El prisma de 80 por 90 metros de lado y 25 de altura del Movistar Arena tuvo un largo proceso para revestir sus fachadas. El equipo de proyecto encabezado por Edgardo Minond desarrolló siete opciones con diversos sistemas y materiales para llegar a la piel metálica de diseño paramétrico.
“Investigamos la resolución de la fachada del estadio desde propuestas totalmente artesanales o de gesto. La tecnología nos ayudó a resolver lo que no habíamos podido antes”, aseguró Minond en su exposición en el Foro Fachadas 2021.
Ante un presupuesto acotado, el primer planteo fue básico: planchas de alambre tejido colocadas con tensores y chapas de color insertadas para crear un grafismo. “Era una especie de piel que dejaba traslucir todo lo que sucedía por detrás, las circulaciones, todo lo que tiene vida; dándole un aspecto uniforme a toda la fachada”, explica.
El cliente había acotado el costo pero quería algo más sofisticado. Lo siguiente fue probar con telas tensadas tejidas de acero inoxidable con unos marcos que las separaban de la pared a distinta altura para formar un dibujo, una onda. Minond dibujó opciones con chapa perforada o de metal desplegado en tiras, opciones varias para “ablandar la caja”.
En tanto, el proyecto del estadio se fue sofisticando en cuanto a la insonorización y el tratamiento acústico y surgió la necesidad de respetar un colchón acústico exterior completamente insonorizado.
De los 270 db que se producen dentro, en el escenario, solo pueden salir 55 db. Este requerimiento los llevó a hacer una pared con aislación acústica para conformar un volumen totalmente cerrado el cual solamente en el lobby y algunos puntos de servicio iba a tener comunicación con el exterior.
La solución elegida
Según Minond, “ahí nació la idea de cubrirlo completamente con chapas perforadas, que fuimos pegando de manera que se produjera una especie de textura en esto que casi de piel empezó a transformarse en una corteza. La textura era igual en todas las caras, lo que lo transformaba en un edificio único”.
Esta solución resultó muy compleja de materializar, muy artesanal. Entonces pensaron más opciones.
“Podíamos trabajar con una malla en diagonal de 1 x 1 metro, tomada a la fachada; y unos cilindros de 20 cm de diámetro que sobresalieran 40, 60 u 80 cm para conferirle una especie de textura, como un erizo, completamente diferente que las anteriores, y que podría ser más económica. Pero lo artesanal de la fabricación nos llevó a descartarla también”, continuó.
Hasta pensaron en reutilizar unas planchuelas que habían sido sierras de corte para piedra e iban a ser descartadas. Pero estaban oxidadas y la fachada se mancharía muy pronto. SIn embargo, esa opción fue el germen de la solución finalmente adoptada.
“Pensamos utilizar la misma modulación de los descartes pero dándole distinta apertura a las chapas respecto de la fachada a través de unos portadores que le dieran ese movimiento”, apunta el proyectista.
Entonces, se sumó al equipo el arquitecto Arturo de la Fuente para desarrollar la programación y diseño de todas las piezas que luego fabricaría la empresa MSH. Trabajaron con un código de programación que estudia la fachada como si fuera el lienzo de una pintura y cada punto sobre ella es un pixel que toma información en base a una imagen.
En cuatro horas, el código generó los 5.600 planos (en dwg) para cortar los portadores. Estas piezas únicas les dan los ángulos exactos (de 0 a 75°) a los seis tipos de paneles que conforman la fachada.
FUENTE: Paula Baldo – www.clarin.com