Buenas y malas noticias en torno al local en donde funcionó la Confitería Richmond durante casi 100 años. Su local de Florida al 400 reabre, pero no como bar y café, sino como una tienda de indumentaria.
Esta semana comenzaron a verse algunos movimientos de obra en torno a la vidriera de esta confitería que había sido declarada “Sitio Histórico” y formaba parte del circuito de “Bares Notables”. Pero estos nombramientos, el cariño de sus habitués y su valor patrimonial y cultural no fueron suficientes para mantenerla en funcionamiento.
La Richmond cerró en 2011. En aquel momento, empleados, clientes, legisladores y vecinos y vecinas realizaron un abrazo simbólico a la confitería. Los propietarios aseguraron que el negocio se había tornado insostenible. Fue un adiós irreversible a los famosos sillones de cuero de estilo Chesterfield, a las mesitas y sillas Thonet, a las arañas holandesas y la boiserie.
Un fondo de inversión adquirió el lugar por 9 millones de dólares. El local estuvo tres años cerrado hasta que, en 2014, abrió una sucursal de la tienda de deportes Just for Sport.
De acuerdo a una serie de acuerdos a los que se llegó con el Ministerio de Cultura porteño, en el lugar se tenía que mantener la venta de café. Por eso se dejaron una parte de la barra y algunas sillas y mesas y se colocaron máquinas de cápsulas. Pero nadie volvió a tomar café y el mobiliario histórico fue removido.
En 2019 el local volvió a quedar cerrado. En octubre de ese año lo ofrecían por $ 900 mil por mes. Nadie lo alquiló y así atravesó la pandemia de coronavirus.
En el aún local vacío, cuyas paredes y techos se encuentran revestidos con durlock blanco, trabajan a contrarreloj varios obreros. Tienen por delante un mes más de trabajo para dejar todo listo para el futuro local de venta de indumentaria.
Ese tipo de comercios abundan sobre Florida, sobre todo entre las avenidas Córdoba y Diagonal Norte, mezclados entre los de ropa deportiva, telefonía y gastronomía. Ocupan locales de grandes dimensiones y venden ropa femenina y masculina, que generalmente no es de marca.
La pandemia dejó muy marcada a esta zona de la Ciudad, donde sigue habiendo muchos locales vacíos. Como tres de los que cuatro que ocupan las esquinas de Lavalle y Florida. Sin embargo, las calles van recuperando su color y dinamismo. Volvieron los turistas, el portugués se escucha por todos lados y los arbolitos se disputan a los clientes al grito de “cambio, cambio”.
Una obra del arquitecto Jules Dormal
La ex confitería Richmond está ubicada en Florida 468, entre Lavalle y avenida Corrientes. Fue inaugurada en 1917 y su construcción fue encargada a uno de los arquitectos más importantes de esos años, el belga Jules Dormal. La firma de este profesional se puede ver aún en la fachada del edificio.
En la misma cuadra hay otra importante obra de Dormal, la Residencia Peña. Al igual que la confitería, posee la impronta que identificó al arquitecto, el academicismo francés. Durante décadas, esta residencia fue la sede de la Sociedad Rural Argentina, cuyos socios tenían en la Richmond un espacio de charlas y tertulias.
Dormal intervino en tres importantes obras: dirigió la del Palacio del Congreso; concluyó los trabajos que habían iniciado otros colegas en el Teatro Colón, y fue el encargado de terminar el Palacio Pereda, hoy sede de la Embajada de Brasil. Estos antecedentes dan cuenta de la importancia de este arquitecto y por qué se le encargó el diseño de la Richmond.
El lugar de encuentro a la hora del té o después del cine
Durante décadas, esta confitería fue un lugar de encuentro obligado para las familias de las clases altas a la hora del té. Fue también un sitio que se convirtió en leyenda, porque a mediados de los años 20 en sus mesas se juntaban algunos de los escritores más relevantes, como Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Victoria Ocampo y Oliverio Girondo, integrantes del Grupo de Florida.
Por otra parte, la Richmond tuvo una época de enorme popularidad, entre los 60 y los 70. En aquellos años la calle Lavalle llegó a tener casi 30 salas de cine. Las fotos y las filmaciones de la época muestran el apiñamiento que se generaba en esa zona durante todo el fin de semana, cuando parecía que toda la ciudad confluía allí. Los bares, cafés y restaurantes de la zona eran una fiesta.
El gestor cultural, escritor y guionista Carlos Cantini le aporta a Clarín algunos datos sobre la Richmond, por ejemplo, que tuvo dos “hermanos”.
“En aquellas épocas comienzan a aparecer estas importantes confiterías que, desde su arquitectura y estilo, se diferencian de lo que eran despachos de bebidas y almacenes -explica-. La Richmond era la hermana rica de otros dos bares homónimos, de los mismos dueños: uno ubicado sobre Esmeralda, frecuentado por las clases medias y medias bajas, y otro, sobre Suipacha, reducto de burreros”.
Cantini señala que la confitería de calle Florida también podría haber tenido un “pariente lejano”: un kiosco que vendía café al paso en el hall de la Estación Retiro. Llevaba el mismo nombre y aunque no está documentado que haya pertenecido a la misma firma, todo hace suponer que sí, que formó parte de este cuarteto que vendía café a todo público y a toda hora.
En 2021, Cantini publicó “Café contado”, un libro en el que recorre la historia de 50 cafés de Buenos Aires. “Si la patria se hizo a caballo, la historia se escribió en cafés”, dice Cantini. Y afirma que son pocas las instituciones que tienen “la capacidad de representar a una cultura”, como muchos de estos establecimientos que son el ABC de la porteñidad.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com