A fines del siglo XIX la vida cultural de Rosario quería presenciar espectáculos liricos. La Sociedad Anónima La Opera organizó un concurso de proyectos para el teatro. Lo ganó el proyecto de Cremona y Contri.
Al poco tiempo de iniciada la construcción quebró esta sociedad y se abandonó la obra, quedando las paredes semilevantadas. Transcurridos tres años, salió a remate y fue adquirida por el empresario Emilio Schiffner, quien contrató a un especialista alemán en acústica, arquitecto e ingeniero Golddamer, quien logró, haciendo cambios en el proyecto original, que se lo considere entre los mejores del mundo, mencionado por el tenor Enrico Caruso. Se levantó el telón el 7 de junio de 1904 y se puso en escena la ópera “Otello”, de Verdi, por la Compañía Lírica Italiana.
El público ovacionó a Schiffner por su esfuerzo en concluir la obra. Las grandes compañías de hasta cien personas, llegadas en barco desde Europa con su vestuario y decorados propios traídos en grandes baúles, se instalaban por más de 20 días en el teatro, contaban con peluquería propia, cosían sus vestidos, se maquillaban y ensayaban para las funciones. Las primeras figuras se alojaban en el hotel Savoy, Italia o Imperio; las secundarias, en pensiones más económicas como la situada enfrente del teatro, de la “Pichona”.
El auge del cine y la Primera Guerra Mundial transformaron la rentabilidad del teatro, surgió la posibilidad de venderlo y lotear el terreno. En 1912 funcionaba en la Biblioteca Argentina “El Circulo de la Biblioteca”, con Juan Alvarez, como presidente de la comisión directiva, que realizaban actividades culturales, que adquirieron la propiedad con créditos y bienes personales para evitar su destrucción y funcionar en ese lugar.
Se lo llamó “El Círculo”. Su prestigio por acústica, comparable al Teatro Colón en escala menor, por las dimensiones del terreno; su sala en forma de herradura favoreció la cercanía del público con el escenario; los adelantos técnicos de la Revolución Industrial en lo referente a la utilización del hierro pero con calidad de herrería artesanal, yesería interior y exterior, mármol de Carrara en su escalera artesanal, baldosas pulidas una por una, para dar la curvatura de los pasillos; mosaicos venecianos y lo más destacable: sus magníficos frescos de la sala principal y el telón de boca del artista italiano Giuseppe Carmignani, la decoración del cielorraso de Salvador Zaino, lo convirtieron en un orgullo para la ciudad.
En 2004 se lo restauró y se le devolvió su esplendor original. Se adaptó a las exigencias actuales con los avances tecnológicos y técnicos. Digno de mención es el Museo de Arte Sacro Eduardo Barnes, quien tenía su estudio en lo que fue la caldera del teatro, las “catacumbas” ocupan la parte de abajo del teatro, aloja obras originales en yeso y esculturas, en su mayoría de motivos religiosos. Su programación incluyó e incluye a los más destacados directores de orquesta, las mejores orquestas sinfónicas, sopranos, tenores y las óperas de nivel mundial. Un verdadero deleite visual, acústico y sobre todo histórico, porque representa el esfuerzo de una sociedad que ama la cultura.
FUENTE: Liliana Olivieri – www.lacapital.com.ar