A medida que pasan los años, las postales de Buenos Aires se convierten en reliquias. Son pruebas de un paisaje urbano que ya es otro, vestigios de lo que fue. Aunque en algunas esquinas todavía se escucha un tango que suena a lo lejos y los detalles arquitectónicos de ciertas construcciones se resisten al paso del tiempo, el desarrollo de nuevos proyectos y el cambio de dinámicas transforman a los barrios porteños con una velocidad sorprendente.
Quienes desembarcan en la ciudad quizás desconocen que muchos de los barrios que hoy están repletos de negocios, propuestas culturales y ofertas gastronómicas tenían antes una impronta y un público distintos. Para muchos que hoy frecuentan esos lugares es difícil imaginarlo. Los vecinos más antiguos, en cambio, saben que la foto no siempre fue así. Son testigos de la transformación y vieron, por ejemplo, el nacimiento de la última cervecería de moda donde alguna vez funcionó un taller o la llegada de un imponente edificio de viviendas en el mismo lugar en el que hubo una fábrica.
La foto de las ciudades no es estática. El arquitecto Emiliano Espasandin lo define así: “Son obras incompletas, siempre se transforman”. Al hablar sobre Buenos Aires, se le ocurren varios adjetivos, pero selecciona cuidadosamente las palabras. “Su principal cualidad es que es versátil y asimila rápidamente los cambios, porque tiene una sociedad muy atenta”, dice. En pocos números, el distrito porteño podría resumirse de la siguiente forma: cuenta con cerca de tres millones de habitantes, distribuidos en 48 barrios que se agrupan en 15 comunas. La superficie es mayor a los 200 km cuadrados y su perímetro alcanza los 60 kilómetros. Tiene un perfil urbano marcadamente ecléctico, donde se mezclan cientos de estilos, entre los que se destacan principalmente cuatro: el art decó, art nouveau, neogótico y el francés borbónico.
¿Qué es lo que hace que un barrio cambie? ¿Ocurre naturalmente o el fenómeno es empujado por causas externas? ¿Qué lo impulsa y cuáles son los riesgos? Para el urbanista y arquitecto Álvaro García Resta, actual secretario de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires, el primer eslabón de la cadena de transformación de una zona es la existencia de una demanda insatisfecha entre la población local. Tras su detección, lo que motoriza la metamorfosis es el desarrollo de un proyecto u obra en la zona que funciona a modo de “ancla” y atrae a más gente y, por ende, a nuevos actores al lugar. Eso ocurrió en Parque Patricios, por ejemplo, con la creación del Distrito Tecnológico y la instalación de la sede del gobierno porteño en el edificio Foster. “Fue una política pública que transformó al barrio, acompañada de la estimulación para que fueran a vivir más personas a la zona. A partir de eso, se empezó a reconfigurar la oferta comercial”, explica en diálogo con LA NACION.
La arista comercial es un punto clave en la transformación, señalan los expertos. “En muchas zonas hubo importantes transformaciones a ese nivel, algunas de la mano de inversión inmobiliaria y otras de acciones gubernamentales”, plantea Espasandin. “Si en un barrio tenés buena escala peatonal, buenas veredas con verde, espacio público apto para estar y un centro comercial que se va adaptando a todo eso, las variables se conectan y el lugar empieza a florecer”, sostiene.
También Fabio Márquez, licenciado en Diseño del Paisaje especializado en espacios verdes, gestión pública y biodiversidad urbana, considera que los cambios de las estructuras barriales están vinculados a las actividades comerciales que se desarrollan allí. “El ejemplo más claro es el de Palermo Soho, un barrio donde vivía gente mayor, en el que era fácil y barato alquilar o comprar una casa para transformarla en un comercio. El lugar se volvió más masivo y se llenó de marcas mientras fue perdiendo población”, describe. Explica que a eso se hace referencia cuando se habla de “la palermización de los barrios”: “Se usa para referirse al avance de esa imagen sobre Colegiales, Chacarita, Villa Crespo y otras zonas. Es ese mismo modelo que va viendo oportunidades de reciclar espacios a bajo precio para generar una nueva modalidad de actividades gastronómicas”, señala.
