Con cuidado y delicadeza, Daniel Bocchimuzzi manipula lo que sabe que es un tesoro. Un registro increíble de los planos realizados a mano por el arquitecto italiano Virginio Colombo, quien diseñó el Palacio Grimoldi. Están realizados sobre una tela, que luce encerada y se pliega como papel. El color amarillo tiene tomados todos los bordes. Las firmas de Colombo y de don Enrique Grimoldi, dueño del palacio, dan cuenta del acuerdo que sellaron para poner en marcha la construcción de uno de los edificios más bellos y grandilocuentes de la Ciudad de Buenos Aires, que por muchos años estuvo casi oculto, perdido entre marquesinas, manteros, vendedores ambulantes, un puesto enorme de flores y otro de diarios, en Once -formalmente, Balvanera-.
Bocchimuzzi es el propietario de estos planos y también del edificio, ubicado en Corrientes 2548. A los planos los vuelve a plegar con rigor, los coloca en un folder y luego en un maletín. Y al edificio, desde el primer día en que puso un pie en su interior, lo cuida con el mismo compromiso. Lo adquirió después de la crisis de 2001 y aunque muchos le dijeron que estaba loco, él sintió que no había marcha atrás. “Ya no pude pensar en otra cosa que no sea recuperarlo. Muchos departamentos habían sido modificados, con tabiques, cocinas y puertas en cualquier lado. Estaban alquilados a personas que no valoraban el patrimonio que habitaban”, contó a Clarín.
Tiene 52 unidades. Espacialmente está dividido en tres: el cuerpo del frente, de mayor categoría, con pisos de robles de Eslavonia, vitrales y techos ornamentados. Un segundo cuerpo con departamentos mas pequeños y el tercero, a donde no llegan los ascensores. Pero todos tienen pulmones que permiten que llegue aire y luz a todos los rincones.
“En el quinto piso del frente vivió Enrique con su familia. Tenían una biblioteca y hasta un jardín de invierno en la terraza, que podían ver desde el living. Ambos lados del piso que ocupaban se conecta a través de un puente”, cuenta y abre una ventana desde la que se ve el puente. Un detalle práctico que pensó Colombo para vincular ambas alas del palacio, pero a nivel estético, un hallazgo único en la Ciudad.
El arquitecto Fabio Grementieri, de la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y de Bienes Históricos, cuenta quién fue el arquitecto Colombo. “Está entre los grandes del Art Nouveau, junto a Francisco Gianotti y Mario Palanti. Creo que las obras de Colombo tienen una materialidad y un diseño más sofisticado. Y en cuanto a la materialización, es sublime, el mejor de todos. Fue un hombre que experimentó muchísimo con los materiales constructivos, era como un alquimista. Y tenía mucha obsesión por el diseño integral de una obra, creaba hasta los herrajes. Este edificio tiene algunos detalles increíbles, como ese puente futurista, el trabajo de herrería y los patios interiores que le otorgan luz a la mayoría de los departamentos”, describe. “Es una joya de la Belle Époque, no tan conocida. Es una suerte que su propietario se haya enamorado del edificio, debería ser un ejemplo para otros”, destacó.
Desde la Comisión Nacional citada confirmaron que pretenden incluir al palacio en la presentación que se está llevando a cabo ante la Unesco, para que algunos lugares de Buenos Aires y La Plata sean considerados Patrimonio de la Humanidad.
La Casa Calise (Hipólito Yrigoyen 2562/78) y la de los Pavos Reales (Rivadavia 3216), ambas en Once, también son legado de Colombo
Enrique Grimoldi vivió allí con su familia y también lo construyó como una inversión. Para esto contrataban a los mas renombrados arquitectos de la época. Pasó con los Bencich, por ejemplo, que gracias a sus inversiones regaron la Ciudad de edificios increíbles, como los de calle Arroyo o el de avenida Córdoba y Esmeralda.
Enrique formaba parte de la familia de zapateros pero se estima que en la década del 30 dejó esa actividad; su hermano Alberto continuó en la empresa, que hoy continúa con un Grimoldi al frente. Susana Raffo (86 años) es nieta de Enrique Grimoldi. Corrió y jugó con hermanos y primos en la terraza del palacio y se trepó mas de una vez al mirador. Para esconder el tanque de agua, Colombo diseñó un mirador, que lamentablemente no se desde la vereda de avenida Corrientes. “Desde allí podíamos ver hasta el río. Recuerdo el jardín de invierno y lo maravillosa que era mi abuela Margarita Peluffo, la amábamos. A mi abuelo no lo conocí porque murió muy joven, de apendicitis. Mi madre me contó que él era un bon vivant, en una época se dedicó a viajar por el mundo”, le cuenta Susana a Clarín. En 2008 volvió de visita al edificio junto a todos los descendientes de Enrique Grimoldi. Más que un edificio, Bocchimuzzi sabe que tiene entre sus manos una parte de la historia y del patrimonio de la Ciudad.
FUENTE: www.clarin.com