Aunque se trata de un monumento casi desconocido por muchas personas, el Pabellón del Centenario tiene un valor singular: es la última huella de los festejos que se llevaron a cabo en 1910, por los cien años de la Revolución de Mayo. Resiste en pie, desvencijado y arrumbado entre un estacionamiento y un supermercado, en Palermo. Y pese a que recientemente la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) ordenó su restauración, no hay indicios de que la orden se cumpla.
Hace un mes se conoció el fallo de la Corte que tiene consideraciones que deberían ser definitivas sobre esta obra, que formó parte de una gran feria internacional que incluía otras 34 construcciones: ordenó a la empresa chilena Cencosud -propietaria de Jumbo, Easy y Falabella, entre otras- que cumpla con el contrato de concesión que firmó con el Estado Nacional, en el que se comprometía a restaurar el pabellón.
La concesión de las tierras fue otorgada por el Estado Nacional a Cencosud en noviembre de 1994. Son terrenos del Ejército, que forman parte del Regimiento de Infantería 1 Patricios. Cencosud además debía restaurar y conservar el Pabellón. Algo que no ocurrió.
Justamente, esta postergación permanente de los trabajos de restauración derivaron en un reclamo judicial por parte de Nación, que tuvo un ida y vuelta de sentencias, apelaciones, quejas y ratificaciones. El caso llegó así hasta la Corte. Entre otras cosas, la empresa sostenía que los trabajos debían estar a cargo de un especialista. Debían estar monitoreados por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, y financiados por Cencosud. Así lo entendió la Corte.
¿Qué dice la empresa? No respondió a las consultas de este diario y, al menos hasta el momento, no informó los pasos a seguir con los trabajos pendientes. Hace un mes, le dijo a Télam: “Cencosud es respetuosa de la Justicia y va a cumplir con el fallo de la Corte Suprema”. Por ahora no se ven movimientos en torno al pabellón.
Desde la Comisión Nacional de Monumentos, tampoco dieron información sobre los pasos a seguir. Recientemente hubo cambio de autoridades en este organismo. Después de 5 años dejó su cargo Teresa de Anchorena y tomó su lugar Mónica Capano, especialista en estudios culturales y reconocida por su trabajo como asesora en la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino.
Esta comisión tiene la responsabilidad de velar por más de 1.500 monumentos, bienes y lugares históricos. Y además de identificar y catalogar, una de las funciones más importantes es el monitoreo de las obras de restauración y mantenimiento que se lleven a cabo en esos bienes.
La historia
El edificio fue diseñado por el arquitecto italiano Virginio Colombo. En la Ciudad dejó más de 50 obras, entre ellos la Casa Calise -un ícono del Art Nouveau, sólo en la fachada cuenta con 35 esculturas- y el Palacio Grimoldi, ubicado en el barrio de Balvanera, cerca de la estación Once, que tiene un mirador, un puente interno y un jardín de invierno.
El Pabellón del Centenario -o Central o del Servicio Postal, como también fue llamado- es Monumento Histórico Nacional desde 2010. Debido a esto, la Comisión ejerce la superintendencia sobre este edificio. Sin embargo, para los directivos de la Comisión anterior siempre fue un problema el ingreso al predio; incluso una de las últimas veces que lograron entrar fueron recibidos por personal de la seguridad privada y no pudieron recorrer el interior del edificio, sino que se tomaron fotografías desde afuera.
Abel Alexander es historiador de fotografías antiguas y tiene una colección que supera los 70 mil retratos. Gracias a estos registros, tiene muy presente parte de lo que fueron aquellos festejos por el Centenario de la Patria: “Se montaron cinco exposiciones, en las que se mostraba el poderío del país, lo que movilizaba la economía. Una de las exposiciones era sobre los ferrocarriles y los transportes terrestres, otra sobre la agricultura y la ganadería, una sobre la industria, la higiene y las artes. Hubo exhibiciones cinematográficas, vuelos y globos aerostáticos. Y todos los países tenían sus pabellones”, contó a Clarín.
Una curiosidad: la exposición sobre las artes se llevó a cabo en inmediaciones a la plaza San Martín, en Retiro. Allí se montó una pabellón que fue originalmente el que representó a Argentina en la Exposición Universal de París en 1889, para celebrar el centenario de la Revolución Francesa.
Estaba construido en hierro y vidrio, y era totalmente desmontable. Cuando terminó la expo en Francia, el pabellón viajó en barco hacia Buenos Aires; después de participar en la exposición del centenario de la Revolución de Mayo, se volvió a desarmar y se perdió su rastro. En París, el ícono fue la Torre Eiffel, hoy imposible imaginar esa ciudad sin ella.
“Si bien era una costumbre y una tendencia montar y desmontar estos pabellones, en muchas ciudades del mundo se conservaron y la torre Eiffel es el mejor ejemplo de todos. Pero en cuestión de patrimonio cito al arquitecto Ramón Gutiérrez, quien instaló el concepto de “arquitecturas ausentes”, construcciones maravillosas que fueron demolidas por la piqueta del progreso. De todos los pabellones que se construyeron en Buenos Aires, sólo se conserva uno. Esta es una razón elemental para que el Estado lo recupere, restaure y preserve”, dijo Alexander.
En 2024 vence el contrato de concesión de la empresa Cencosud en esos terrenos. “Que sea una enseñanza a futuro: el patrimonio no debe quedar en manos de una empresa privada desinteresada. Fue un error que no se debe repetir”, reflexionó el historiador, quien además es miembro de la Academia Nacional de la Historia.
El futuro del predio
A fines de 2018 -cuando los gobiernos de Nación y Ciudad pertenecían al mismo signo político- se votó en la Legislatura porteña un proyecto de ley para rezonificar los terrenos que hoy usufructúa Cencosud y además un plan para restaurar el Pabellón e integrarlo a una futura urbanización. El gobierno de Mauricio Macri dejó en manos de la AABE (Agencia de Administración de Bienes del Estado) la disposición de esas tierras y su venta.
Este acuerdo entre Nación y Ciudad, y el llamado a concurso para desarrollar la idea de urbanización (se presentaron 65 proyectos) fue utilizado por la empresa, que se excusó nuevamente del mantenimiento y restauración de Pabellón. Adujo que este dejaba sin efecto la obligación de realizar los trabajos de restauración. Las ventas de las tierras quedaron luego sin definición. Y ahora, la Corte fue tajante: “La obligación de la concesionaria subsiste incólume”.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com