Aunque para muchos estas transformaciones pueden ser positivas, Márquez se ubica del lado de los críticos: “Termina destruyendo la identidad propia de cada barrio para generar algo homogéneo, es un modelo muy generalista, simula ser algo que no es y es medio banal porque suele durar poco, ya que son comercios con mucha rotación. Así, la ciudad va creciendo en edificios de altura y actividades comerciales que no son las consumidas por la propia gente del barrio y empiezan a llegar personas de todos lados”, afirma.
El mercado inmobiliario
Para Márquez, el mercado inmobiliario cumple un papel clave al hablar sobre esta metamorfosis. “Es el que induce tendencias a partir de ciertas situaciones que pueden ser incipientes. Los distintos cambios del código de edificación hicieron que en barrios de cierta densidad y construcciones bajas se construyan edificaciones en altura y se generó una plusvalía inmobiliaria potencial al aumentar la cantidad de metros cuadrados sustituyendo casas”, plantea.
Los desarrolladores, por su parte, anclan su visión y señalan que hay un factor importante en la transformación de las zonas: se trata del aumento de precios de algunos barrios, que dispara la demanda en otros con valores más accesibles, lo que representa una oportunidad para llevar a cabo nuevos proyectos e impulsar el crecimiento de otros lugares. En este sentido, todos ellos destacan algo: las transformaciones serían imposibles si solo estuvieran motorizadas por el mercado. En todos los casos, es necesario que haya una fuerte presencia estatal que se involucre en el proceso e invierta para mejorar la accesibilidad y generar espacio público de calidad.
1. Parque Patricios, una ciudad de 15 minutos
En su nombre anticipa algo de lo que es su esencia: Parque Patricios es uno de los pulmones verdes más importantes de la ciudad. No solo es eso, sino que también supo posicionarse como un barrio pujante con las características necesarias para convertirse en “una ciudad de 15 minutos”, donde el trabajo, la educación, el esparcimiento y los servicios de salud de a poco empiezan a estar concentrados.
En Parque Patricios, el puntapié de la transformación se dio con la creación del Distrito Tecnológico en 2008, tras la aprobación de la Ley 2972, que promueve el asentamiento en la zona de empresas dedicadas a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Actualmente, más de 340 compañías del rubro tienen sus sedes en el barrio, de las cuales el 71% son de software. Ese hecho fue clave para que cada vez más personas se interesaran por mudarse al lugar, lo que a su vez impulsó la actividad comercial y captó la atención de desarrolladores e inversionistas.
No siempre alojó al ecosistema tecnológico y educativo porteño. Desde principios del siglo XIX, ese sector de Buenos Aires era característico por sus mataderos. Pasada la mitad del siglo, en 1867, comenzaron a funcionar en la esquina de Caseros y Monteagudo los viejos Mataderos del Sur, que le dieron a Parque Patricios su primitiva denominación de “Corrales” y permitieron el asentamiento de sus primeros vecinos.
Hoy, Parque Patricios es “un barrio con infraestructura, actividades deportivas y propuestas culturales”. Así lo define Alejandro Gawianski, fundador de HIT, que tiene varios proyectos en la zona. Los fines de semana, las plazas se llenan de familias y también de grupos de jóvenes que se acercan a aprovechar el verde o a disfrutar de bandas de música que tocan en alguna de las plazas del centro. Es que la creación del Distrito Tecnológico también trajo aparejada la llegada del subte. En 2011 y 2013, se inauguraron las estaciones Parque Patricios y Hospitales de la Línea H, que conectan el norte con el sur de la ciudad. Según datos difundidos por el gobierno porteño, entre 2015 y 2018, la cantidad de usuarios de la línea que sale desde el barrio pasó de 1.212.211 a 3.180.796, lo que representa un aumento de más del 150%.
