En 1988, el botánico francés Patrick Blanc inventó el primer jardín vertical y ahora están por todas partes. Hace 6 años, el arquitecto italiano Stefano Boeri inauguró dos torres recubiertas de árboles en Milán, las llamó Bosco Verticale. Ahora, proyecta ciudades enteras con esa característica para China.
La verdadera arquitectura de vanguardia está buscando reconciliar al hombre con la naturaleza, pero eso podría cambiar radicalmente la forma en que vivimos si se conecta con una tendencia cada vez más fuerte: la revolución de las granjas urbanas. Así lo creen los arquitectos Fei y Chris Precht que acaban de idear un sistema modular para construir casas con huertas verticales partiendo de un pequeña cabaña hasta llegar a un enorme rascacielos.
Hace dos años, el matrimonio mudó su oficina del centro de Beijing a las montañas de Austria. Allí, ellos mismos cultivan la mayoría de los alimentos que consumen, pero saben que mudarse y vivir en el campo no es una opción que pueda tomar todo el mundo, y cómo la mayor cantidad de alimentos se consumen en las ciudades, crearon The Farmhouse, un sistema modular que permitiría cultivar alimentos en torres residenciales para comer o compartir en comunidad.
Hace tiempo que los impulsores de la agricultura urbana afirman que producir alimentos dentro de las ciudades acorta la cadena de distribución, disminuye el uso de envases, permite el consumo de alimentos frescos y producen menos gases de efecto invernadero en el transporte.
De hecho, las huertas urbanas están protagonizando una verdadera revolución en todo el mundo. Gobiernos como el de Buenos Aires y el de Rosario, por caso, no solo alientan este tipo de granjas, sino que también brindan capacitación agropecuaria y tecnológica. Sin ir más lejos, el programa de la ciudad satafesina fue distinguida por la ONU como una de las 10 mejores prácticas para mejorar las condiciones de vida de la sociedad.
Varias investigaciones tratan de medir cuál sería el aporte real de la agricultura urbana en la producción mundial de alimentos. Matei Georgescu, profesor de ciencias geográficas y planificación urbana de la Universidad Estatal de Arizona, utilizó el software de Google Earth para analizar el impacto potencial de esta práctica y predijo que, si se implementara en todas las ciudades importantes del mundo, se podría producir hasta 180 millones de toneladas de alimentos al año.
Aunque la cifra es impresionante, apenas representa un 10% de la producción global. De todas maneras, los expertos aseguran que los beneficios colaterales serían enormes: disminución de la escorrentía de aguas pluviales, del efecto de isla de calor en las ciudades, aumento de la eficiencia energética y del control de plagas. El estudio afirma que la agricultura urbana podría generar 160 mil millones de dólares de ahorro cada año.
Más allá del dinero, no son pocos los investigadores que sostienen que estas prácticas proveen valores no cuantificables como fortalecer a las sociedades. Un informe del Johns Hopkins Center for a Livable Future demuestra que las granjas urbanas pueden mejorar la cohesión de la comunidad, aumentar las redes sociales y los lazos en el barrio.
FUENTE: Miguel Jurado – www.clarin.com