Como sucede en casi todas las disciplinas, la historia de las arquitectas no ha sido recogida ni contada de igual manera que la de sus colegas varones. La arquitectura tampoco podía escapar del paradigma social basado en un modelo de sesgo androcéntrico.
La mayor parte de la arquitectura reconocida ha sido realizada por varones. Son muy pocas las arquitectas referenciadas y destacadas a lo largo de la historia de la disciplina.
Que no existan referentes o sean escasas no quiere decir que las mujeres no hayan participado como sujetos activos en el diseño y en la arquitectura.
La feminización de las aulas viene en constante ascenso desde la década de 1990. En la actualidad, en Argentina, el porcentaje de alumnas en el grado de Arquitectura llega casi al 60%, como sucede en otras latitudes.
in embargo, la presencia de mayor cantidad de arquitectas no resulta suficiente para que el ámbito laboral sea más igualitario, inclusivo y más cercano a la realidad de las mujeres.
El “techo de cristal” de las arquitectas
Las arquitectas, al transitar por el camino profesional, se topan con un pronunciado “techo de cristal” o “suelo pegajoso” que las imposibilita a avanzar y a acceder a los ámbitos más valorados de la profesión.
Las estadísticas ponen en evidencia las diferencias sustanciales entre la situación laboral de las mujeres y los hombres en la arquitectura. Comparando los datos alfanuméricos en los variados ámbitos de la profesión, se verifica la llamada “cañería rota”, metáfora muy utilizada en la bibliografía anglosajona para referirse a las “pérdidas” de las mujeres en las carreras científicotecnológicas.
Así, se comprueba cómo a medida que se avanza en los ámbitos más importantes de la profesión, el porcentaje de las mujeres arquitectas va desapareciendo como una tubería que pierde agua, pasando del 60% de graduadas en la carrera a 1% de arquitectas reconocidas en las publicaciones emblemáticas.
La disparidad es un problema estructural de la arquitectura que arranca en la propia definición de la misma. La construcción del saber de la disciplina se ha erigido bajo una experiencia masculina que ha normalizado patrones de trabajo, discursos y prácticas laborales alejadas de las formas y las necesidades de las profesionales.
Haciendo un recorrido por los orígenes de la arquitectura es fácil verificar este sesgo que durante siglos ha invisibilizado las aportaciones y ha negado la autoridad epistemológica de las mujeres en el campo de la arquitectura.
La sobrevaloración del arquitecto creador masculino
Quizás una de las razones de esta situación sea la escasa importancia que la dimensión social ha tenido en la formación y la sobrevaloración de la dimensión artística, técnica y material, sobreestimando la figura del genio creador masculino.
Esta definición de la profesión basada en la sobrevaloración estéticoformal sienta sus bases en el Libro 3º de la obra “De architectura” de Vitruvio, escrito a finales del siglo I a.C, que posteriormente será retomado por los tratadistas renacentistas en el siglo XVI.
Siguiendo este enfoque occidental y androcéntrico, Leonardo Da Vinci creará el conocido “hombre Vitruvio” como la medida universal para la arquitectura.
Desde aquel momento histórico, el hombre quedará definido como creador y medida de la perfección de la arquitectura. En el siglo XX, Le Corbusier, con su “Modulor,” retomará la misma idea y Ernest Neufert reafirmará este pensamiento, asentando las bases del actual sistema de medida “universal” para la arquitectura.
El Movimiento Moderno surgido entreguerras terminará de consolidar la figura del arquitecto–autor al servicio del mercado capitalista.
Los textos de estos autores mencionados forman parte del soporte básico y sesgado de la actual disciplina moderna y del apoyo bibliográfico en la formación del alumnado.
Las arquitectas, valoradas a partir de los años 60
Desde los años 60 y 70 del siglo XX, coincidiendo con la 3ª ola del movimiento feminista, un grupo de historiadoras de la arquitectura y del urbanismo comenzaron a estudiar a las primeras generaciones de arquitectas.
En las décadas siguientes, la visión interseccional de la historiografía fue tomando impulso. Alentadas por las críticas de Jane Jacobs a finales del siglo XX, comenzaron a cuestionar el segregamiento de las ciudades propiciado por el legado del Movimiento Moderno.
Desde los 70 del siglo pasado hasta hoy, existen numerosos estudios redescubriendo a las arquitectas ocultadas por la bibliografía oficial. Sin embargo, el “relato oficial de la arquitectura” no se hará eco de estas investigaciones y reivindicaciones feministas.
La idea del genio creador de las obras icónicas continúa consolidándose y sobrevalorándose al día de hoy, en detrimento de otros espacios también muy importantes en la disciplina como la investigación, la docencia, el diseño, la arquitectura social y todo el amplio abanico de espacios que abarca la arquitectura.
Insistir en la sobrevaloración de la obra de arquitectura como el único y destacado espacio de la misma es naturalizar una estructura androcéntrica y condenar a las arquitectas de hoy y del futuro a vivir en la desigualdad.
Los colegios y los consejos profesionales, con sus matriculaciones, acentúan la brecha de género con la subestimación de una pequeña parte de nuestro quehacer profesional.
El reconocimiento para las mujeres en la arquitectura sobrevendrá cuando se reformule el concepto actual de la disciplina. Es precisamente en la formación donde nacen las desigualdades y es en este punto donde se debe insistir y trabajar para que el futuro en la arquitectura sea en igualdad.
Acciones por las arquitectas argentinas
Por suerte, desde hace varios años, son muchas las acciones que se están llevando a cabo desde Argentina, en pro de revertir la invisibilización de las arquitectas.
Entre ellas, cabe destacar el importante trabajo de visibilización que viene llevando desde hace años, el colectivo “Un día, una arquitecta”.
También desde el ámbito académico y de la formación, vienen abriendo caminos y consolidándose el “Workshop Nuestras Arquitectas”, el “Taller LINA Arquitectura Feminista” y la línea de investigación del “Programa GADU” en la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UBA. Queda mucho aún por hacer. Sin embargo, estas acciones son grandes pasos a favor de una disciplina menos sesgada y más inclusiva.
FUENTE: Verónica Benedet – www.clarin.com