Al igual que Retiro, Liniers o Constitución, es uno de los barrios donde más colectivos convergen: transitan 40 líneas en toda la zona. Además, cuenta con cinco estaciones de Metrobús y ocho de Ecobicis. Si bien el eje principal del barrio está sobre la avenida Caseros, las calles paralelas y transversales cercanas a esta avenida crecieron mucho a lo largo de los años. De todas formas, todavía se caracterizan por construcciones bajas y el espíritu residencial que invita a los vecinos a sacar sus reposeras a la vereda y tomar mates en la calle un domingo cualquiera.
También arterias como Los Patos, Corrales, Rondeau, Chiclana y Almafuerte y sus zonas aledañas pisan con fuerza en el mercado. En una de esas calles, por ejemplo, se encuentra un edificio de coworking. “Tenemos más de 50.000 m2 de oficinas de última generación y empresas tecno como Adventure, Mercado Libre y Google”, dice Gawianski y cuenta que, hace tres años, su desarrolladora compró una manzana clave del Distrito Tecnológico para “hacer un ecosistema innovador”. “Son 100.000 m2 donde la idea es incorporar una universidad de innovación y más de 1000 viviendas para jóvenes en formato living y edificios de coworking. Presentamos un convenio urbanístico para poder desarrollar una morfología edilicia más interesante y esperamos que se apruebe en la Legislatura antes de fin de año, para arrancar las obras el año que viene”, profundiza.
El desarrollador remarca que uno de los hitos en la transformación de Parque Patricios fue la inauguración de la nueva sede de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, prevista originalmente para el Banco Ciudad. El edificio Foster (diseñado por el reconocido arquitecto Norman Foster) es una obra de carácter monolítico y moderno que ocupa la totalidad de la manzana delimitada por las calles Uspallata, Iguazú, Los Patos y Atuel y, además, la primera construcción pública de Sudamérica realizada con estándares de cuidado ambiental.
En los últimos seis años se registraron más de 500 nuevas habilitaciones comerciales en Parque Patricios, de las cuales el 48% corresponden a mercados o kioscos. El crecimiento también se vio reflejado en el aumento de supermercados: en la última década se crearon alrededor de 250. Le siguen el rubro de Tecnologías de la Información y la Comunicación (119 habilitaciones) y el de panaderías (51). A su vez, las heladerías crecieron un 140% en el mismo período, la cantidad de oficinas un 120% y el número de edificios productivos un 23,7%.
La creación del Distrito Tecnológico impulsó también la llegada de universidades a la zona, lo que empezó a despertar un espíritu joven en el barrio. En 2016, el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) inauguró su sede allí, que hoy cuenta con 450 alumnos. Actualmente, la Universidad CAECE y la Universidad del Salvador (USAL) están construyendo sus para conformar el polo educativo universitario dentro del Centro Metropolitano de Tecnología. En este sentido, Gawianski asegura que lo que le falta a Parque Patricios es profundizar la oferta de vivienda, sobre todo aquella orientada al público joven que trabaja y estudia en la zona.
“A medida que eso avance, me imagino una migración de gente de la zona sur y oeste del conurbano bonaerense, que quiera vivir dentro de la ciudad pero con seguridad y cerca de su trabajo. Creo que será principalmente un barrio con un público fuerte de entre 25 y 40 años”, afirma el creador de HIT.
¿Cuál fue el potencial que vio en Parque Patricios el empresario del sector inmobiliario? “Descubrimos una oportunidad porque el costo de la tierra todavía es muy accesible y no hay competencia. A mí me gusta ver lo que voy a hacer desde la necesidad insatisfecha y siempre me pregunto qué está necesitando el mercado y cómo puedo ayudar a resolver esa demanda. En el barrio, hay cada vez hay más jóvenes que llegan a estudiar y trabajar, pero ven sus posibilidades de vivir solos restringidas. Por eso priorizamos ese nicho y nos comprometimos con solucionar la falta de oferta agregando valor al barrio”, cuenta.
“Lo veo a un 30 o 40% de su potencial. En los próximos 5 a 10 años, si ayudan las condiciones económicas del país, me lo imagino como un barrio joven, pujante, con mucha onda, un lugar distinto a la ciudad, con mucha historia. Tiene el atractivo del barrio y esa calidad de vida pero hoy es un lugar seguro”, dice.
