A mediados del siglo pasado, en pleno auge del turismo social en Mar del Plata, la Compañía Hotelera del Sur Argentino SRL se propuso un plan ambicioso: construir un hotel casino en la zona sur de la ciudad, una idea que se replicaba en otros puntos turísticos del país. La obra, que pronto estuvo a cargo del arquitecto Carlos Navratil, se anunciaba con bombos y platillos en los principales diarios del país.
El lugar de la flamante sala de juegos, que prometía contar con servicios de nivel internacional, estaba ubicado a poco más de 13 kilómetros del centro por ruta 11, hacia el sur del Partido de General Pueyrredón, a pocos metros del mar; en donde se advertía una incipiente urbanización. Las obras comenzaron en el 47 y terminaron un año más tarde. Así, el 29 de diciembre de 1950 quedó inaugurado en calle 16, entre 1 y 3, el flamante hotel Alfar. Y fue a lo grande: el salón principal fue escenario de los shows del “embajador de la canción francesa”, Jean Sablon, y del jazzista más importante de la Argentina, Oscar Marcelo Alemán, entre otros.
Considerado por los especialistas un ícono del movimiento moderno internacional o racionalismo – una corriente que surgió en la década del 20 y se desarrolló hasta mediados de los 60-, el edificio consiste en una estructura en una placa de seis pisos sobre un basamento abierto, pisos de mármol y granito, y revoque de piedra marplatense. En el último piso posee una vista 360 grados y su aparición generó semejante impacdto en aquel momento que el sector, conocido hasta entonces como barrio Faro Punta Mogotes, fue rebautizado con su nombre.
Sin embargo, el casino no fue autorizado y la sala de juegos que se habilitó tampoco tuvo el éxito esperado. Por eso, en 1951, cuando ya se creía imposible revertir el fracaso del proyecto, se dividió en propiedad horizontal y se vendieron los departamentos, que comenzaron a ser utilizados como apart hotel.
El Consorcio Alfar tiene un total de 96 habitaciones de 19 metros cuadrados, con baño incluido. Las instalaciones conservan los muebles originales de la época, que se encuentran resguardados, pero a la vista de los visitantes. Uno de los principales atractivos del edificio está en el primer piso: allí, en el restaurante, quedó inmortalizada una escena de pescadores en acción en un mural en forma de L y de cincuenta metros cuadrados que pintó Juan Carlos Castagnino.
Aunque aún mantienen el esplendor de aquellos años, los departamentos se alquilan a 1800 pesos la noche y es habitual que no haya disponibilidad durante la temporada alta. “Hay mucha gente que viene a hospedarse por la historia del edificio”, reconocen desde la administración del consorcio. El resto del año, sólo dos personas viven en el lugar. No es fácil: es que, dicen, el viento del sur se filtra por los ventanales antiguos y el invierno se hace duro frente al mar.
FUENTE: Luciana Acosta – newsletter@.0223.com.ar