El amplio escenario de 22 metros de ancho, 25 de alto y 8 de profundidad (con una embocadura de 12 metros) volvió a alojar artistas y escenografías hace poco más de un mes. La sala de la avenida Corrientes 1659 permaneció cerrada desde mayo de 2014 debido a las precarias condiciones edilicias y de seguridad en que se encontraba por entonces.
La del Teatro Presidente Alvear es la segunda sala más grande del Complejo Teatral Buenos Aires, después de la Martín Coronado del Teatro San Martín.
Fue inaugurada en 1942 y estuvo a cargo de un empresario privado hasta 1951 (hasta 1955 se llamó “Enrique Santos Discépolo”) que pasó a manos del Estado nacional. Desde 1980, depende de la Ciudad.
A lo largo de los años, la sala sufrió una serie de transformaciones que le cambiaron su aspecto original y que esta intervención se encargó de retrotraer. Salvo la reforma que a fines de la década del 80 le cambió la pendiente original del auditorio (era un cine teatro) para hacerla más pronunciada.
“Se construyó un patio de butacas escalonado sobre el plano inclinado, entonces se duplica la losa- explica Julieta Ascar, quien estuvo a cargo del diseño y arte escénico-arquitectónico para la restauración de la fachada, auditorio, escenario y foyers-. La cámara que se conforma entre ambos planos ahora fue aprovechada como sistema de retorno de aire para acondicionamiento de la sala. La intervención fue acertada, desde todas las butacas se ve el escenario”.
Con lo cual, una de las primeras acciones que emprendió Ascar fue reforzar la estructura de la rampa de madera que sale al encuentro del espectador en la antecámara entre las puertas y los cortinados.
La tarea principal de restauración fue retrotraer el interior de la sala, que había sido pintado de negro en su totalidad con el fin de neutralizar el espacio, a su aspecto original.
“Debajo del ‘universo del negro’ lo primero que encontré fueron barandas de madera de cedro con una balconada trabajada con una pátina sobre yeso que empata la madera”, describe Ascar, que es autora del diseño del nuevo telón del Teatro Colón junto a Guillermo Kuitca.
La idea de cubrir con listones de madera todas las paredes surgió con la idea de continuar el diseño de revestimiento de otras salas del Complejo. También cumple un rol funcional: “La sala tenía una deficiencia en el tratamiento de su acústica, debajo de las maderas las paredes son de ladrillo y yeso. La madera lo tranquilizó sonoramente”, señala.
Toda la obra fue encarada como una gran escenografía en la que la manufactura se complementa desde la tecnología y la artesanía.
Apoyada por los asesores en acústica, Ascar diseñó paneles de madera suspendidos del techo de la sala que repiten el tratamiento de madera de las paredes.
A su vez, la diseñadora decidió prescindir de los cortinados como elemento absorbente acústico, limitando el empleo de entelados únicamente en la antecámara de la sala. Allí, Ascar realizó un diseño textil inspirado en la arquitectura art decó que respira el edificio. El patrón presenta “fallas” que se dispersan por la superficie del tejido que reviste un sector de la sala y la antesala.
Las butacas son las originales. Fueron retapizadas con una tela color violáceo donde en forma aleatoria aparecen piezas verde manzana.
La parrilla del escenario tuvo un cambio tecnológico, garantizando mayor seguridad en las maniobras y versatilidad para el armado de escenografías. Se montaron unas cabriadas nuevas, por sobre la estructura original, que soportan el peso de motores y poleas de tiro.
Además, se modificó el foso de orquesta con una plataforma ascensor que va a nivelar el bajo escenario con el nivel del escenario. Esta parte de la obra se estima estará finalizada en noviembre.
Por otra parte, volvió a funcionar el telón de seguridad original, actualizando rieles, sistema de movimiento y agregando un faldón en la parte inferior que evita la filtración de humo hacia la sala. Por detrás, está previsto instalar el telón de escena.
En la actualización del sistema contra incendio se anuló la instalación preexistente y realizó la nueva a la vista. La decisión curatorial fue dejar las bocas de incendio originales como registro de época.
Ascar escribió en la bitácora de esta obra que ingresó al teatro parcialmente abandonado “con la sensación de volver a la casa de la infancia”. ¿Será porque en 1997, como asistente de escenografía en el San Martín, recorrió cada recodo del Alvear para dibujar sus planos en autocad para el primer FIBA?
FUENTE: Paula Baldo – www.clarin.com
Excelentes notas..!
Que maravilla lo del Teatro Alvear. Ojalá Rosario contará con una dirigencia que realice espacios culturales como este.
Ojalá Néstor, cultura e identidad van de la mano. Abrazo y fuerza con el Arteón.