2. Barracas: de polo industrial a promesa porteña
A los vecinos les gusta decir que es una caja de recuerdos o una máquina de crear postales. Quizás esa sea la definición más fiel de una de las zonas más antiguas de Buenos Aires, que aún conserva en sus calles los aires del importante polo industrial que supo ser. La historia empezó con galpones ubicados en la orilla izquierda del Riachuelo, que se construyeron a fines del siglo XVIII para almacenar cueros, las “barracas”.
En esos años, Barracas no era una zona habitada y se destacaba por su ubicación estratégica: allí funcionaba un puerto y un arsenal de Marina para evitar posibles invasiones extranjeras. Con el paso del tiempo y el cierre de algunos mataderos que contaminaban la zona, se transformó en un barrio de quintas y casonas, donde residían familias con peso político y social. Estaban ubicadas principalmente en la calle Larga, actual avenida Montes de Oca, la arteria principal de la zona.
La Iglesia de Santa Felicitas, ubicada en la calle Isabel La Católica entre Pinzón y Brandsen, es una de las construcciones icónicas de Barracas. Combina elementos netamente eclécticos con reminiscencias góticas. Se trata de la única Iglesia de Buenos Aires donde se encuentran estatuas que representan a seglares.
Con el paso del tiempo, hubo demoliciones, obras nuevas y proyectos para cambiarle la cara a la zona. Hoy, en las calles de Barracas se mezcla la presencia de la industria con hitos arquitectónicos, nuevos edificios de vivienda con casas antiguas, parques públicos, hospitales y escuelas con locales comerciales de todo tipo. Se trata de un barrio moderno que deja entrever su identidad, pero que también está en constante proceso de transformación. “Su actual desarrollo tuvo que ver con la expulsión de un montón de actividades del centro. San Telmo fue desplazando a las oficinas porque se llenó de comercios orientados al turismo. Como consecuencia, empezó a florecer. Esto tiene que ver con algo que nosotros siempre decimos: cuando en un barrio pasa una sola cosa, ese lugar no crece, en cambio cuando pasa de todo, no lo podés frenar”, sostiene García Resta.
Una de las claves del barrio fue la creación del Distrito de Diseño. Sin embargo, los desarrolladores que apuestan a la zona remarcan que, aunque el plan logró atraer inversiones públicas y privadas, quedó a mitad de camino y no llegó a alcanzar el nivel del Distrito Tecnológico, en el barrio vecino de Parque Patricios.
Barracas aporta su historia y se transforma para habituarse a las exigencias de los proyectos urbanísticos actuales, donde lo residencial y comercial se integran. Una red de viviendas, organizaciones, clubes barriales y bodegones se entrelazan con locales de marcas más nuevas e imponentes proyectos inmobiliarios, que cada vez desembarcan más en la zona. El cambio que se advierte en las calles del barrio tiene que ver, en parte, con la iniciativa privada que hace años se interesó en adquirir fábricas desactivadas por décadas para recuperarlas.
Uno de esos edificios está sobre la Avenida Montes de Oca al 100 y es el que albergó a la fábrica de galletitas Bagley desde 1892. La construcción fue ganando terreno hasta ocupar toda la manzana. Dejó de funcionar en 2004, cuando pasó a manos de la multinacional Danone, que decidió su traslado a la ciudad de Villa Mercedes. Desde 2005, la firma Copelle S.A. y el estudio Lopatin Arquitectos reformuló el espacio, donde ahora se encuentra el Edificio Moca. Tiene cinco pisos con 224 departamentos de distintas tipologías y un fuerte combo de amenities que incluyen solarium, spa, gimnasio y piscinas. En la planta baja, hay una serie de locales comerciales y en el subsuelo, dos niveles de cocheras. En el mismo terreno, se desarrolla Moca 2.
