La ex decana de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Isabel Martínez de San Vicente, es una experta urbanista y una mujer que ama su ciudad, la conoce, la recorre, la estudia y la piensa. Uno de los temas que le preocupan especialmente es la revalorización de los espacios públicos y, en ese marco, el tradicional centro comercial de la ciudad. Su propuesta es mejorar la accesibilidad, que no sea tan difícil y caro llegar, y sugiere establecer una mesa de trabajo conjunto entre todos los actores: comerciantes, habitantes y gente que trabaja allí, para construir una propuesta consensuada de mejoramiento de la zona.
—Desde su mirada urbanista, ¿cuál es el principal problema de Rosario?
—Desde hace un tiempo el espacio público dejó de tener protagonismo en las políticas urbanas y en el diseño de la ciudad, como lugares habitables, y eso es preocupante. Hay que pensar que los espacios públicos son lugares de encuentro para los ciudadanos, allí donde todos somos iguales. En ese marco encuadro el tema del abandono del centro comercial de Rosario, que no es una consecuencia de la pandemia, sino que el Covid lo único que hizo fue mostrar más claramente la crisis que ya estaba viviendo la zona. Es verdad que este fenómeno ocurrió en otras ciudades del mundo. Un ejemplo fue Detroit, en Estados Unidos. Allí el centro se fue abandonando porque perdió significación y se fue dispersando la población en los suburbios, y lo que era el centro de la ciudad quedó convertido en terrenos baldíos. El problema que considero más grave y que desembocó en esta crisis del centro rosarino es la accesibilidad, porque es difícil llegar al centro. En los últimos años se hicieron planes y políticas que restringieron el tránsito, quisieron sacar a los autos, pero no se pensaron alternativas. Hoy llegar al centro es caro, porque implica pagar un taxi o un estacionamiento, el sistema de colectivos no llega a toda la ciudad, y moverse en bicicleta es una opción para gente más joven y que esté en buen estado físico. Con todo esto, la gente dejó de ir al centro porque además no se ofrece ningún valor agregado por el cual convenga trasladarse hasta allí. Muchos se centraron en los locales comerciales vacíos, pero esto no es el problema, sino uno de los síntomas de la crisis. Si es difícil llegar, los comercios se trasladan a otras calles. Y fue lo que sucedió. Las marcas reconocidas se mudaron a donde es más fácil acceder como las calles Italia, España, Rioja o Presidente Roca, donde no se restringió la movilidad.
—¿Qué opina de la peatonalización de nuevas calles?
—No estoy de acuerdo porque reitero, no solo se complica la accesibilidad de quienes acuden a comprar o a trabajar, sino fundamentalmente de los habitantes permanentes, que son los que garantizan que una zona tenga vitalidad durante todo el día. También complica la realización de nuevas construcciones, que requieren de una buena accesibilidad durante todo el período de construcción. En cambio, creo que se puede pensar en peatonalizaciones “intermitentes” como ocurrió con calle San Luis, que se cerró para algunas fechas indicadas y funcionó muy bien. Tal vez hay que pensar en soluciones de este estilo. La realidad es que el Plan Integral de Movilidad de Rosario diseñó un proyecto estructurado, en cuanto a la movilidad, sobre tres objetivos que se lograrían con el tiempo: mejora del transporte público, disminución del transporte privado, bicisendas y prioridad del peatón. Lo que pasó fue que los dos primeros objetivos no se encararon, porque son complejos y difíciles de resolver, se desarrollaron las bicisendas y la peatonalización, y por eso se volvió tan complicado ir al centro. Todo esto devino en una crisis de funcionalidad y de habitabilidad. ¿Quién quiere vivir en un lugar al que no puede llegar? y lo mismo sucede con los edificios de oficinas que están vacíos. Por eso propongo que se haga eje en tres puntos: la accesibilidad, la habitabilidad del valioso patrimonio edificado existente, y la presencia de nuevos proyectos innovadores, y que la normativa sea solo un complemento.
—¿Por esto surgieron con tanta fuerza y se impusieron los centros comerciales barriales?
—Sí, porque son lugares accesibles, y están cerca de zonas habitadas. Allí no es difícil llegar y el espacio permite una diversidad de dimensiones de comercios, donde conviven grandes cadenas nacionales y pequeños locales.
—¿Por qué usted habla de una mesa de trabajo?
—Creo que es la posibilidad de arribar a soluciones más viables. Primero falta un diagnostico más claro y escuchar a los habitantes, a los que viven y trabajan en la zona, más que en respuestas técnicas rápidas. Si se crea una mesa de trabajo, donde se involucre a todos los sectores que interactúan, comerciantes, trabajadores, habitantes, en la zona se podrían perfilar propuestas que podrían ser mejoradas o alimentadas y apoyadas luego desde el Estado. En ese marco se puede pensar cómo cortar con el efecto dominó: locales vacíos, abandono, playas de estacionamiento caras, estacionamiento medido, colectivos que para tomarlo tenés que caminar más de seis cuadras, taxis no hay… así no es atractivo ir… En cambio, si se pensaran en formas de atraer a los comerciantes, y hacerlo más habitable, la gente se sumaría. Creo que eso sería más eficaz que generar zonas calmas o restringir de otras formas la circulación.
—¿Podría transformarse el centro en un casco histórico?
—El centro siempre fue un lugar comercial, y para mí es un error pensarlo como un “casco histórico” donde se van a observar edificios de valor arquitectónico o histórico, porque las peatonales tradicionalmente fueron un lugar para el comercio y los inmuebles fueron concebidos con ese fin. Es interesante observar que en esa zona gran parte de los edificios de valor patrimonial tienen un origen comercial, como La Favorita, la extienda Gath y Chavez, la galería Rosario. Creo que la combinación entre preservación del patrimonio y conservación de la accesibilidad y las actividades residenciales y comerciales en la zona del Paseo del Siglo fue una idea muy inteligente.
—¿Cómo es la ciudad que sueña Isabel Martínez de San Vicente?
—Una ciudad bella, accesible en el sentido más amplio de la palabra, ambientalmente acogedora e igualitaria, que la gente pasee por sus calles y espontáneamente diga ¡qué linda!
FUENTE: María Laura Faravel – www.lacapital.com.ar