La impactante transformación de la Ciudad en los últimos siete años llegó como nota a las páginas del prestigioso diario francés Le Monde. No es que no haya habido cambios en Buenos Aires en años anteriores; hubo etapas posiblemente más disruptivas, como la de la última dictadura cívico-militar, cuando se construyeron las autopistas porteñas, rasgando el tejido urbano ya consolidado a su paso. O cuando apareció el Metrobus de la 9 de Julio. Incluso la traza de un nuevo barrio, como Puerto Madero.
El artículo de la publicación francesa posó la lupa sobre la llegada de los edificios en altura a los barrios: “La identidad de Buenos Aires en peligro por los nuevos edificios”. Una transformación impulsada sobre todo desde un cambio de normativa que habilitó, en 2018, más metros en altura y más metros de construcción hacia el pulmón de la manzana, más ocupación de las parcelas y englobamiento de las mismas (lo que incide en las dimensiones de los proyectos), entre otros cambios; el ultra debatido “Código Urbanístico”.
Por lógica, el impacto se sintió sobre todo en los barrios de casas bajas, en los que además había disponibilidad de tierras; no sólo de casas que salieron a la venta, sino incluso de terrenos vacíos. Así la transformación comenzó a ser un objeto de conversación y preocupación en más de 20 barrios porteños: Villa Urquiza, Villa del Parque, Villa Devoto, Villa Crespo, Coghlan, Saavedra, Parque Chas, Paternal, Agronomía, Núñez, Bajo Belgrano, Belgrano R, Colegiales, Chacarita, Villa Ortúzar, entre otros.
Acerca de este fenómeno escribe Le Monde, que explora los cambios y bucea en el antes y el después de las zonas de la ciudad mencionadas.
El artículo explica también que durante 2018 y 2019 sobrevino una importante crisis económica que puso en stand by muchos de proyectos que surgieron tras en cambio normativo de 2018. Tampoco hubo grandes obras en 2020, por la la pandemia de coronavirus. Y suma que recién para 2021 comienza a verse un cambio en los barrios, al tiempo que rescata la “organización vecinal que se visibiliza en medios y en redes sociales”.
Un detalle que viene a explicar también parte del boom de la construcción en la Ciudad, y en el que repara Le Monde, tiene que ver con que para muchos inversionistas los “ladrillos” aseguran su capital. Algo que atraviesa a la sociedad argentina desde siempre. Y aún en etapas de crisis, estas inversiones se sostienen.
“A poca distancia, un edificio de seis pisos se alza con el sonido de los martillos neumáticos. Un poco mas allá, un edificio de altura similar, todavía de hormigón visto, y luego un edificio blanco y negro flamante: esta es hoy la banda sonora y la imagen de Buenos Aires, donde nuevos edificio brotan por doquier”, describió la periodista Flora Genoux, corresponsal en Argentina.
Como dicen los urbanistas, arquitectos y desarrolladores, congelar las ciudades no es viable. Más aún cuando las ciudades tienen a densificarse. Esto no debería ser una mala noticia; sin embargo, las políticas públicas deberían definir cómo, cuando, de qué manera y dónde se da la densificación de Buenos Aires. Un debate que no quedó saldado en 2018 porque, entre otras cosas, las audiencias que se llevaron a cabo en la Legislatura -por cierto, multitudinarias- no eran vinculantes.
El nuevo código generó polémica y rechazo vecinal. En 2024, como está estipulado en la ley que creó el Código de 2018, el Ejecutivo porteño tuvo que volver a la Legislatura y hubo un nuevo espacio de discusión que derivó en “ajustes”, tal como los definieron en la Ciudad. Sin embargo, en los barrios la transformación estaba ocurriendo.
Para tener una idea, en mayo de 2023, Clarín publicó un informe sobre lo que estaba pasando en el barrio de Chacarita. Un relevamiento vecinal identificaba que 143 parcelas estaban afectadas por este proceso de cambio: estaban afectadas por un proceso de obra, o se encontraban a la venta, o ya con permisos de demolición otorgados.
Y como ocurrió en muchos otros barrios, los vecinos se organizaron para presentar sus propios proyectos de ley y así ponerle un freno a las obras. Algunas zonas lo lograron, como Lomas de Nuñez, Barrio River y Bajo Belgrano. Básicamente se prohibió englobar parcelas y limitar las alturas máximas a 9 metros (alrededor de 3 pisos).
Según datos de la Secretaria de Desarrollo Urbano -que compartió con Le Monde y revalidó con Clarín-, desde 2018 se demolieron más de 1.300 viviendas (hasta abril, última fecha disponible). Se otorgaron casi 5.000 permisos para la construcción de edificios residenciales. La Ciudad aclara que son viviendas demolidas, sin protección patrimonial.
Justamente la protección de muchas de estas propiedades es lo que se encuentra en el eje del debate. Los cambios al Código derivaron en la catalogación definitiva de decenas de obras construidas antes de 1941. Para que esa catalogación cese, la propiedad debe ser evaluada por el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales (CAAP). Si este Consejo declara su falta de valor patrimonial, cesa la protección y entonces la propiedad puede ser demolida.
En el Consejo ejerce la presidencia la Ciudad (a través de la Dirección General de Interpretación Urbanística); y está compuesto por profesionales de la Sociedad Central de Arquitectos, del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo, la Comisión Nacional de Monumentos, FADU – UBA, entre otros. Han sido fuertemente criticados por las organizaciones vecinales, por dejar sin protección propiedades que se consideraban importantes para la historia de los barrios.
¿Por ejemplo? Solo por dar un ejemplo: el palacete ubicado en Avenida Santa fe al 2000, en donde durante muchos años funcionó Radio del Plata. Una importante residencia de dos plantas, con mansarda, que se encontraba en gran estado de conservación. Incluso, como ocurre también con otras obras, se pudo haber protegido su fachada y permitir lo que se conoce como “arquitectura fachadista” o “parásita”.
En definitiva, Buenos Aires ha sido reconocida en todo el mundo como una ciudad con una fuerte impronta europea; por supuesto, esto lo explica la enorme migración de fines del 1800 y principios del 1900. La llegada de profesionales y obreros que dejaron en las áreas centrales y en los barrios la impronta que identificaba también sus orígenes. La influencia de los franceses, los italianos, españoles, alemanes. Todos dejaron una huella que conformó la identidad cultural de la Ciudad. Una huella que la hace única y que muchos porteños entienden que se encuentra en jaque.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com