“Es un lugar clave de Barracas porque está a cuatro cuadras de Constitución, donde tenés tren, subte y Metrobus y a seis de Puerto Madero”, cuenta Daniel Mintzer, CEO de G&D Developers, a cargo del proyecto. “Apostamos a dos ejes: que el edificio tenga la mayor cantidad de amenities y que ofrezca un precio accesible, en el orden de los US$1600 o US$1700 el m2, con un financiamiento en cuotas en pesos actualizadas por el índice CAC. Tenemos valores competitivos: un departamento de un ambiente está US$45.000, uno de dos US$70.000 y uno de tres US$110.000″, afirma.
“Hace cinco años explotó. Vas por Montes de Oca y hoy no se puede alquilar un local. Cada cosa que se pone genera un círculo virtuoso sobre lo nuevo. De repente es el barrio donde tenés todo, los precios no subieron y está estratégicamente bien ubicado en la ciudad. En la manzana donde estamos construyendo nosotros hay tres edificios, el nuestro y dos más lanzándose”, enfatiza.
¿A qué se debe el crecimiento de Barracas? Mintzer, cree que tiene que ver con el aumento de precios de otras zonas, por ejemplo, Puerto Madero. “Hubo un derrame proveniente de ahí. El dique 1 y Barracas están cerca y por ocho cuadras te encontrás con una diferencia de US$1000 por m2″, indica. El segundo punto, destaca, es el desarrollo propio de la zona.
Además, sostiene que el barrio tiene un componente local tradicional fuerte que hace que se genere una combinación entre “galpones y edificios nuevos con un enlace de arquitectura hermosa”, que tiene un encanto particular que la gente suele buscar. Por último, explica: “Lo que hoy todos quieren es vivir en un lugar cerca de accesos, pero que en su cuadra se respire un aire barrial y tranquilo. Eso se da en Barracas”.
3. Chacarita-Palermo-Colegiales: de zona residencial a área joven
Los aires palermitanos soplan con fuerza. Pasan los años y este barrio estira cada vez más sus límites, emanando un aura cool y moderna que contagia a los barrios vecinos. ¿El resultado de este fenómeno? El triángulo de Chacarita-Palermo-Colegiales, una confluencia en la que se borran sus límites para integrarse y conformar un ícono de la vida porteña.
En 1836, Juan Manuel de Rosas adquirió las tierras que hoy componen Palermo y construyó en ellas su residencia, ubicada en la esquina sudeste de las actuales avenidas del Libertador y Sarmiento. Dos años más tarde, fue sede de la Escuela de Artes y Oficios, del Colegio Militar y de la Escuela Naval. En 1875 se inauguró el parque Tres de Febrero; más tarde, el Jardín Botánico y el Jardín Zoológico. El tango se estableció también en Palermo: el Café de Hansen -demolido en 1912- fue su escenario, cuando el arroyo Maldonado todavía se encontraba abierto al cielo. Poco a poco desaparecieron los restos del pasado.
Durante muchos años, Palermo fue un barrio de talleres mecánicos y textiles que trabajaban en un entorno vecinal de conventillos y calles empedradas. Una zona con una fuerte impronta residencial que, poco a poco, empezó a ver la proliferación de locales gastronómicos y propuestas culturales de todo tipo. El crecimiento se aceleró a partir de 2011, cuando se aprobó la creación del Distrito Audiovisual, que abarca también a Paternal, Colegiales, Chacarita y Villa Ortúzar, lo que propició la llegada de empresas de esa industria y puso a girar la rueda: llegaron nuevos comercios y proyectos de viviendas.
Esa oleada, que ahora se expande hacia Chacarita y Colegiales, tuvo su puntapié inicial en la elevación de la traza del ferrocarril San Martín. Esos cambios difuminaron las fronteras de los barrios e impulsaron el avance progresivo de nuevas construcciones. Es que los desarrolladores más osados vislumbraron un cambio importante y decidieron apostar por la zona.
