podría haber actuado antes”.
Qué podría haberse hecho
Además de los reclamos vecinales, se hicieron pedidos de información pública para conocer el motivo de la tala, uno de ellos presentado por Di Giacomo. Y el licenciado en Diseño del Paisaje Fabio Márquez planteó soluciones alternativas desde su cuenta de Twitter @paisajeante.
“En lugar de talar el árbol, podrían haberse recortado sus raíces y bajado el tamaño de su copa para compensar el desequilibrio -propone Márquez en diálogo con este diario-. Y después, antes de sacarlo, comenzar a plantar otros árboles que ofrezcan sombra, para que cuando retires el gomero ya tengas otras plantas crecidas que lo reemplacen”.
Incluso la elección del árbol que suplantará al gomero genera dudas. Desde Arbolado explican que el ibirá pitá “tiene gran valor ornamental por su destacada floración y fructificación, y además provee sombra gran parte del año por su follaje semipersistente”.
Para Márquez, en cambio, “es un delirio plantar ese árbol ahí porque es gigante, va a generar conflicto de raíces y tiene una copa gigantesca”. Y propone que se instalen “pérgolas con estructuras metálicas para subir enredaderas nativas que den sombra mientras los árboles de reemplazo crecen, lo cual puede demorar entre diez y quince años”.
Desde Arbolado destacan que la Ciudad inició una campaña de forestación y prevé plantar 14.000 ejemplares este año. Pero la extracción cotidiana de árboles añosos no dan un panorama alentador, en una urbe con apenas 6,09 metros cuadrados de verde por habitante. Los 10 mínimos recomendados por la Organización Mundial de la Salud parecen quedar cada vez más lejos.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com