Uno de los proyectos que hoy está en desarrollo en Chacalermogiales es el de la desarrolladora Northbaires: lanzó OM Palermo en la manzana donde estaban emplazadas las viejas oficinas de la productora Polka. Allí, construirán dos edificios de 10 pisos sobre el predio ubicado en Jorge Newbery, Maure y las avenidas Álvarez Thomas y Córdoba. “Lo más atractivo del proyecto es justamente el terreno en el cual se hará, que atraviesa toda la manzana. Cada edificio estará ubicado a una cuadra del otro, lo que genera que se forme un pulmón natural donde colocaremos toda el área de amenities”, cuenta Gustavo Korenblit, gerente comercial de la empresa.
“En los últimos años, la zona se empezó a transformar hasta convertirse en un polo gastronómico”, explica Graciela Muradas, gerente de emprendimientos urbanos de Toribio Achával, que comercializará el proyecto. Hace 10 años, el barrio donde se emplazará OM Palermo era, según la broker, un lugar de casas bajas, con un ambiente familiar y barrial, donde para impulsar una propuesta gastronómica o comercial “había que trasladarse”. “Ahora eso no sucede. El barrio crece y se abastece a sí mismo. Hoy es un área de entretenimiento, arte y moda”, completa. A pocas cuadras de allí, se encuentra Concepción, un proyecto de Avalon Consultoría Urbana en Colegiales, con un desarrollo de más de 80.000 m² en una zona que parecía olvidada en el tiempo.
Un corredor que se consolida en la zona y condensa una fuerte expectativa de revalorización es Niceto Vega. Allí había cuadras con talleres y obras chicas. Hoy hay unas 10 construcciones importantes en curso. “Comenzamos hace siete años comprando el primer lote y empezamos a percibir una transformación en la zona. Llegamos a la conclusión de que, por sus características y los cambios que se estaban llevando a cabo, iba a haber una fuerte transformación residencial”, cuenta Gustavo Glazman, socio director de Infinity Line Desarrollos Inmobiliarios. Además, agrega que la eliminación del puente de la avenida Juan B. Justo jerarquizó la zona. En números, estima que los valores de venta terminados para vivienda están entre los US$3000 y los US$3500, el metro dependiendo de la categoría y de las terminaciones. “Esta es una zona que ya está revalorizada, es el lugar por excelencia donde los jóvenes quieren tener su primera vivienda, también las familias jóvenes”, comenta. Glazman tiene tres proyectos sobre este corredor, dos de viviendas de entre uno y tres ambientes con amenities (uno de ellos terminado) y otro de oficinas.
Su apuesta tiene explicación. En números, este polo inmobiliario dominado por Palermo y Villa Crespo en la última década había registrado la construcción de unos 100.000 metros cuadrados de edificios de oficinas de entre 2000 y 34.000 m² rentables. En la actualidad, tiene en obra una cifra que duplicará los metros cuadrados existentes, distribuidos en unos seis proyectos de primer nivel. “El proceso constructivo que está viviendo este submercado cambiará no solo la dinámica de estas zonas sino que, además, las convertirá a cada una de ellas en barrios de usos mixtos. Cuando eso sucede los lugares pasan a tener una vida 7×24 y eso rápidamente encuentra su rebote en el comercio, en los espacios gastronómicos y en los locales de servicios. Sin dudas, no solo cambia la fisonomía, sino también la dinámica social y económica del lugar”, cuenta Domingo Speranza, CEO de Newmark Knight Frank Argentina.
Según Glazman, Palermo ya dejó de ser solo un polo gastronómico y de esparcimiento. “Con la llegada de las oficinas se transformó en uno de los barrios preferidos del público joven para vivir y trabajar. Es un lugar que, en los últimos tiempos, se convirtió en un aspiracional que suele cautivar por su ritmo de vida propio y por su fisonomía”, comenta el desarrollador.
Hacia el norte, en Colegiales, aparecen otros dos proyectos de renombre. En Moldes 800, a metros de la estación, las desarrolladoras Fernández Prieto y G&D Developers proyectan Distrito Colegiales. Se trata de dos edificios tipo condominio de nueve pisos cada uno, con unidades de uno a tres ambientes, en las tierras que SanCor Seguros compró a la Agencia de Administración de Bienes del Estado. La inversión prevista es de US$25 millones y las unidades arrancarán en los US$70.000. “Cuando se hace algo por la ciudad, enseguida te responde desde el punto de vista del producto”, destaca Mintzer. Emplazado en parte de los terrenos del viejo playón ferroviario del ferrocarril Mitre, en pleno centro del barrio, es una zona a la que el mercado le pone fichas desde que el Estado sacó a la venta las parcelas para desarrollos residenciales y área verde. En la misma línea, en Vidal al 1400, frente al nuevo parque ferroviario de Colegiales, se construirá Depart, un emprendimiento de US$15 millones del grupo desarrollador Uno en Uno.
Otra apuesta importante en la zona es la que hace la desarrolladora RED, con el proyecto de Dorrego Mío en la avenida Dorrego al 900, más cerca de Chacarita. “Fuimos viendo la transformación del área. De pronto, empezaron a florecer negocios y comercios, mucha gastronomía con onda y es por eso que lanzamos este proyecto residencial apto profesional”, relata Alejandro Reyser, socio y Director Comercial de la firma. El emprendimiento se encuentra a la vuelta del moderno edificio del Banco Galicia, otro de los hitos que le cambió la cara al barrio. El desarrollador vaticina que Chacarita se poblará de un público “joven, moderno, millenial, amigo de la tecnología, el trabajo híbrido, el ejercicio y la onda del wellness”.
Elbio Stoler, director de ADN Developers, también con desarrollos en el área, aporta su mirada: “La obra civil ayuda muchísimo en la transformación de las zonas y también hay una cuestión de mercado. Las zonas establecidas van tomando valores más excesivos y van desarrollándose las cercanías de esos barrios”, analiza.
Donde algún día ploriferaron talleres mecánicos, hoy florecen bares, restaurantes, vermuterías y cafés, tiendas de ropa de última moda, librerías y barberías. Las bicicletas copan la escena, en las plazas y en las veredas se respira un aire joven y canchero entre los clásicos murales pintados en las fachadas. Sin dudas, es una de las zonas porteñas que más se transformó. “Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver…”, cantó algún día Carlos Gardel. Hoy, si sus ojos volvieran a ver la ciudad, ¿la reconocerían?
Pérdida de la cultura de los barrios: el debate
Los cambios en los barrios despiertan distintas posturas. La cuestión que se plantea de fondo es hacia dónde está yendo la ciudad. Uno de los principales debates gira en torno a los riesgos de la gentrificación, un término adaptado del inglés con el que se alude al proceso en el cual la población original de un sector, generalmente céntrico y popular, es desplazada progresivamente por otra de un nivel adquisitivo mayor, debido al aumento de proyectos inmobiliarios que provoca un aumento del costo habitacional en esas zonas.
Al respecto, García Resta afirma que no ve ese riesgo. “La ciudad es tan grande que todavía cuando derrama, derrama hacia el barrio de al lado, no desplaza hacia el resto del distrito. Es tan poco densa que la gente puede seguir viviendo en su lugar y hay oferta”, explica.
Espasandin, por su parte, tiene “una posición pragmática”. Considera que es “inevitable” que algunos sectores que son buenos en términos de calidad urbana, espacio público y densidad empiecen a “verse con buenos ojos” para desarrollar proyectos. “Es lo que pasa inevitablemente. No es lógico que en una manzana vivan 40 familias, lo más lógico en un centro urbano es que vivan 120, aunque desde el punto de vista romántico, me encantaría que la transformación se dé respetando el espíritu del lugar, que no haya torres de escala y estética distinta del barrio”, aclara.
Márquez sí ve riesgos en los cambios que hoy se producen en los barrios porteños y cuestiona: “Las gentrificaciones no solo son injustas, son efímeras y banales. Cuando pasan su cuarto de hora, lo que queda son áreas degradadas”, reflexiona.
La discusión está abierta. Mientras tanto, los barrios no detienen su metamorfosis.
FUENTE: Delfina Casali – www.lanacion.com.ar